jueves, 14 de junio de 2012

La doble moral

La doble moral


Penosamente en este tiempo se tiene los mayores índices de conductas direccionadas a ideales de meras apariencias, ilusiones que se proyectan para generar una impresión positiva sobre almas propias. Una sociedad mentirosa que profesa externamente valores que en su interioridad no existen.

El relativismo moral es contemporáneamente un “valor”, pues se demuestra una apertura mental y no discriminatoria por quienes se benefician que a nadie le moleste que lo anormal, inmoral e incorrecto se deslice como si nada.

El tino hoy en día es conforme a lo que a uno le cante. A modo de recordatorio, la ética permite a cada uno la definición de lo que es correcto o no, mientras que la moral otorga a las personas pertinentes, el derecho de definir estos conceptos.

El relativismo moral hace que los individuos se rijan únicamente por su propio esquema ético, es decir, conforme hacia donde sople el viento, convengan o no genere ocupación.

El parecer, fingir, antes que realmente ser, es la regla seguida por actores políticos de la zona y no muy ajeno a lo que vive la propia comunidad en general.

Esta modalidad de doble moral, la profesan más que perfectamente muchos políticos y autoridades, que en discursos y mensajes involucran a Dios, a la honestidad, al bienestar general y a la familia, mientras sus vidas se contraponen totalmente a sus expresiones. Señuelos para idiotas útiles.

Sin dudas, lo más visible siempre se da sobre quienes son dirigentes, pues la exposición de los mismos a la opinión pública es constante. No obstante, la conducta de la generalidad tiene el mismo acento.

El aparentar honestidad y hacer alarde de este valor queda muy desdibujado cuando lo sostenemos en base a un trabajo al margen de la ley, como ser el contrabando o amañando licitaciones, recibiendo dádivas, evadiendo impuestos, y cubriendo estos hechos con un manto de legalidad.

En los mismos trabajos, miles de personas prefieren utilizar el “arte” del engaño, para vender algún producto o para obtener beneficios económicos, sin medir, o mejor, inculcando a sus conciencias que no se ha hecho nada de malo, pues “no se robó”.

Pero los medios de comunicación no estamos exentos de la hipocresía y el relativismo, por lo que la evaluación objetiva apunta a una epidemia. Tergiversar una información ha pasado a ser moneda corriente.

“Impolutos” periodistas, no tienen el más mínimo rubor de orientar la noticia, falseando datos o hechos, mediante el pago de miserables sumas de dinero que son capaces de comprar conciencias, pero siempre sosteniendo su trabajo en la más clara apariencia de objetividad y honestidad.

Lamentablemente el deber ser solo sigue figurando en ideales, prevaleciendo un ser cobarde e hipócrita, que quizás no vea que el fingir solo los orienta a una doble vida que al final los delatará de la peor manera posible.

Hasta en los hogares ocurre esa lucha diaria de lo correcto ante lo incorrecto, pero como esta pelea es ardua, es mucho mejor para la mayoría hacer creer que se hace lo bueno.

Padres de familias que descuidan a sus hijos en la educación, maestros que llevan vidas desordenadas y no se dedican ni a instruir, sacerdotes que solo en homilías cumplen con sus votos, son nada más ejemplos de la realidad.

Una sociedad que sobresale por apariencias, es una comunidad vacía, mentirosa y que padece males absurdos, por manos propias.

El ejemplo es la menor manera de pregonar, por lo que si se tiene la patética relatividad, es porque los “instructores” son eficientes. Si sumamos en lo correcto, en lo moral y las buenas costumbres no como mera expresión se despegará hacia una sociedad viva en valores y que por ende traerá menos caos.

Lo correcto cuesta más, pero es la guía para conservar a la misma raza humana. La autodestrucción de lo moral es la puerta para la eliminación de la sociedad originalmente concebida.

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