viernes, 1 de junio de 2012

Tendencias en la clase obrera alemana: ¿Empieza a despertarse el gigante durmiente?

Tendencias en la clase obrera alemana: ¿Empieza a despertarse el gigante durmiente?
x Mark Turm 
El mundo está cambiando. Se trata de un cambio histórico que preanuncia la irrpución del movimiento obrero. La restauración burguesa está llegando a su fin

Alentado por la Primavera Árabe el movimiento obrero empieza a estirar sus músculos en distintas partes de Europa. En el marco de la emergencia de distintos movimientos con cierto carácter anticapitalista sin llegar a plantear una perspectiva estratégica que vaya más allá de la mera crítica al capitalismo. La agudez de la crisis económica y la posibilidad de perder muchas de las conquistas sociales son los motores de la resistencia. Las huelgas en Egipto, La India, Portugal, España y otros muestran los primeros pasos del movimiento obrero en su escabroso camino hacia una nueva subjetividad. Este proceso preanuncia enfrentamientos cada vez más violentos entre las clases.

A diferencia de otros países, en Alemania pareciera moverse muy poco. Los institutos económicos de la burguesía transmiten la sensación de que la crisis ha pasado sin dejar secuelas en Alemania. A lo sumo se observa una que otra negociación colectiva tradicional, rutinaria, los compromisos parecieran ser los mismos de siempre, hechos a espaldas de los trabajadores. En el plano político parlamentario se suceden las mismas maniobras de siempre entre las distintas fracciones, etc.

Y sin embargo se observan tendencias hacia una crisis del régimen. La seguidilla de crisis a nivel gubernamental apuntan a crecientes dificultades de la clase dominante en Alemania de llegar a acuerdos sobre una salida estratégica y de cómo hacerle pagar al proletariado en Alemania y Europa la crisis.

Estas tendencias se expresan hoy en el plano de las reclaciones trabajo capital en la consideración de establecer el convenio colectivo unitario por ley. Y es que justamente la fuerte fragmentación del convenio colectivo se tradujo, irónicamente, en que hoy sectores minoritarios pero importantes de la clase obrera van a la huelga como medida de presión para sus exigencias corporativas (en los últimos meses fueron los controladores aéreos de tierra en el aueropuerto de Fráncfort). Por su parte, los patrones quiere evitar que estos trabajadores en lugares centrales de la economía capitalista puedan convertirse en un ejemplo para otros sectores del proletariado. Los llamados a restringir el derecho a huelga que se escuchan no sólo están dirigidos contra los sindicatos por rama sino que en realidad se dirigen contra todos los sindicatos para debilitar el poder de negociación de los trabajadores en su conjunto.

Al mismo tiempo, esta situación debilita la autoridad de la burocracia sindical de los grandes sindicatos, sobre todo de ver.di(1), pues los trabajadores agrupados en él son los que han sufrido con mayor fuerza el impacto de los cambios estructurales en la economía y en el marco de la crisis económica resultan los más golpeados. Y es que el abismo entre el sector servicios y el secundario, industrial, se ha ensanchado en las últimas dos décadas. Mientras que la ocupación en la industria retrocedió, aumentó la ocupación en el sector de los servicios en igual medida, sin embargo no en cuanto al factor costos de trabajo ya que, en el marco de un creciente déficit público, este proceso de terciarización económica se tradujo en trabajo asalariado cualitativamente peor. Así, hoy “la diferencia entre los costos de trabajo en el sector industrial y en el sector servicios en Alemania es un 20% mayor en Alemania que en cualquier otro país europeo. Con 26,50 euros por hora de trabajo la República Federal está incluso por debajo de la media de los doce países primitivos del euro.“(2) Según los cálculos de la Fundación Hans-Böckler, para el período comprendido entre el año 2000 al 2009, la remuneración colectiva en el servicio público creció en un 17% mientras que en la economía tomada de conjunto en un 21,4% y, en algunos sectores de la economía privada como es el caso de la industria metalúrgica, incluso hasta un 27,4 %. En otras palabras, los asalariados en el sector ligado a las exportaciones con un alto grado productivo pudieron superar mucho mejor la crisis económica frente a los asalariados en el sector servicios.

La fragmentación del convenio colectivo conlleva a un alza de la conflictividad

Después de un continuo retroceso de los días de huelga desde el inicio de la crisis en 2008 se produce un aumento en 2011. Este leve crecimiento de la conflictividad es producto del sentimiento de sectores de trabajadores de los servicios que pretenden poner coto al proceso de precarización en curso. La fragmentación del convenio colectivo, en contraposición a lo esperado por la patronal, ha redundado en un alza de la conflictividad en el sector servicios. Este proceso se da en el marco de una drástica pérdida de afiliados en el sindicato ver.di: desde su fundación en 2001 ver.di ha perdido alrededor de un cuarto de sus afiliados. Significativamente, las luchas más fuertes de los últimos años fueron llevadas adelante por sectores que le habían vuelto la espalda por su mansedumbre a los sindicatos agrupados en la Confederación Sindicatos Alemanes (DGB), convirtiéndose así en concurrentes directos. Este es el caso, por ejemplo, del Sindicato de Maquinistas (GdL), la Unión die Pilotos (VC) o por el Sindicato de Controladores de Vuelo (GdF).

Debido a la negativa de la patronal de reconocer los convenios colectivos y ni hablar de acordarlos es que en 2011 en pequeñas y medianas empresas hubo relativamente muchas huelgas que apenas fueron tomadas en cuenta por los medios burgueses. Así, en 2011 se produce un aumento significativo del número de huelguistas y de los días de trabajo perdidos por huelga frente al año 2010. Como demuestra el balance de conflictividad laboral del WSI(3), en 2011 alrededor de 180.000 empleados participaron en huelgas y huelgas de aviso. En 2010, cuando aún se sentían fuertemente los embates de la crisis hubo sólo alrededor de 120.000 huelguistas. En 2011 los días de huelga se sumaron a 304.000 frente a los aproximadamente 170.000 del año anterior. Sin embargo, este aumento ha de ser considerado en el marco de una disminución significativa de la disposición a la lucha. Y es que en el marco de altos índices de desocupación para las grandes masas el peligro de despido y de caída social, que muchos millones de personas en Alemania día a día experimentan en forma de Hartz-IV, pendía como una espada de Damocles sobre sus cabezas.

Frente a esta creciente disposición a la lucha las direcciones sindicales se ven obligadas a asumir un tono retórico más radical. Su estrategia, sin embargo, sigue siendo la misma de siempre: presionar un poco para tener más márgen de negociación. El jefe del sindicato ver.di, Frank Bsirske, amenazó en el conflicto actual en el servicio público con una huelga indefinida y con la imposibilidad de una conciliación, incluso con un llamado a huelga conjunto de ver.di e IG-Metall(4). Cuando los trabajadores del servicio público acataron en masa el llamado a huelga y la misma se mostró más contundente, la dirigencia de ver.di abandonó la consigna central de aumento de 200 euros y accedió a un compromiso que está muy por detrás de lo que exigía en un principio. Este tipo de maniobras burocráticas hechas a espaldas de los trabajadores dejan, sin embargo, huellas. Y es que los aparatos burocráticos como ver.di en el marco de una agudización de las condiciones económicas para los asalariados no pueden llevar adelante una política de conciliación de clases sin dañar a los trabajadores; y este proceso no se produce sin una pérdida de imagen. Y en efecto, el resultado negociado por la comisión de tarifas de ver.di fue rechazado en un primer momento. Recién en una segunda votación obtuvo una escaza mayoría de votos. Las delegaciones sindicales de los comarcas de Renania del Norte Westfalia, Baviera, Baden-Württemberg y Baja Sajonia-Bremen se pronunciaron en contra por amplia mayoría.

Así, la política de moderación salarial propagada por la burocracia sindical para fortalecer la “plaza Alemania” tiene límites objetivos pues conlleva a un debilitamiento de la reputación de la burocracia sindical que ésta última naturalmente trata de revertir con un lenguaje más radical. Así por ejemplo, Bsirske amenazó a la patronal en una manifestacion en Colonia con la huelga más grande desde hace 20 años. Es que el peligro de radicalización ante la masificación era evidente: Antes de la ronda de negociaciones decisiva alrededor de 300.000 trabajadores acataron el llamado a huelga, mientras que una semana antes habían sido alrededor de 130.000. Muchos de ellos partían de „una huelga larga. Se veían los primeros síntomas y había acuerdo en que ver.di e IG-Metall realizarían acciones de fuerza conjuntas“(5). Justamente con estos hechos de fondo es que la burocracia de ver.di accedió rápidamente a cerrar un compromiso podrido. Y sin embargo, en el marco de la continua pérdida de poder adquisitivo de los últimos diez años, es que todos los analistas concuerdan en que el resultado alcanzado por ver.di puede ser una señal para otros sectores del asalariado. “Los otros sindicatos están ahora presionados por lograr acuerdos salariales parecidos al alcanzado en el sector del servicio público“, afirma Karl Brenke del Consejo alemán de expertos económicos (Deutschen Institut für Wirtschaftsforschung (DIW)).(6)

Es justamente por esta razón que la clase dominante en Alemania fuerza la lucha de clases desde arriba, como denota la discusión de restringir aún más el ya restrictivo derecho a huelga en Alemania o también la de prohibir los sindicatos por rama de producción. Así, la iniciativa de profesores al servicio de la clase dominante agrupada en la fundación Carl Friedrich v. Weizsäcker-Stiftung aboga por “barreras legales para las luchas obreras en el transporte aéreo y ferrocarriles, en la asistencia sanitaria, en las telecomunicaciones y en la educación”.(7) El jefe del DIW, Wolfgang Franz, exigió expresamente la intervención del gobierno federal para poder “delimitar por ley las huelgas de aviso”(8). Y es que las luchas obreras son en general un problema y hoy en día más aún las luchas de los sindicatos por rama pues cuestionan la orientación estratégica de las direcciones sindicales de conciliación social y paz social.

Preparémosnos para las luchas por venir

Las fases de crecimiento son momentos en las cuales el movimiento obrero generalmente pasa a la ofensiva para recomponer las pérdidas salariales. El acuerdo alcanzado por la burocracia de ver.di, sin embargo, no puede siquiera compensar la pérdida por inflación. En momentos de crecimiento como el actual los asalariados en cambio deberían pasar a la ofensiva para incluso imponer una reducción de la jornada laboral. Pues, en caso contrario, el aumento de la productividad redundará en el aumento estructural de la desocupación. Sin embargo, las direcciones sindicales han dejado completamente de lado esta exigencia. Así, en vez de conquistar nuevas plazas la política de las direcciones sindicales lleva a nuevas derrotas.

Alentados por la buena marcha coyuntural de la economía, que por ahora ha alejado el espectro de la desocupación y la miseria, aumenta la predisposición a la lucha de los ocupados para recuperar una parte de lo perdido. Frente a la renegociación de los convenios colectivos de este año(9) y de la evidente predisposición a la lucha si la comparamos a años anteriores, existe la posibilidad de que los asalariados en Alemania dejen atrás la lógica a la renuncia [a exigir aumentos de sueldo]. Comparado a años anteriores, el estado de ánimo social es distinto, pues hoy como demuestran las encuestas muchas personas aprueban acuerdos con aumento de salarios. Para muchas personas en Alemania se trata de –como lo atesta una revista para capitalistas- “imponer normas laborales para poner coto a la precarización de las condiciones de trabajo. El gasto de miles de millones del erario público para el salvataje de los bancos o en la crisis europea refuerzan esta tendencia. Según la máxima: Si gastamos tanto dinero entonces también los empleados deben nuevamente ganar más dinero.“(10) Estas son señales que alimentan la esperanza de que la poderosa clase obrera alemana pueda estar despertando de su largo sueño.

Hoy les toca a los “perezosos habitantes de los países mediterráneos”, mañana a los “laboriosos alemanes”

Hasta ahora el aumento de la predispoción a la lucha de algunos sectores de la clase obrera no se ha manifestado con el surgimiento de tendencias antiburocráticas en los sindicatos que cuestionaran abiertamente el curso desmovilizador de la burocracia sindical. Hay uno que algunos destello pero son momentos aislados y a falta de una orientación estratégica son impotentes. Sin embargo, con cada nueva traición como recientemente en el caso de ver.di, aumenta el descontento de los compañeros. Pero para seguir manteniendo su posición privilegiada los burócratas profundizan la brecha entre los asalariados y aumentan así la caída del precio de la mercancía fuerza de trabajo. Así, en vez de apoyar la huelga de los controladores de tierra del GdF en Fráncfort, llamó abiertamente a sabotear esta lucha. En vez de luchar junto al GdF por los mismo derechos para los distintos sectores de la misma empresa, contribuye a socavar la predisposción a la lucha de los empleados.

La clase dominante alemana aún ha podido descargar los costos de la crisis económica sobre las espaldas de los trabajadores en Grecia, el Estado Español, Italia etc. Aún ha podido llevar adelante este curso evitando asestar duros golpes a su propia clase obrera. Sin embargo, los tiempos se acortan, y los llamados a tomar medidas preventivas contra el movimiento obrero cobran fuerza. Es por esto que los patrones, como escribe el diario portavor de la burguesía FAZ, han redescubierto su aprecio por los dirigentes sindicales “porque [el convenio de contrato colectivo global] al menos por algún tiempo proporciona tranquilidad. Aún cuando para muchas ciudades y comunas la firma del convenio colectivo en el servicio público es demasiado alto, el miedo a huelgas de tipo guerrillero hechas por sindicatos pequeños es mayor“.(11)

Los dirigentes sindicales usan esta ola de simpatía para cimentar su papel de intermediarios entre los asalariados y los capitalistas intentando revivir el modelo del “capitalismo renano de concertación social” aún cuando es evidente que las condiciones objetivas que permitieron este modelo ya no existen. La basis material para el ascenso de un nuevo reformismo que podría apoyarse en una capa amplia de aristocracia obrera en los países imperialistas como Alemania fue posible por medio del crecimiento parcial de las fuerzas productivas después de la destrucción masiva de las mismas durante la Segunda Guerra mundial. Hoy, sin embargo, las fuerzas productivas no crecen, lo que restringe el margen de maniobra para amplias concesiones, llevando a que las direcciones refomistas estén cada vez menos en situación de poder defender las conquistas del movimiento obrero.

Esta situación puede favorecer la emergencia de alas antiburocráticas en el movimiento obrero que se opongan a la nefasta política de la burocracia sindial abiertamente. Sin una estrategia revolucionaria ésta, sin embargo, llevará a la dirección contraria, es decir, a la demoralización y a salidas chauvinistas y xenófobas. (...)




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