En verdad creen que ganaron el cielo sin aun tomar el poder?
Jesse Chacón
Los resultados de las primarias opositoras han querido ser presentadas como el definitivo asalto al poder, como un levantamiento que ha desplazado la hegemonía bolivariana en la dirección del estado y la sociedad venezolana. Han sido presentados por la maquinaria mediática como una especie de asalto al cielo. El problema es que olvidan que este “asalto”, solo les sirve para inflar su regocijo, pero no para tomar el poder, fuera de los flashes y el peso mediático en el que ellos son monopólicos, la votación opositora representa solo un 17% del REP, está dentro de su capital electoral tradicional, y significa una movilización del 57% del voto duro contrario a Chávez. El jolgorio opositor, olvida que la alianza capriles-lópez le ganó a Pablo Pérez a la par que hundió históricamente la maquinaria adeca; pero una cosa es ganarle a Pablo Pérez y otra muy distinta ganarle a Chávez.
Para el año 1998, la oposición venezolana sacó en la contienda con Hugo Chávez 2.863.619, en las presidenciales de 2006 contra Chávez sacó 4.295.466, su techo más alto se dio en la reforma constitucional, donde logran 5.193.839, siempre este volumen electoral ha sido insuficiente para ganarle a Hugo Chávez. El resultado ahora de sus primarias de 3.000.000, esta por debajo de su último techo electoral, y su triunfo publicitado tiene unos límites estructurales para convertirse en torrente capaz de barrer al chavismo el 07 OCT.
Un primer límite es la sombra moral que se cierne sobre estas primarias y la imposibilidad técnica de justificar este resultado, pero dejando de lado este debate, queremos resaltar el límite de este resultado leído desde la estructura de su voto, el cual se concentra hegemónicamente en los estratos A-B, mientras que en D y E, la figuración de la oposición es minoritaria. El problema de esta estructura es que su crecimiento tiene un límite, pues el estrato A, B y C, representan solo el 20% de la población, mientras que el D y E, representan el 80% de la población. En D y E la aceptación y respaldo al presidente Hugo Chávez es mayoritario.
Otro elemento que conspira contra la oposición, es la salud política de su oponente Hugo Chávez Frías, el cual no solo comienza el año con una aceptación en su gestión de 61,2%, sinó que ha venido creciendo su caudal y capital electoral cada vez que su figura está en disputa en la contienda política. Para 1998, el presidente obtuvo 3.673.685 votos, en las presidenciales de 2006 obtuvo 7.309.080 votos, en las elecciones para la enmienda constitucional la votación fue de 6.310.485 a favor de la opción bolivariana. Desde el 2010, el presidente ha logrado mantener una alta aceptación que se incrementa durante el año 2011, estando hoy en el mejor nivel histórico desde las elecciones presidenciales de DIC06. En este escenario, es la gestión la que mantendrá o quebrará el buen momento del presidente chávez y todo parece indicar que jugará a fondo por realizar una gestión de cara al bienestar de las grandes mayorías que le permitirá mantener los niveles de aceptación y ganar su voto en las elecciones de octubre.
Viendo todo lo anterior, es bastante curiosa la celebración opositora, su golpe mediático es bastante simplista, apenas inician la campaña y ya se dan por ganadores, es propio de la fanfarronería de la élite política venezolana, lo cual los ha llevado de derrota en derrota durante los últimos 12 años. Como sacaron tres millones de votos en sus primarias, con trampa o sin trampa, recurren al artificio matemático de decir que basta triplicar esta votación y sacarán nueve millones, por esta ruta de la ilógica, chávez con un promedio de voto histórico de cinco millones trecientos solo tendría que triplicar la votación y obtener 16.500.000 votos, es decir, juntos, Chávez y oposición llegarían al absurdo de obtener una votación superior al REP actual, esto sin contar a los abstencionistas.
El fondo real de los logros y límites de las primarias opositoras, es que no han supuesto un quiebre en el campo hegemónico del Chavismo, es decir, en los sectores populares, tampoco ha supuesto un realineamiento del campo ni-ni a su favor. En esta dirección, la oposición ha construído una estrategia de campaña que apunta a capturar esta fracción a su favor, para ello han diagnóstico una fatiga en la sicología colectiva de los nini, en relación a la situación polémica y de disputa pública que se ha abierto en el ciclo de revolución bolivariana; para la superación de la ruptura social de siempre, ellos no proponen la superación de la inequidad social, recurren por el contrario a una estrategia de mercadeo electoral que pone el acento en lo simbólico, se presentan como la representación de la unidad nacional, el eslogan en boca de su candidato dice, “mi partido es venezuela”, es una carga sofista que se viste de simbologías articuladoras, utilizan descriptores semánticos como unidad, progreso, no pelear, mi partido es venezuela, pero eluden cualquier mención al contenido material, al programa que le proponen a la sociedad venezolana.
El significado y la significación de sus descriptores progreso, unidad y mi partido es venezuela, están en la dimensión de lo simbólico, pero si preguntaramos por su significante, es decir por la referencia material sobre la que se construyen, encontramos la materialidad de los dueños del país, encontramos a los mendoza, a los capriles, a los de siempre. Los excluídos son involucrados en el campo simbólico, en el discurso, pero son excluídos de la meterialidad social, pues la materialidad social que está detrás de su discurso es muy clara, unas élites que lo cencentran todo y unos excluídos sumidos en la pobreza. Su modelo de sociedad ya tiene apellido, es el capitalismo neoliberal que lo privatiza todo, que ve en todo un negocio, la salud un negocio, la educación un negocio. El presidente Chávez ha desenmascarado este juego cuando afirmó “La burguesía dice que todos somos venezolanos, pero no dice 'todos debemos ser iguales'. Precisamente porque la doctrina burguesa es la doctrina de la desigualdad”.
La apuesta socialista para venezuela, ha representado igualmente una apuesta simbólica para la sociedad venezolana, han significado nuevas representaciones sociales, donde los saberes, las expresiones estéticas de los excluídos, así como los sistemas de valores sustentados en la solidaridad y el bien común, irrumpen protagónicamente en el escenario social; pero la dimensión simbólica socialista, tiene un correlato coherente con la materialidad social, el descriptor semántico de igualdad, tiene una materialidad en la que cada día hay menos pobres, el descriptor de libertad, tiene un correlato con la existencia de una esfera de libertad en la que nadie muere ni es encarcelado por sus convicciones y práctica política; si un proyecto político y social, es incapaz de ser coherente en su dimensión simbólica y material es un proyecto falso, demagógico. Este es el caso de la propuesta de la oposición.
La estrategia electoral que hoy juega la oposición venezolana centrada en lo simbólico, no es nueva ni novedosa, es propia de las estrategias de marketing político que se ha desplegado por toda américa latina, parten de construir nuevos alineamientos suprapartidistas, pues saben de la bancarrota de los partidos tradicionales, construyen conceptos sociales artculadores que permiten romper con la diferenciación de clases, el candidato se vende por atributos estéticos (jóven, atlético, alto), no por su propuesta de programa, se busca construir corrientes y atmósferas de agregación social por fuera de los intereses materiales en pugna. El problema que tiene la oposición, es que esta estrategia política es útil en sociedades bobas,sociedades despolitizadas donde la ideología del consumo ha integrado a sus ciudadanos desde una estructura social de deseabilidad y gusto que permite legitimar fácilmente los intereses de los dominadores. Sin embargo, este no es el caso de la sociedad venezolana, una sociedad altamente polítizada y que hoy está conciente del valor de la política para transformar los históricos problemas de pobreza e inequidad.
El escenario de disputa está configurado, su desenlace dependerá de la apuesta de uno u otro actor, tanto para uno, como para otro, la prepotencia y el cantar victoria desde ahora, es un gran error, cada uno deberá concentrarse en desplegar su estrategia y colocar su mejor juego en escena, el desenlace dependerá del grado de conciencia acumulada por la sociedad venezolana en estos años de revolución. En octubre 7 como ha dicho el presidente se confrontarán dos opciones, la yanqui y la del pueblo, “aquí lo que hay son dos opciones: la opción yanqui, que es la misma opción burguesa, capitalista, retrógrada, y la opción que yo encarno, que es la del pueblo, del socialismo, de la democracia verdadera, del desarrollo nacional, del potencial nacional de convertir a Venezuela en una potencia independiente”.
El 07OCT nuevamente se confrontarán nuevamente el modelo de la política como herramienta de transformación social y el modelo de la política subordinada al poder económico.
Que la sabiduría de este pueblo de bolivar decida.