Incógnitas de la elección en Venezuela
Por: Luis Bilbao
A escasos días de la elección presidencial en Venezuela, dos incógnitas tienden un velo de niebla sobre el futuro de la Revolución Bolivariana. Cuando se despejen, podrá vislumbrarse cuál será el curso de la región en el próximo período histórico.
Esos enigmas envuelven otro mayor: puesto que la marcha de transformaciones profundas en la región tiene una lógica inexorable, resta saber si los poderes establecidos permitirán o no que su búsqueda continúe por medios institucionales.
La primera pregunta es qué magnitud tendrá la diferencia por la cual Hugo Chávez vencerá a su contrincante. Todas las encuestas profesionalmente serias indican que la distancia a favor del candidato del Gran Polo Patriótico será de entre 10 y 30 puntos. La segunda -esta sí decisiva- es si el Departamento de Estado aceptará o no otros seis años de gobierno revolucionario en Venezuela sin apelar a la violencia para derrocarlo.
Se trata de una decisión política en manos del comando central del imperialismo. Pero esa decisión es en sí misma motivo de conflicto en el seno de una burguesía imperial dividida y enfrentada como nunca antes. Y debe darse en un cruce de caminos fatal: la crisis capitalista mundial y la existencia de un centro revolucionario socialista que, a través de los países componentes del Alba se proyecta hacia el mundo entero. Y atrae como poderosa fuerza gravitacional a miles de organizaciones y cuadros militantes anticapitalistas a escala planetaria.
Es menos intrincada la cuestión respecto de la magnitud de la victoria de Chávez. Más por información periodística que por fundamento analítico, cabe reseñar los guarismos presentados por las consultoras con antecedentes respetables en la última jornada en que el Consejo Nacional Electoral permite la difusión de encuestas, el 30 de septiembre. Sólo el nombre de la empresa y la previsión porcentual correspondiente a Henrique Capriles Radonski y Hugo Chávez, respectivamente: International Consulting Service: 39,2 – 60,8; Consultores 30.11: 35,7 – 57,2; GIS XXI: 43,5 – 56,5; IVAD: 32,2 – 50,3; Datanalisis: 39 – 49,4; Hinterlaces: 42,5 – 57,5. Vaya paradoja: las consultoras reconocidas por su proximidad con la oposición prevén una ventaja mayor para Chávez; en tanto las encuestadoras simpatizantes del gobierno anuncian una ventaja menor.
Aparte la contundencia de esos sondeos, la realidad del momento pre-electoral se manifiesta en otra dimensión: la calle.
En la jornada de ayer, domingo 30, la Mesa de la Unidad Democrática cerró su campaña con una concentración imponente en la Avenida Bolívar, en Caracas. Muy lejos del millón de personas alegado (lejos incluso de la mitad de esa cifra, como podía claramente verse desde los balcones del Hotel Alba Caracas), la multitud fue no obstante una exitosa prueba de fuerza para la coalición opositora, que en las últimas semanas ha venido desgranándose y haciendo públicas sus divisiones internas con la deserción de figuras importantes de su endeble acuerdo reaccionario.
Ocurre que esa multitud fue la excepción en una larga campaña con innumerables actos escuálidos, no ya por su condición política, sino por sus dimensiones. Pese a la notable eficiencia de un equipo de campaña cuyo centro asesor es un grupo estadounidense encabezado por Stan Greenberg, pese al despliegue abrumador de recursos económicos, al desplazamiento de personas de un Estado a otro para rellenar actos, Capriles tuvo una campaña sin fervor de sus propios partidarios y con nulo impacto en el conjunto social. Ésa fue una de las razones principales por las cuales numerosos integrantes encumbrados de la MUD fueron desgranándose a lo largo de la campaña, hasta protagonizar una verdadera estampida en los últimos días.
Lo contrario ocurrió con la “carga de caballería” de Chávez, centrada en la necesidad de acelerar en la transición al socialismo. Hasta plasmar en la quincena previa al 7 de octubre en una erupción imprevista, al parecer explicada por un vuelco de última hora de grandes sectores medios hacia la candidatura del Presidente, que vienen a sumarse a su electorado tradicional y a nuevos contingentes masivos de jóvenes.
Otra paradoja elocuente es que mientras este fenómeno comenzaba a hacerse visible, amplias franjas del llamado “chavismo blando” sucumbía a dos factores que no deberían desdeñarse en este tramo final: la formidable labor psicológica de masas desplegada por el equipo internacional que rodea al candidato burgués y sus medios de difusión.
Deficiencias reales, problemas de arrastre inexplicablemente irresueltos, hechos de corrupción menor pero evidentes, entre otros factores, minaron la confianza de no pocos aliados antiguos del comandante Chávez. La arremetida final del Psuv y el Gran Polo Patriótico, el impactante crecimiento en la adhesión de masas de los últimos días, aparentemente han revertido esa retracción que, en última instancia, refleja cansancio e inequívoca condición de clase. Las magnitudes del reacomodamiento final sólo se verán en la noche del 7 de octubre.
Presagios
Sobran datos para prever la negativa de la Casa Blanca a aceptar pasivamente un nuevo veredicto a favor la Revolución y la transición al socialismo. Entre los que no se pueden confirmar todavía con pruebas a la mano, están los dos siniestros ocurridos en refinerías y depósitos de Pdvsa en el último mes. Nadie podrá acusar de suspicacia excesiva a quien suponga sabotaje terrorista en ambos sucesos. Sobre todo el primero, con el luctuoso saldo de 42 muertos e inmensas pérdidas materiales, aparece como la provocación perfecta para que, expuesta y probada la existencia de una mano asesina, se hiciera inviable la continuidad del proceso electoral.
No resultó. Además, la rápida y efectiva acción del gobierno, de Pdvsa, de la Fuerza Armada y el conjunto de la población lugareña, tuvo como efecto un aumento de la confianza del país en sus instituciones. Pese a la vil utilización de la tragedia con objetivos electorales, la oposición no logró ascender un décimo en las encuestas.
A contramano, una campaña de alcance mundial redobló las calumnias contra Chávez y anunció, sin ningún fundamento serio, primero el crecimiento y luego la primacía de Capriles en los sondeos. A partir de esa falacia, pasó a difundir la idea de que Chávez, ya vencido, no reconocería el resultado electoral. Columnistas sin ética profesional multiplicaron textos que comenzaban poniendo en duda la seguridad del sistema electoral informatizado y concluían afirmando lo contrario. Invariablemente, esos textos estaban titulados con la primera idea. La usina de esta campaña está en Miami y sus principales agentes son esos vástagos innobles de la isla caribeña a quienes los cubanos honorables bautizaron con impiadosa precisión.
Así las cosas, el terreno está abonado para que el 7 de octubre por la noche la opinión pública mundial reciba la noticia de que Chávez, vencido por su rival, trampeó los resultados y se resiste a entregar el poder.
La distancia entre dejar esa campaña en mera acumulación de infamias y su transformación en plan de ataque es, justamente, la que requiere de la decisión política aludida. Como sea, está claro que el Partido Socialista Unido de Venezuela, la Fuerza Armada, las milicias populares y el conjunto del pueblo pobre y revolucionario de Venezuela, están dispuestos y capacitados para garantizar en la calle la victoria en los comicios.
Unasur obrará como un escudo y el Alba como espada de fuego si la Casa Blanca decide dar un primer paso desestabilizador con la invasión en la mira. En cualquier caso, simpatizantes de la Revolución Bolivariana en todo el mundo se han declarado en estado de alerta a partir del mediodía del 7 de octubre, convencidos de que una reacción inmediata, ajustada, múltiple y efectiva, hará retroceder al imperialismo en su irracional carrera belicista.