jueves, 14 de junio de 2012

Vida a través del sistema social

Vida a través del sistema social



Para estos autores, - de acuerdo con Jung Mo Sung - la vida no se concibe como una sustancia que hay que preservar o defender contra las fuerzas de la muerte. Es, más bien, una característica de los seres vivos que hay que reproducir a través de la producción y consumo de bienes materiales y simbólicos necesarios. Esta producción y reproducción de la vida se da a través de y en el seno del sistema social, que incluye dimensiones económicas, sociales, políticas, culturales y espirituales. 


Jung Mo Sung explica en este ensayo los conceptos fundamentales de esta tendencia en las relaciones entre religión y economía: parte del supuesto de que todas las sociedades necesitan resolver de forma adecuada dos aspectos fundamentales de la reproducción de la vida en la sociedad (en el sentido expresado más arriba): en primer lugar, las cuestiones digamos técnicas y operacionales para la producción de al menos el mínimo de bienes materiales y simbólicos necesarios para la reproducción de la vida de los miembros de la sociedad. En segundo lugar, las sociedades necesitan responder a la pregunta sobre el sentido de la vida y de los valores sociales y morales comunes a la sociedad. 

Esto nos lleva a tres cuestiones capitales para esta tendencia: la de la distribución de la riqueza, la coordinación social y la división social del trabajo. Precisamente el choque entre el modelo capitalista y el modelo comunista que se dio en el siglo XX puede entenderse como disputa sobre dos formas diferentes de entender la coordinación de la división social del trabajo: libre mercado en el capitalismo, planificación centralizada por el Estado en el comunismo. 

“En la economía globalizada de nuestros días, - escribe Jung Mo Sung -el mercado se ha convertido en el principal coordinador de la división social del trabajo. Las personas y empresas prestan servicios o producen lo que los consumidores desean en el mercado, y se compran los bienes materiales y la mayoría de los servicios necesarios en el mercado. Quedar excluido del mercado significa no tener acceso a las condiciones de una vida digna”. 

Desde este punto de vista, los aspectos técnicos de la economía no bastan para el buen funcionamiento de la sociedad. Esta sería una mirada miope y poco humanista. No tendría en cuenta la dignidad individual de cada ser humano. Por ello, desde una óptica humanista (que se identifica con el pensamiento cristiano) es imprescindible converger hacia la construcción de valores sociales y morales que lleven a las personas a vivir y a actuar como agentes económicos de acuerdo con las dinámicas del sistema socioeconómico vigente. 

Es más. La nueva economía global necesita impulsar una espiritualidad que dé un sentido a la vida y suscitar valores morales comunes.


La crítica a la idolatría del mercado y su espiritualidad 

Dentro de esta última corriente de pensamiento y acción, autores como Franz Hinkelammert, Hugo Hassmann y Enrique Dussel han desarrollado una crítica original al sistema de mercado capitalista dominante actual. “No es solo una crítica ética o teológica sobre la economía hecha “desde fuera” utilizando la Biblia o la tradición teológica para “juzgar” la realidad económica analizada a través de las ciencias sociales y de la economía. Es una crítica al sistema de mercado (que es diferente de los sistemas sociales con mercado) a partir del concepto de idolatría”.

El concepto de “idolatría” se constituye en “lugar teológico” para Jung Mo Sung. La crítica a la idolatría del mercado no significa una crítica al mercado como tal, pero sí una crítica a la absolutización de las leyes del mercado y las exigencias sacrificiales que nacen de esa absolutización. El mercado es algo necesario para las economías modernas, pero debe ser limitado, complementado y hasta dirigido por las acciones del Estado y también de la sociedad civil.

La idolatría exige sacrificios humanos. Es evidente que ya no se realizan como en las religiones de la antigüedad, sino que –como afirmó el propio Weber – se siguen dando en nombre no ya de dioses sino de las fuerzas impersonales del mercado. Basta con oir a nuestros políticos europeos y españoles sobre la necesidad de hacer “sacrificios necesarios” exigidos por las leyes del mercado.

La necesaria crítica teológica a la idolatría del mercado tiene también una vertiente de espiritualidad. Además de la crítica a la idolatría del mercado, critica también la espiritualidad perversa, fetichista, que mueve este mercado. Un ejemplo puede desvelar el sentido de estas palabras. En el tiempo de la dictadura militar en Brasil, un importante ministro de economía, Roberto Campos, escribió lo siguiente: “La modernización presupone una mística cruel del rendimiento y del culto a la eficiencia”. Es cruel porque presupone el sacrificio de los que no son eficientes, es mística porque se requiere una fuerza espiritual para llevar adelante, sin problemas de conciencia, un proyecto social de estas características. Y es culto en el sentido en que se diviniza un sistema al que se somete al ser humano.

Por tanto, se desvela así el carácter espiritual, místico e idolátrico del actual sistema de mercado global. Y de esta manera, se puede entender el motivo de la gran fascinación que este “Imperio” global del consumo desmedido ejerce sobre la población mundial. “Además de sacrificar y dar miedo, los ídolos fascinan y atraen”.

“Frente a este miedo, vale la pena recordar la afirmación de Jesús de Nazaret: “Hombres de poca fe, ¿por qué tenéis miedo?” (Mt 8, 25). En otras palabras: superar el miedo que nos paraliza o que nos remite a un mundo ideal pero irreal, para luchar por un mundo más humano y justo, pese a las contradicciones, límites y conflictos inherentes a todo sistema social”- concluye Jung Mo Sung. 


Conclusión

Ya es un hecho conocido que el discurso dominante hoy presenta el capitalismo contemporáneo como un sistema social al cual no hay alternativa. Los neoliberales y otros pensadores pro-capitalistas elaboran las más varias teorías para decirnos la misma cosa: no hay alternativa al sistema de mercado capitalista. Sin embargo, este tipo de discurso no es ninguna novedad en la historia. Todos los sistemas de dominación, sea un imperio o un régimen autoritario, se presentan como un modelo social sin alternativa. Esto porque ellos serían una expresión de la voluntad divina, de la evolución de la naturaleza o del orden racional de la historia, o simplemente porque todas las otras alternativas serían inviables. Lo que varía es sólo la forma concreta con que un sistema social dominante se legitima cómo siendo “sin alternativa.”

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