viernes, 15 de junio de 2012

El amor y el deseo por la Verdad

El amor y el deseo por la Verdad

Por naturaleza los humanos son una especie curiosa y, mayormente, quieren saber la verdad de las cosas. Este amor y deseo por la Verdad es el por qué nos gustan los acertijos y novelas de misterio: debido a la satisfacción que se produce con el aprendizaje de algo nuevo. La emoción del descubrimiento, la alegría de sorprenderse y la excitación de encontrar soluciones a problemas complejos son todos grandes motivadores para que las personas busquen nuevas y poco convencionales formas de pensar. 

Es solo cuando este proceso de descubrimiento entra en conflicto con nuestra ya establecida visión del mundo que las dificultades de aceptar nueva información se manifiestan. Al mismo tiempo, a nadie le gusta que le mientan; a nadie le gusta que se aprovechen de uno, o que se lo trate de tonto o ser ridiculizado. Entonces cuando descubrimos que hemos sido engañados por personas en quienes confiamos, el sentimiento de dolor y traición que acompaña este hecho puede ser devastador.

Observen el mito de San Nicolás, por ejemplo. Seguramente nadie criticaría o reprobaría a un niño de preescolar por creer en Santa Claus. Pero reemplaza al niño con un adulto que insiste que Santa Claus es real, y seguramente se lo considerará ilusorio o desequilibrado. 

Muchos niños pueden recordar cuánto les dolió cuando se enteraron por primera vez que Santa Claus no era real; el sentido de traición de todas las personas a las que amaba y en quienes confiaba y que destinaron tanto tiempo y energía cada Navidad apuntalando la ilusión de este mágico hombre de traje rojo que viaja por todo el mundo y un trineo tirado por venados, entregando regalos a cada niño en una noche; ¡incluso la televisión, los periódicos y personalidades radiales participan del engaño! 

Los apologistas dirán que cualquier impresión psicológica negativa resultante de este inofensivo e insignificante engaño vale la pena porque, aunque sea por un breve período, a los niños pequeños en realidad se les permitió creer en magia. ¿Pero qué aprende en realidad el niño de esto? Aprenden de una forma dura y dolorosa que en realidad no hay magia en este mundo y que la gente que supuestamente debe guiarte y actuar como modelo no son dignos de confianza. 

Ahora pregúntate, como adulto, ¿preferirías creer en mentiras y cuentos de fantasía, o preferirías saber la verdad? En el fondo, es probable que la mayoría de nosotros nos sintamos bien de saber la verdad sobre Santa Claus, incluso aunque el reconocimiento inicial pudo haber causado cierta tristeza y dolor. Nuestro entendimiento de la Navidad ahora se trata del espíritu de dar y compartir (y del trabajo duro para poder hacerlo) en vez de una expectativa egocéntrica de tener garantizado todo deseo sin esfuerzo. Nuestra apreciación del festejo es más profunda y rica y obtenemos mayor satisfacción al dar en vez de obtener (o así debería ser). El punto es que la desilusión, sin importar lo incómodo del momento, nos conduce hacia la verdad. Somos más sabios y profundos y más satisfechos gracias a ella. Nos ayuda a crecer y acercarnos a ser agentes libres en nuestro mundo.
Timothy C.Trepanier

No hay comentarios:

Publicar un comentario