lunes, 26 de diciembre de 2011

MEDIDAS CONTRA LA CRISIS EN MADRID, EL AYUNTAMIENTO MULTARA A QUIEN BUSQUE COMIDA EN LA BASURA

MEDIDAS CONTRA LA CRISIS EN MADRID, EL AYUNTAMIENTO MULTARA A QUIEN BUSQUE COMIDA EN LA BASURA


España, al igual que Europa y EEUU continua directa al abismo de esta crisis de diseño a la que nos están arrastrando los cuatro criminales multimillonarios dueños todavía de gran parte del poder mundial que nos gobierna. En ese marco, en la actual España democrática del siglo XXI, cada día se pueden ver más desesperadas personas en las calles buscando comida entre los contenedoras de basura. Ante esta debacle que sobrevuela a la población, ¿Cuál está siendo la respuesta de nuestros encorbatados y sonrientes políticos democráticos? Crear un nuevo motivo para multar a los pobres.

domingo, 25 de diciembre de 2011

2012: el primer año de la Era Bilderberg

2012: el primer año de la Era Bilderberg



Estamos asistiendo al abordaje del poder político por parte de los ejecutivos de Lehman Brothers, Goldman Sachs, el Club Bilderberg  y las demás organizaciones  que nos llevaron a la ruina y que no son otra cosa que la guardia pretoriana del Gran Capital. Antes trabajaban entre bambalinas, ahora a pecho descubierto; eso es algo que hay que agradecerles, sin duda. Nadie podía con Berlusconi, sus velinas y sus muchas corrupciones, hasta que los señores del Bilderberg dijeron a Mario Monti: "¡A jugar!" Y el mismo señor que poco antes se había dedicado a ocultar el déficit del gobierno griego de Kostas Karamaldis le puso de patitas en la calle a Il Cavaliere, para dirigir los destinos del pueblo italiano al gusto de Goldman Sachs, como Dios manda. Y, claro, para salvar a Grecia nadie mejor que Lucas Papademos,  exvicepresidente del BCE -el gran lobby de la banca mundial, esa que nos ha llevado a la ruina-.


Poquito a poco, sin pasar por las urnas, El Club Bilderberg, Goldman Sachs, Wall Street, el FMI y el BCE (entre otros) se hacen con las riendas del poder político, convirtiendo la soberanía popular en un mal ejercicio de papiroflexia.

En España ha bastado con convencer al nuevo presidente, Mariano Rajoy, para que pusiera al frente de nuestra economía a otro de los protagonistas del Golpe de Estado Financiero que estamos padeciendo, Luis de Guindos - ex Consejero de Lehman Brothers-, para que los dioses del Olimpo financiero se sientan felices.
 2012 va a ser el Gran Año de Wall Street, el primero de la Era Bilderberg. A partir de ahora, al conjunto de la población no nos va a quedar otra alegría que el derecho al pataleo; una semanita de asambleas en Sol y, ala, a comerse los mocos. Y, Urgandorín, la Gürtel y todo aquello... Pelillos a la mar.

Pues que no se nos atragante el turrón, que está carísimo 



Crisis estructural y rebelión popular transnacional

Crisis estructural y rebelión popular transnacional
x William I. Robinson


Los poderes fácticos del sistema mundial están cada vez más a la deriva, a medida que la crisis del capitalismo global se les va de las manos.





Desde la masacre de decenas de jóvenes manifestantes por el ejército en Egipto hasta la brutal represión del movimiento Ocupa en EE.UU. o los cañones de agua lanzados por la policía militarizada de Chile contra estudiantes y trabajadores, los Estados y las clases dominantes se muestran incapaces de contener la marea de rebelión popular a nivel mundial y deben recurrir a una represión cada vez más generalizada. En pocas palabras, las inmensas desigualdades estructurales de la economía política mundial ya no pueden ser sostenidas a través de mecanismos consensuales de control social. Las clases dominantes han perdido legitimidad y estamos asistiendo a una ruptura de la hegemonía de la clase dominante a escala mundial.

Para entender lo que está sucediendo en esta segunda década del nuevo siglo, tenemos que ver el panorama en su contexto histórico y estructural. Las elites globales esperaban que la "Gran Depresión", que comenzó con la crisis de las hipotecas y el colapso del sistema financiero mundial en 2008, fuera una recesión cíclica que pudiera resolverse mediante rescates patrocinados por los Estados y los paquetes de estímulo. Pero ha quedado claro que ésta es una crisis estructural. Las crisis cíclicas son episodios regulares en el sistema capitalista, que ocurren aproximadamente una vez por década, y por lo general duran de 18 meses a dos años. Hubo recesiones mundiales a inicios de la década de 1980, de 1990 y a principios del siglo XXI.

Las crisis estructurales son más profundas, su resolución requiere de una reestructuración a fondo del sistema. Las crisis estructurales mundiales en las décadas de 1890, 1930 y 1970 se resolvieron mediante una reorganización del sistema que produjo nuevos modelos de capitalismo. "Resolver" no quiere decir que los problemas que enfrentaba la mayoría de la humanidad bajo el capitalismo se hayan resuelto, sino que la reorganización del sistema capitalista en cada caso superó las restricciones a la reanudación de la acumulación de capital a escala mundial. La crisis de la década de 1890 se resolvió en los núcleos del capitalismo mundial a través de la exportación de capitales y de una nueva onda de expansión imperialista. La Gran Depresión de los años 1930 se resolvió con el recurso a variantes de la socialdemocracia, tanto en el Norte como en el Sur: bienestar, capitalismo populista o desarrollista que implicaba redistribución, la creación de un sector público y la regulación del mercado por el Estado.

La globalización y la crisis estructural actual

Para entender la actual coyuntura tenemos que volver a los años ‘70. La etapa de la globalización del capitalismo mundial que ahora vivimos se desarrolló a partir de la respuesta que dieron distintos agentes a los episodios anteriores de crisis, en particular, a la crisis de los ‘70 de la socialdemocracia, o dicho más técnicamente, del fordismo-keynesianismo, o del capitalismo redistributivo. A raíz de esa crisis, el capital pasó a ser global, como una estrategia de la emergente clase capitalista transnacional y sus representantes políticos para reconstituir su poder de clase, al liberarse de las restricciones a la acumulación que imponían los Estados-nación. Estas restricciones -el llamado "compromiso de clase"- se habían impuesto al capital a raíz de décadas de luchas de masas a escala nacional de las clases popular y obrera, a través del mundo. Durante los años 1980 y 1990, sin embargo, las elites globalizantes se adueñaron del poder estatal en la mayoría de países del mundo y utilizaron ese poder para impulsar la globalización capitalista a través del modelo neoliberal.

La globalización y las políticas neoliberales destaparon enormes y nuevas oportunidades para la acumulación transnacional en los años 1980 y 1990. La revolución en la tecnología de computación e informática y otros avances tecnológicos ayudaron al capital transnacional emergente a lograr grandes avances en la productividad y a reestructurar, "flexibilizar" y deshacerse de mano de obra en todo el mundo. Esto, a su vez, debilitó los sueldos y los beneficios sociales y facilitó una transferencia de ingresos al capital y a los sectores de alto consumo a través del mundo, que significaron nuevos segmentos de mercado, estimulando el crecimiento. En suma, la globalización hizo posible una gran expansión extensiva e intensiva del sistema y desató una nueva ronda frenética de acumulación en el mundo que contrarrestó la crisis de los ‘70 de disminución de las ganancias y de las oportunidades de inversión.

Sin embargo, el modelo neoliberal se ha traducido también en una polarización social sin precedentes a nivel global. En el siglo XX, férreas luchas sociales y de clase en todo el planeta pudieron imponer un cierto control social sobre el capital. Las clases populares, en diverso grado, lograron obligar al sistema a vincular lo que llamamos la reproducción social a la acumulación de capital. Lo que ha sucedido con la globalización es una ruptura entre la lógica de acumulación y la de reproducción social, que ha repercutido en un crecimiento sin precedentes de la desigualdad social y ha intensificado las crisis de supervivencia de miles de millones de personas mundialmente.

Los efectos de pauperización desatados por la globalización han generado conflictos sociales y crisis políticas que el sistema hoy encuentra cada vez más difícil contener. El lema "somos el 99 por ciento" surge de la realidad de que las desigualdades globales y el empobrecimiento se han intensificado enormemente desde que la globalización capitalista arrancó en la década de 1980. Amplios sectores de la humanidad han experimentado una movilidad descendente absoluta en las últimas décadas. El propio FMI se vio obligado a admitir en un informe de 2000 que "en las últimas décadas, casi una quinta parte de la población mundial ha retrocedido. Este es posiblemente uno de los mayores fracasos económicos del siglo XX".

La polarización social global agudiza el problema crónico de sobreacumulación. Esto refiere a la concentración de la riqueza en cada vez menos manos, hasta que el mercado mundial sea incapaz de absorber la producción mundial y el sistema se estanque. A los capitalistas transnacionales les resulta cada vez más difícil desembarazarse de su masa ya abultada y aún creciente de excedentes: no pueden encontrar salidas donde invertir su dinero con el fin de generar nuevas ganancias, por lo que el sistema entra en una recesión o algo peor. En los últimos años, la clase capitalista transnacional ha recurrido a la acumulación militarizada, a la especulación financiera salvaje y al allanamiento o saqueo de las finanzas públicas, a fin de sostener su lucro frente a la sobreacumulación.

Mientras que la ofensiva del capital transnacional contra las clases obrera y popular globales se remonta a la crisis de la década de 1970 y ha crecido en intensidad desde entonces, la Gran Recesión de 2008 fue en muchos aspectos un importante punto de inflexión. En particular, a medida que la crisis se extendía, generaba las condiciones para nuevas ondas de austeridad brutal en todo el mundo, mayor flexibilización laboral, el aumento abrupto en el desempleo y el subempleo, y así sucesivamente. El capital financiero transnacional y sus agentes políticos utilizaron la crisis para imponer una austeridad brutal e intentar desmantelar lo que queda de los sistemas de bienestar y los estados sociales en Europa, América del Norte y en otros lugares, para exprimir más plusvalía de la mano de obra, tanto directamente a través de una explotación más intensa, como indirectamente a través de las arcas estatales. El conflicto social y político se ha intensificado en todo el mundo a partir de 2008.

Sin embargo, el sistema ha sido incapaz de recuperarse, y por el contrario se hunde más en el caos. Las elites globales no pueden manejar las contradicciones explosivas. ¿Será que el modelo neoliberal del capitalismo entra en una etapa terminal? Es crucial entender que el neoliberalismo no es más que un modelo de capitalismo global; decir que el neoliberalismo puede estar en crisis terminal no quiere decir que el capitalismo global esté en crisis terminal. ¿Es posible que el sistema responda a la crisis y a la rebelión de masas mediante una nueva reestructuración que desemboque en un modelo diferente de capitalismo mundial –quizás un keynesianismo global que involucre la redistribución transnacional y la regulación transnacional del capital financiero-? ¿Será que las fuerzas rebeldes desde abajo serán cooptadas en un nuevo orden capitalista reformado?

¿O será que nos dirigimos más bien hacia una crisis sistémica? Una crisis sistémica es aquella en la que la solución implica el fin del sistema en sí mismo, ya sea a través de su superación y la creación de un sistema completamente nuevo, o -más preocupante- el colapso del sistema. El hecho que una crisis estructural se convierta o no en sistémica depende de cómo reaccionen las distintas fuerzas sociales y fuerzas de clase: desde los proyectos políticos que proponen, así como los factores de contingencia que no se pueden predecir de antemano, y de las condiciones objetivas. Es imposible en este momento predecir el resultado de la crisis. Sin embargo, algunas cosas están claras en la actual coyuntura mundial.

La coyuntura actual

En primer lugar, esta crisis comparte una serie de aspectos con las crisis estructurales anteriores, de los años 1970 y 1930, pero también tiene varias características que la diferencian:
- El sistema está llegando rápidamente a los límites ecológicos de su reproducción. Nos enfrentamos al espectro real del agotamiento de los recursos y de catástrofes ambientales que amenazan con un colapso del sistema.

- La magnitud de los medios de violencia y control social no tiene precedentes. Las guerras informatizadas, aviones teledirigidos, bombas antibúnker, guerras de las galaxias y otros similares han cambiado el rostro de la guerra. La guerra ha sido convertida en algo "normal" y "sanitaria" para quienes no están en la mira directa de una agresión armada. También sin precedentes está la concentración en manos del capital transnacional del control de los medios de comunicación y de la producción de símbolos, imágenes y mensajes. Hemos llegado a la sociedad de vigilancia panóptica y al control orwelliano del pensamiento.

- Estamos llegando a los límites de la gran expansión del capitalismo, en el sentido de que ya no hay nuevos territorios de importancia que puedan ser integrados al capitalismo mundial; la desruralización ya está muy avanzada, y se ha intensificado la mercantilización del campo y de los espacios pre-y no capitalistas, convertidos al estilo invernadero en espacios del capital, de modo que la expansión intensiva está llegando a niveles nunca antes vistos. Es como montar en bicicleta: el sistema capitalista necesita expandirse de forma continua o de lo contrario se derrumba. ¿Hacia dónde se puede expandir el sistema ahora?

- Emerge un gran excedente de población que habita un planeta de ciudades miseria, excluido de la economía productiva, arrojado a los márgenes, y sujeto a sofisticados sistemas de control social y de crisis de supervivencia, como también a un ciclo mortal de despojo-explotación-exclusión. Este hecho plantea de manera nueva el peligro de un fascismo del siglo XXI y de nuevos episodios de genocidio para contener la masa excedente de humanidad y su rebelión real o potencial.

- Existe una disyuntiva entre una economía globalizante y un sistema de autoridad política basado en el Estado-nación. Los aparatos estatales transnacionales son incipientes y no han sido capaces de desempeñar el papel de lo que los científicos sociales llaman un "hegemón", o un Estado-nación líder con suficiente poder y autoridad para organizar y estabilizar el sistema. Los Estados-nación no pueden controlar la tormenta de una economía global fuera de control; y los Estados enfrentan crisis crecientes de legitimidad política.

En segundo lugar, las élites mundiales son incapaces de plantear soluciones. Al parecer se encuentran en la bancarrota política y son impotentes para dirigir el curso de los acontecimientos que se desenvuelve ante sus ojos. En el G-8, G-20 y otros foros, priman las disputas, divisiones y una aparente parálisis, donde se muestran indispuestos a cuestionar el poder y la prerrogativa del capital financiero transnacional: esa fracción del capital que es hegemónica a escala mundial, y que es la fracción más rapaz y desestabilizadora. Mientras que los aparatos estatales nacionales y transnacionales se resisten a intervenir para imponer regulaciones al capital financiero global, sí lo han hecho para imponer los costos de la crisis a la clase trabajadora. Las crisis presupuestarias y fiscales que, supuestamente, justifican los recortes en el gasto y la austeridad, son artificiales. Son la consecuencia de la falta de voluntad o la incapacidad de los Estados de desafiar al capital y de su disposición a transferir la carga de la crisis a las clases trabajadoras y populares.

En tercer lugar, no habrá una salida rápida del caos mundial que crece. Nos espera un periodo de grandes conflictos y trastornos profundos. Como ya hemos dicho, uno de los peligros es una respuesta neo-fascista para contener la crisis. Estamos frente a una guerra del capital contra todos. Tres sectores del capital transnacional, en particular, se destacan como los más agresivos y propensos a buscar arreglos políticos neo-fascistas para garantizar la acumulación continua a medida que la crisis avanza: el capital financiero especulativo, el complejo militar-industrial-seguridad y el sector extractivo y energético. La acumulación de capital en el complejo militar-industrial-seguridad depende de interminables conflictos y guerras -incluyendo las llamadas guerras contra el terrorismo y las drogas-, así como de la militarización del control social. El capital financiero transnacional depende de tomar el control de las finanzas estatales y la imposición de deudas y austeridad a las masas, lo que a su vez sólo puede lograrse mediante una creciente represión. Y las industrias extractivas dependen de nuevas rondas de despojo violento y la degradación ambiental en todo el planeta.

En cuarto lugar, las fuerzas populares mundialmente han pasado de la defensiva a la ofensiva, más rápidamente de lo que nadie podía imaginar. Claramente en este año 2011, la iniciativa pasó de la élite transnacional a las fuerzas populares de abajo. En los años 1980 y 1990, el leviatán de la globalización capitalista había revertido la correlación mundial de fuerzas sociales y de clase en favor del capital transnacional. Si bien la resistencia prosiguió en distintas partes del mundo, las fuerzas populares de base se encontraron desorientadas y fragmentadas en esas décadas, empujadas a la defensiva en el apogeo del neoliberalismo. Luego, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 permitieron a la élite transnacional, bajo el liderazgo de Estados Unidos, sostener su ofensiva mediante la militarización de la política mundial y la ampliación de los sistemas de control social represivo, en nombre de la "lucha contra el terrorismo".

Ahora todo esto ha cambiado. La revuelta mundial en marcha ha transformado todo el panorama político y los términos del discurso. Las elites globales están confundidas, reactivas y se hunden en el pantano de su propia creación. Es de destacar que quienes están en lucha a través del mundo han mostrado un fuerte sentido de solidaridad y están intercomunicados intercontinentalmente. Así como el levantamiento de Egipto inspiró el movimiento Ocupa, este último ha sido una inspiración para una nueva onda de la lucha de masas en Egipto. Queda por ampliar la coordinación transnacional y avanzar hacia programas coordinados transnacionalmente. Toda vez, el imperio del capital global 
definitivamente no es un "tigre de papel". A medida que las elites globales se reagrupen y evalúen la nueva coyuntura y la amenaza de una revolución global de masas, lo que harán -y ya han comenzado a hacerlo- es organizar una represión masiva coordinada, nuevas guerras e intervenciones, y mecanismos y proyectos de cooptación, en sus esfuerzos por restaurar la hegemonía.

La única solución viable a la crisis del capitalismo global es una masiva redistribución de la riqueza y del poder hacia abajo, hacia la mayoría pobre de la humanidad siguiendo las líneas de un socialismo del siglo XXI democrático, en el que la humanidad ya no esté en guerra consigo mismo y con la naturaleza.

- William I. Robinson es profesor de sociología, estudios globales y latinoamericanos en la Universidad de California, recinto Santa Bárbara, EEUU. (Traducción Alai)

BENJAMIN FULFORD, NOS PIDE QUE ENCARCELEMOS A LA ELITE DEL PODER MUNDIAL. VIDEO COMUNICADO 21 DICIEMBRE 2011

BENJAMIN FULFORD, NOS PIDE QUE ENCARCELEMOS A LA ELITE DEL PODER MUNDIAL. VIDEO COMUNICADO 21 DICIEMBRE 2011


A continuación hemos traducido y subtitulado un nuevo y arengador comunicado grabado casi finalizando el año 2011 del periodista y portavoz Benjamin Fulford desde Japón, el cual se encuentra exiliado allí bajo la protección de la sociedad del Dragón Blanco. Benjamin habla contra esta minoría cacique y criminal que todavía nos gobierna y nos ha arrastrado [...]

viernes, 23 de diciembre de 2011

XANDRO, DISECCIONANDO LA MATRIX EN 2012

XANDRO, DISECCIONANDO LA MATRIX EN 2012


Continuamos difundiendo en DESPERTARES buenas reflexiones de aquellos libre pensadores que luchan por construir un mundo fuera de la opresión y la esclavitud encubierta en la que vivimos actualmente la humanidad, reflexiones sinceras y auténticas que muy difícilmente podemos encontrar en los censurados y manipulados grandes medios de comunicación.
En esta ocasión, Xandro nos hace una afinada disección de cómo funciona el decrépito sistema en el que actualmente vivimos una gran mayoría parasitados por una minoría, así como un análisis de lo que nos espera en el año 2012 en base a dichas disquisiciones.
Como siempre, los comentarios están abiertos para contrastar sus opiniones al respecto.

LA BONDAD DEL SER HUMANO

LA BONDAD DEL SER HUMANO


Quizás el siguiente vídeo sin palabras induzca a alguna reflexión positiva que haga un poco más digna nuestra existencia.

Contra el Estado del Bienestar, la sociedad de consumo y las instituciones manipulativas

Contra el Estado del Bienestar, la sociedad de consumo y las instituciones manipulativas
x Pedro García Olivo   



“Un pastor leyó una vez, en un libro muy antiguo, de cuando se sabían todas las cosas y las letras se adornaban con dibujos, que, andando el tiempo, la tierra entera se convertiría en un desierto; y debe ser verdad, por lo antiguo que era el libro y lo elegante de los dibujos.”

Alejandro, pastor de Arroyo Cerezo

Decía Barthes que cambiar el sentido de las palabras, inventar nuevas locuciones, mezclar y confundir los lenguajes, era operar una Revolución. Cuando ya casi todo ha sido enunciado, y callarse arrojaría una amenaza mayúscula pero desatendible, gigantesca y, a su vez, desvalida, “renombrar” las cosas aparece como un arte refugio, en el que Illich sobresale.

Como, en estos tiempos sombríos que vivimos, nadie va a correr en nuestra ayuda con una antorcha en la mano, como ni queremos ni admitimos más “iluminados”, el gesto de Illich arrostra una asombrosa contemporaneidad. Decir lo dicho, con otro lenguaje, tras modificar “singularmente” la perspectiva: nada menos y casi demasiado...

El hombre que no aspira ya a “desentrañar”, a “descubrir”, a “exhumar”, que no se presume cultivador de una intimidad prodigiosa con la Verdad, pero que está lleno de insumisión en su corazón, que arde en deseos de actuar, puede aún “crear” renombrando. Y, por fuera de ese empeño, o acaso desde la médula misma de ese empeño, puede tentar también una meta sublime, que ha atravesado toda la historia de nuestra cultura: “pensar la vida, vivir el pensamiento”. Vivir, al fin, en paz con uno mismo; sonreír, sin ironía, ante las preguntas de la propia conciencia.

¿Cómo no sentirse hermano de Iván Illich al percibir, y a veces “padecer”, su voluntad extrema de sinceridad, aún cuando camina sobre las palabras de los otros, su sed de coherencia? Sinceridad intelectual y coherencia vital...

La mayor parte de los libros publicados se dejan leer desde una perspectiva “cínica”. Y es lo que les corresponde, pues se escribieron con un espíritu “cínico”. No hay verdad sustancial en sus palabras, porque tampoco hay demasiada verdad en la vida de sus lectores. Se traba, ahí, un juego entre mentirosos... Juegan; pero ríen poco, o ríen teatralmente. Y todo huele a sepulcro... Illich habla desde el corazón, es sabido. Pero lo maravilloso, casi lo imposible, es que ese corazón está sano...

He sentido la tentación de escribir un prólogo un poco más académico, más al uso, informando, contextualizando, apenas mostrándome al hablar de otro. Pero no he podido del todo. Lo siento por los compañeros de Brulot, que seguramente esperaban otra colaboración de mi parte. Me ha asaltado el convencimiento de que es preciso empezar quitándose el sombrero ante Illich, maestro (y nunca Profesor) de la anti-pedagogía, inspirador (aunque no Guía) de la desescolarización; un “hombre bueno”, lo más peligroso y lo más arriesgado que cabe hoy imaginar, lo más temido por los poderes, como nos sugería Zizek, lo más odiado por los hombres “ni buenos ni malos”, tibios, templados, que Dante ubicaba en la antesala del infierno, tan ineptos para la plegaria como para la blasfemia, incapaces de afirmar y de negar. Illich, diablo ético, nuestro compañero, nuestro hermano. Iván, un “buen demonio”, en la acepción de Goethe.

Consciente de que “sobra” el prólogo (Derrida: “Precediendo a lo que debe poder presentarse a sí mismo, cae como una corteza hueca y un desperdicio formal, momento de la sequedad o de la charlatanería, a veces una y otra cosa al mismo tiempo”), concibo este preámbulo como una declaración de reconocimiento. Quienes no profesan el menor “culto” a la Escuela, estiman o estimarán (cuando tengan la ocasión de leer sus obras) a Iván Illich. Y obtendrán la satisfacción complementaria, el regalo, de poder también disentir, ciertamente no en lo fundamental, pero sí en los detalles, en las implicaciones, en las derivas.

En un tiempo en que la Escuela se universaliza sobre el cadáver de las distintas modalidades educativas no-occidentales, en que reduce a la mínima expresión las restantes instancias de transmisión cultural, con las que de algún modo competía, en que se sabe sin enemigo, sin paliativo, sin contrarresto, ídolo sin crepúsculo, autoridad incuestionable, la figura de Iván Illich cobra una importancia inusitada.

Así como contamos con una robusta tradición pedagógica, un amplio abanico de experiencias reparadoras de la escolarización, que se despliega desde las Escuelas Nuevas de la primera hora (vinculadas al reformismo originario de Pestalozzi, Dewey, Montessori, Decroly, Ferrière...) hasta las Escuelas Libres de hoy mismo (con Summerhill en Gran Bretaña, Paideia en España y Pesta en Ecuador como proyectos señeros), pasando por el “progresismo” de las Escuelas Activas (Freinet, bajo la pancarta), de la llamada “Pedagogía Institucional” (Oury, Vásquez, Lobrot) y de las propuestas “no-directivas” (Rogers), etc.; así como son miles los autores que han pensado para la Escuela, viendo el modo de “mejorarla”, “reformarla”, “modernizarla”, “actualizarla”,... apenas podemos citar a unos cuantos teóricos “disidentes”, entregados a la crítica “radical” de la institución de enseñanza, en la línea de lo que se ha titulado “anti-pedagogía” o “desescolarización”.

Ha habido, desde luego, poetas y narradores que pusieron de manifiesto una sensibilidad anti-escolar, tal no pocos “románticos” y la mayor parte de los “malditos”. Recordemos a Wilde (“Así como el filántropo es el azote de la esfera ética, el azote de la esfera intelectual es el hombre ocupado siempre en la educación de los demás”), a Rimbaud (“Tiene una mano que es invisible y que mata”), a Hölderlin (“Ojalá no hubiera pisado nunca esa escuela”), a Lautréamont (Escuela: “la mansión del embrutecimiento”, “la hermana de la sanguijuela”), a Baudelaire (Una ocupación del Diablo: “Inspirar la pluma, la palabra y la conciencia de los Pedagogos”), a Cortázar (el lema del Profesor: “Mandar para obedecer, obedecer para mandar”), a Artaud (“Todo ese magma purulento de la casta de los grandes burgueses eximidos de la conciencia y del espíritu: curas, científicos, médicos, profesores...”), etc.
Pero, desde el ámbito filosófico, desde la arena científica, desde el campo del ensayo, son escasos los autores comprometidos en la desacralización y repudio de la Escuela. Por eso destella la figura de Iván Illich, al lado de muy pocas: Nietzsche (“el fin de la Escuela es formar lo antes posible empleados útiles y asegurarse de su docilidad incondicional”) y Marx (la Escuela reproduce la sociedad de clases “burguesa” y la opresión política “democrático-liberal” propias del Capitalismo) como precursores; Stirner y Blonskij más tarde; Bakunin y Ferrer Guardia; Althusser, Bourdieu, Passeron y otros desde el marxismo europeo; Reimer y Alice Miller con una energía sorprendente; tal vez Jorge Larrosa, siempre Julio César Carrión,... Con “El irresponsable” y “El educador mercenario” hemos pretendido sumarnos a ese “intertexto” movedizo, que diría Kristeva, pues quizá no pueda hablarse, con propiedad, de tradición anti-pedagógica.

E Iván Illich destaca por la amplitud y belicosidad de su narrativa “desescolarizadora”, que se plasma en la obra que prologamos, pero también en otras (“Juicio a la Escuela”, “La Escuela, una vaca sagrada”,...). Junto a Reimer, toma a su cargo la “re-elaboración” y “explicitación” del legado anti-escolar anterior, adscrito al pensamiento nietzscheano, marxista y anarquista de la primera mitad del siglo XX. En algún sentido, atraviesa un umbral, desarrollando conceptos de los que ya no se podrá prescindir: la idea de la “pedagogía implícita”, el “programa latente” o el “currículum oculto”, en primer lugar, “renombrando” tesis marxistas acerca de la “inculcación ideológica” inherente a toda práctica institucional y su cristalización en “estructuras de la personalidad”; la temprana denuncia de lo que cabría denominar “fundamentalismo escolar” o “religión de la
escolaridad”, etc. Si, en cierto modo, con Nietzsche y Marx ya quedaba casi todo “dicho” en relación con el cometido de la Escuela, con su finalidad, hubo que esperar a Illich para que se identificaran los
mecanismos concretos, los procedimientos específicos, instrumentalizados por la organización escolar para dar buena cuenta de tales objetivos. “La meta de la Escuela es el Estado”, sentenció Nietzsche. Y, para ello, colabora en la forja del empleado útil y del ciudadano dócil -agregó. “Solo hay Escuela donde hay Opresión”, cabe leer en Marx: el artefacto de la Educación Pública nace “en”, “de” y “para” la sociedad de clases moderna; y a él le incumbe “reproducir” esa fisura, esa fractura radical, perpetuando la desigualdad y la explotación económica, de un lado, y la coerción y la vigilancia política, de otro. 

Admitido en los medios críticos que la Escuela surge para operar una “reforma moral” de la población, para adecuar el material humano infantil y juvenil a las necesidades de la máquina económica y de la máquina política del Capitalismo, tuvo que concurrir Illich para que se desvelase el modo efectivo, casi empírico, en que prestaba ese servicio.

E Iván nos habló del examen, en sí mismo violento e “indoctrinador”, del control “carcelario” de la asistencia, de la policía de los discursos que subyace a cualquier “temario”, de la posición “autoritaria” de todo profesor, de la interrelación “viciada” en las aulas, del “programa latente” que enseña sumisión y domesticidad,...

La posición de Illich se singulariza, dentro del arco anti-pedagógico, por dos circunstancias decisivas: en primer lugar, por el ángulo desde el que examina la escuela (una suerte de tríade:

1) teoría crítica general de las instituciones;

2) anti-industrialismo, revisión del productivismo, literatura de la “sociedad de consumo”;

3) perspectiva de los países subdesarrollados, de la pobreza en América Latina); y, en segundo, por su voluntad de diseñar “alternativas”, de trascender el “idealismo negativo”, de resolver la crítica no solo en “hacer” (poesis) sino también en “actuar” (praxis).

Illich “renombra” porque recurre a un aparato conceptual muy peculiar, a un repertorio terminológico de self-service, forjado con préstamos de la teoría de las instituciones, del anti-productivismo intelectual y de la crítica de la sociedad de consumo. Al no partir expresamente del basamento marxista o de la impugnación anarquista, al desechar jergas funcionalistas y lenguajes especializados académicos, puede “refrescar” el universo del discurso y hablar “de otra manera” para, no obstante, incidir en la misma denuncia sustancial y converger en el rechazo franco del sistema.

Podría argumentarse que la teoría de las instituciones esgrimida por Illich (y que aplica a la Escuela, pero también a la medicina oficial, a los transportes públicos y a otros supuestos “servicios” del Estado) no ofrece demasiadas ventajas comparativas si la situamos al lado de la reflexión gramsciana en torno a las “instituciones de la sociedad civil” o de la elaboración de Althusser y otros estructuralistas marxistas a propósito de los “aparatos ideológicos del Estado”.

Illich renombra bellamente, pero el marco de análisis es más vasto, más completo, en los casos del italiano y de los franceses. No obstante, me emociona la fuerza con que Illich subraya un aspecto, descuidado por estos y por aquél: la Institución (“manipulativa”) atenta contra la autonomía personal y la ayuda mutua comunitaria, contra la aspiración de independencia del individuo y su inclinación espontánea a la solidaridad, contra su capacidad de auto-defensa en el seno de una colectividad, contra su orgullo y dignidad en tanto aspirante a un “valerse por sí mismo” entre compañeros; la Institución nos convierte en “dependientes” de una burocracia de los servicios sociales fudamentalmente perversa, paralizadora y domesticadora -nos moldea como “toxicómanos” de la protección estatal. De un modo genial, Illich señala el horror intrínseco a toda formulación moderna de un “Estado del Bienestar”.

Podría sostenerse, también, que, por aferrarse a la “teoría de la sociedad de consumo”, se ve impelido a “saltar” precipitadamente desde el ámbito económico (producción, intercambio, consumo, beneficio,...) al político-cultural (crítica de la educación, la salud, el transporte... administrados), perdiendo de vista la “mediación social”, con lo que desatiende la cuestión clave de la dominación de clase, de la antítesis Capital-Trabajo, de la división en la población.

Pero, como contrapartida, al atenerse a esos conceptos de un modo neto, diáfano, sólido, los planteamientos de Illich en torno a la Escuela, el Hospital o el Transporte pueden llevarse con facilidad al terreno, muy actual, muy en boga, de la ecología política, de la crítica anti-industrial - rechazo del “desarrollo”, del “crecimiento”, del llamado “frankenstein tecnológico”... Demolido el mito del “Estado del Bienestar”, Illich arrumba la Ilusión, tantas veces desvelada, del Crecimiento Económico Indefinido, dejando al orden capitalista absolutamente huérfano de justificaciones, verdaderamente “desnudo”.

Me importa mucho subrayar que el tercer aspecto de la “perspectiva” de Illich (el enfoque sudamericano) le ha permitido esquivar el más turbio de los etnocentrismos: concebir el Planeta como una mera proyección de Occidente. Iván, aparte de subrayar la “maldad” congénita de la Escuela, de toda forma de Escuela, sostiene que incrementa su destructividad, que resulta si cabe aún más nociva, perjuicio amplificado, en los países pobres, en las economías deprimidas. Se opone, así, al discurso “desarrollista” que presenta la escolarización como condición “sine qua non” del progreso material y cultural, y que no quiere ver “educación” allí donde no hay “escuela” (¿qué era y qué es, entonces, la “educación comunitaria indígena”?, ¿qué era y qué es la “educación rural- marginal tradicional”?, nos preguntamos hoy nosotros, gracias a Illich).

4)Que la tierra entera se convertiría en un desierto...

Iván Illich es un temperamento “constructor”, “positivo”, “emprendedor”. Pocas veces se concilian, en una personalidad, un radicalismo crítico tan grande en los presupuestos y una voluntad tan férrea de “alternativa”, de “diseño”, de “invención”, en las derivadas prácticas.

Denunciarlo todo y ser capaz de “proponer” mucho convierte a Illich en un auténtica “rara avis” de la Modernidad. En efecto, sorteando los cepos del nihilismo y del maximalismo inmolador, Illich no ceja nunca
en su empeño de alumbrar estructuras educacionales inéditas, que no se reconozcan en el modelo de la Institución Manipulativa, “no-escuelas” podríamos decir; fórmulas y procedimientos “distintos” para la transmisión del saber, para la elaboración y difusión cultural, para la socialización de la población, para la subjetivización de la infancia y para la moralización de las costumbres...

Cuernavaca ha sabido de ese afán, y se ha convertido en referencia para muchas cosas que conciernen a la crítica cultural más profunda (“crítica de la cultura como crítica de la sociedad”, en el decir de Adorno).

Corría con ello, no cabe duda, un riesgo; pues el “tránsito” (el “periplo”) desde la crítica teórica hasta la innovación pragmática no puede darse hoy sin vértigo, sin escalofrío y tal vez sin fracaso. Y cabría valorar sus propuestas (Tramas de Aprendizaje, Lonjas de Habilidades, Servicios de Búsqueda de Compañeros, Tarjetas de Edu-crédito, Bonos de Estudio”, Instituciones Conviviales”, etc.) como llamativas excrecencias de cierto “utopismo conservador”. Hablamos de “conservadurismo” porque tales iniciativas están pensadas para el aquí y ahora, para la sociedad tardo-capitalista; y quieren encajar en su seno, lograr la admisión, “institucionalizarse” de alguna manera, clavarse en lo Dado, “fijarse”. Y decimos “utopismo” porque salta a la vista que ningún gobierno, ningún partido, ningún poder va a dar un solo paso en esa dirección: no lo hará nunca precisamente por el radicalismo de la premisa, por la extremosidad del proyecto -se trata de abolir la Escuela, de des-escolarizar la sociedad, y de articular un universo educativo sustitutorio...

Queda la poética del gesto: trascender la mera crítica negativa, como si se sucumbiera a “la tentación de existir” (Cioran), para exponerse a la mancha. Trabajar en lo sucio a fin de que no lo sea tanto, y aunque nos ensucie.

Pero, justamente cuando Illich está más cerca de aquel “utopismo conservador”, de aquella “ingeniería de los métodos alternativos”, tanto más lleno de sugerencias y de hallazgos teórico-prácticos se nos revela. Es entonces cuando alude a las relaciones discipulares libres (vínculo maestro-discípulo), que nada tienen que ver con las docentes autoritarias (vínculo profesor-alumno). Es entonces cuando descalifica con dureza el engendro de las llamadas Escuelas Libres, las más mentirosas y las más venenosas de todas. Es entonces cuando canta a la auto-educación, a la educación en comunidad, a la interrelación cultural no reglada. Es entonces cuando aboga por “tramas” de aprendizaje en las cuales los participantes pudieran intercambiar libremente su
saber, apoyarse en sus búsquedas compartidas, elegir “maestros” temporales, siempre desde la horizontalidad y la ausencia de jerarquía, siempre desde la autonomía -prefigurando, ciertamente, aspectos de las llamadas “redes sociales” y de otros dispositivos de transferencia cultural propiciados por Internet. Es entonces, precisamente cuando quizá sueña, cuando más amable nos parece este hombre sublevado, que nos enriquece en todas y cada una de sus páginas, yerre o no el tiro.

Cada vez que revisito sus textos, siento que su optimismo político y existencial, su posibilismo cultural, amenazan con reclutarme. Pero no lo logran: allí donde él proclama “muerta” la Escuela, yo la veo soberana, invencible, indestructible; allí donde él habla del “fracaso” de la educación administrada, yo veo un éxito clamoroso, un triunfo sin fin. Y doy por eso la razón a mi amigo pastor, para quien la antigüedad y la estética son cifras de la verdad: “La tierra entera se convertirá en un desierto”. En el ámbito de la Cultura, y en gran medida gracias a la Escuela, los occidentales vivimos ya en medio del desierto. ¿Qué somos, si no desierto? ¿Y qué hacemos, aparte de desertizar cuanto tocamos?

Pedro García Olivo-La Haine