jueves, 14 de junio de 2012

Religión y economía como campos distintos

 Religión y economía como campos distintos


El profesor Jung Mo Sung es autor de 16 libros. Entre ellos cabe destacar: Beyond the Spirit of Empire. Theology and Politics in a New Key. (2009, con J. Roger y N. Míguez); Reclaming Liberation Theology. Desire, Market and Religion (2007); The Subject: Capitalism and Religion (2011); y Deus em nós: o reinado que acontece no amor solidário aos pobres (2010, con el teólogo de la liberación Hugo Assmann). 

Su aportación “Religión y Economía: interfaces”, abre el volumen de CONCILIUM ya citado y puede ser leído en Internet. Por ello, completamos su visión con otro trabajo del mismo autor, “Nueva forma de legitimación de la economía: desafíos para la ética y la teología”. 

Para Jung Mo Sung, “la relación entre religión y economía es ineludible. Incluso las iglesias o comunidades que niegan dicha relación tienen que pagar los recibos, hacer compras, trabajar o recibir donaciones. Del mismo modo, encontramos en el ámbito económico muchas referencias a la religión o a la teología”. 

El autor presenta en este artículo tres posturas básicas sobre las interfaces (y utiliza este concepto extraído de la teoría de la información) entre religión-teología y economía, dando prioridad al punto de vista teológico: la religión y la economía como campos distintos; la crítica a la economía a partir de valores o doctrinas religiosas; y religión y economía a partir de la reproducción de la vida concreta.

1. Religión y economía como campos distintos

Vivimos tiempos de secularización y laicismos. En este contexto cultural, muchos economistas y sociólogos, así como filósofos de la religión, afirman que con el desencantamiento del mundo (Max Weber, 1921) propio de la modernidad no hay o no debería haber ya una relación significativa entre religión y economía. Cada ámbito constituiría una esfera autónoma e independiente una de otra. 

Desde esta perspectiva “desencantada”, la economía se ocuparía de las cuestiones materiales de la vida humana, mientras que la religión debería dedicarse exclusivamente a las cuestiones espirituales y/o de la salvación del alma”. 

Esta visión de la modernidad que separa de forma radical la religión de la economía halla su eco en laantropología dualista cartesiana (alma x cuerpo) que persiste en la raíz de la teología tradicional cristiana y también en otras religiones. De ahí se deriva la fuerza de esta cuestión. 

Esta separación radical reduce a la religión –en opinión de Jung Mo Sung- y en el caso que nos ocupa a las iglesias cristianas, a un papel muy pequeño en la sociedad, puesto que la gran mayoría de asuntos sociales están relacionados con la economía. La gran excepción aparente sería la sexualidad, donde participan activamente sectores de iglesias que no se implican en cuestiones económicas. 

En el caso de la economía, esta separación da la apariencia de emancipación de las doctrinas religiosas y de la ética, cumpliendo el objetivo de hacer de la economía un ámbito autorregulado, a saber, sujeto únicamente a las reglas de la propia economía, sin intervención o regulación por parte de los sistemas externos como política, ética o religión. Podríamos decir, que para los economistas neoliberales dominantes, con el desencantamiento del mundo, los dioses aparecen ahora en forma de poderes impersonales: las leyes del mercado que continúan exigiendo sacrificios humanos. 

Hay también economistas contemporáneos, como Joseph Stiglitz, premio Nobel, que emplea categorías teológicas para sintetizar mucho de lo que se hace en la economía en la actualidad. Tras mencionar que elFondo Monetario Internacional y el Banco Mundial predicaban un fundamentalismo del mercado, afirma que “los que abogan por las normas que condujeron al desastre estaban tan cegados por su fe en el libre mercado que no vieron los problemas que se estaban creando”.

2. La crítica a la economía desde los valores o doctrinas religiosas

La segunda postura que describe Jung Mo Sung agrupa a todos aquellos que desde posturas religiosas formulan críticas a los modelos económicos. Es oportuno reconocer que varios economistas y sociólogos fueron capaces de percibir aspectos religiosos y teológicos en la economía – tanto en la ciencia económica como en el sistema económico - . 

Pero han sido las personas del ámbito teológico las que han pensado y escrito más sobre la crítica a los sistemas económicos desde el lugar epistemológico de las religiones. Entre ellas están las que critican la economía “desde fuera” del ámbito económico, a partir de valores teológico-éticos. Este grupo puede dividirse en dos subgrupos: 

a) El primer grupo lo constituyen todos aquellos que se sitúan dentro de la Doctrina Social de la Iglesia(DSI), en especial, de la Iglesia católica. La DSI suele tratar asuntos económicos y sociales como el capitalismo, la pobreza y la injusticia social como temas no teológicos, sino únicamente como un campo en el que se aplican las enseñanzas sociales derivadas de la doctrina teológica. Así, -según Jung Mo Sung – “la Iglesia católica trata, desde un lugar ajeno a la economía, un lugar considerado superior, de enseñar a los economistas, gobernantes y agentes de instituciones económicas cómo debe ser la economía según la “revelación” que la Iglesia recibió de Dios”. 

b) Por otra parte, el siguiente subgrupo es el formado por teólogos/as o críticos sociales de inspiración religiosa que hacen de la economía un tema teológico y entienden la economía moderna –consciente o inconscientemente- a partir de una clave propuesta por Max Weber: la modernidad como paso del tiempo religioso que organizaba la “economía de la salvación” a la “salvación por la economía”. Este grupo reconoce que el mundo moderno, sea capitalista-liberal o comunista-marxista, se presenta como portador de salvación, compitiendo con la salvación propuesta por las religiones del mundo premoderno. Por lo general, la crítica a la idolatría del mercado puede convertirse así en una crítica al mercado o a la economía como tal. 

Este tipo de enfoque puede conducir a las personas y a las iglesias a buscar un sistema social exento de problemas, sin límites y contradicciones inherentes a todos los sistemas sociales y económicos. Es como si en la nueva sociedad por construir surgiera la posibilidad de una “economía de la salvación” que nos librase de la economía tal y como la conocemos hoy en día. 

Un sabio jesuita dedicado a las ciencias sociales escribió hace ya 50 años: “el sistema capitalista es injusto porque explota a los débiles; el sistema comunista es injusto porque oprime al pueblo. ¿Cuál es el mejor sistema? la Doctrina Social de la Iglesia”. Una respuesta demasiado simplista para un problema complejo. 

¿Qué tienen en común estos dos subgrupos? Reflexionan sobre los problemas económicos y sociales desde fuera del sistema de producción y distribución. Esto es: del sistema económico, y en nombre de valores religiosos o espirituales aspiran a crear una nueva economía sin tener en cuenta las dinámicas, límites y lógicas inherentes a la economía que conocemos. 

3. Religión y economía a partir de la reproducción de la vida concreta

La tercera tendencia es del segundo grupo: la de los que asumen la relación intrínseca entre teología y economía. Pero, a diferencia del grupo anterior, los seguidores de esta postura parten de la religión o de la teología para criticar el ámbito económico. Pero –y aquí la diferencia – adoptan como punto de partida la noción de producción y reproducción de la vida, que es anterior a la religión y a la economía. 

Los nombres principales que han desarrollado esta postura son Franz Hinkelammert (1931- ), el brasileño Hugo Assmann, el argentino nacionalizado mexicano Enrique Dussel (1934- ), el uruguayo Julio de Santa Ana (1934- ), entre otros. 

El texto siguiente puede ilustrar este concepto: 

REPRODUCCIÓN DE LA VIDA 
7 octubre, 2011 
________________________________________ 
Franz J. Hinkelammert y Henry Mora Jiménez 

Un análisis del determinismo económico, con una relectura de los aportes de Marx, que siguen vigentes para no caer en la confusión de confundir crecimiento económico con emancipación. 

El determinismo económico siempre ha sido una sombra de la economía política, incluso en la tradición crítica iniciada por Marx. Pero creemos que se trata de una suposición (y de una acusación) que hay que evaluar con sumo cuidado, pues no siempre es unívoca, al menos en el caso de Marx. 

Un pasaje que en principio la expresa, a la vez que pretende aclararla, es aquel de una conocida carta de Engels a J. Boch (21-22 de septiembre de 1890): “Según el concepto materialista de la historia el momento determinante de la historia es en última instancia la producción y reproducción de la vida real. Más no hemos sostenido nunca ni Marx ni yo.” 

Así expresada, se trata de una tesis incluso obvia e irrefutable. Cuando la vida real –la vida corporal- no se reproduce, la misma sociedad en todas sus dimensiones deja de reproducirse. Lo mismo vale para cada persona. Sin vida corporal no hay vida en absoluto. 

No se trata, entonces, de una tesis específicamente marxista. De alguna manera todos lo sabemos, aunque quien no vea su vida constantemente amenazada por el hambre, puede pensar que se refiere a situaciones más bien excepcionales o extremas, sobre todo en la “sociedad opulenta”. Además, claramente la tesis no sostiene que la economía sea la «primera instancia», sino, la «última instancia». 

El determinismo sistémico neoclásico y neoliberal precisamente sostiene que la economía es «primera instancia» de la vida, cuando por ejemplo afirma que el dinero es como la sangre de la sociedad y que “… solo hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar”. Semejante elevación de lo económico a primera instancia también ocurrió bajo el stalinismo soviético, cuando se erigió al crecimiento económico en el principal objetivo de la vida social e, incluso, de la vida personal. El marxismo ortodoxo descansó, al igual que ayer y hoy lo hace el pensamiento burgués, en un economicismo que eleva lo económico al sitial de «primera instancia». Ambos sustituyen la producción y reproducción de la vida real como condición de cualquier vida, por los criterios cuantitativos y fetichizados del “éxito económico”: la tasa de ganancia y la tasa de crecimiento económico. 

Pero cuando se considera la economía como el ámbito de la producción y reproducción de la vida real (economía para la vida), esta se encuentra necesariamente en el lugar de la instancia que decide en último término. Hagamos lo que hagamos, no lo podemos hacer si no es en el marco determinado por la producción y reproducción de la vida real. Si no respetamos este marco, nos encaminamos al suicidio. Pero es un «marco de actuación», no la misma determinación de la acción. 

De manera que bien interpretada, la tesis de lo económico como «última instancia», más que una sombra de determinismo económico, debemos verla como un «criterio de discernimiento»: gratia suponit naturam. Para un católico, por ejemplo, el pan bendito representa un valor superior al simple pan sin bendecir; pero no se puede sustituir el pan por la bendición del pan: aun cuando se trate, en «primera instancia», de la bendición, no se la puede tener sin tener el pan en cuanto que «última instancia». 

Por eso decíamos arriba que la tesis de la economía como última instancia de la vida humana, entendida la economía como producción y reproducción de la vida real, es irrefutable. Es “marco categorial”, no “hipótesis falsable”, pero no por ello, no científica. 

Además, no se la debe entender bajo el prisma positivista (o estructural positivista), esto es, como un sector (el económico), que determina a los demás sectores y a la sociedad en su conjunto. Es criterio de discernimiento y criterio de racionalidad, tanto desde la racionalidad reproductiva (producción y reproducción de la vida real), como desde la racionalidad instrumental medio-fin (el “éxito económico”, la acumulación, el consumismo). 

Pero también es comprensible que exista una tensión entre la economía como última instancia (producción y reproducción de la vida real) y los economicismos de la maximización de las ganancias o de la tasa de crecimiento. 

En Marx esta tensión se expresa como una contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existente, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones (de producción) se convierten en trabas suyas. Se abre así una época de revolución social” (Marx, Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política). 

Creemos que esta habitual forma de expresión (dentro del marxismo tradicional), hoy no trasmite el significado que Marx pretendió darle. La ortodoxia marxista (en el marco de la “competencia de sistemas”) la interpretó como el deber de impulsar a toda costa el crecimiento económico (el desarrollo de las fuerzas productivas), desvirtuando toda la concepción original de la «emancipación humana». 

Sin embargo, lo que Marx sí sostuvo explícitamente fue que la sociedad burguesa contiene una lógica inevitable hacia el socavamiento acumulativo de la producción y reproducción de la vida humana y sus condiciones de existencia; de ahí su conclusión de que la superación del capitalismo es una necesidad histórica. Creemos que esta tesis sigue en pie, y seguramente hoy tenemos mayor conciencia de esto que en tiempos de Marx. 

Franz J. Hinkelammert es un destacado filósofo alemán, residente en América Latina desde hace décadas; Henry Mora Jiménez, economista, y ex decano en la Universidad Naciones de Costa Rica. El texto es un aporte de los autores para el blog Izquierda y Desarrollo. 
(Publicado además en el semanario Voces (Montevideo), 6 de octubre 2011.) 


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