martes, 18 de octubre de 2011

Ante el silencio de los medios tradicionales

 Echa un vistazo a este Vídeo. Ante el silencio de los medios tradicionales, OWS crea los suyos propios

http://t.co/ZxXTMCmE [Video] #OWS


Ocupa Wall Street no cede e intensifica sus protestas. En Nueva York abren una investigación contra el subinspector de la policía por su presunto asalto a uno de los manifestantes del movimiento. Esta es la segunda demanda por abuso de autoridad entablada contra los funcionarios neoyorquinos en las últimas semanas.

Las protestas contra el sistema económico y el poder de las grandes corporaciones han cumplido un mes y el número de arrestados se cuenta por centenares en todo el mundo. La indignación, que en Estados Unidos ha hecho su cuartel central en el barrio financiero de la Gran Manzana, se ha extendido a más de 80 países.

Los manifestantes neoyorquinos incluso han creado su propio periódico presentando una alternativa informativa a los grandes medios estadounidenses, que según ellos son parte del corporativismo global que silencian las voces de la población.

Por una auditoría de la deuda

Por una auditoría de la deuda
No al pago de una deuda ilegítima que no benefició a la población



A principios de año, el pueblo de Túnez logró tumbar a Ben Alí, el cual huyó del país el 14 de enero de 2011, después de 23 años de una dictadura apoyada por los llamados países “desarrollados”. Seis meses más tarde, Ben Alí fue condenado a pena de cárcel (en rebeldía, porque huyó a Arabia Saudita, donde esta protegido) y a pagar 46 millones de euros de multa. Pero… ¿Es eso suficiente? Desde la caída del régimen dictatorial, Túnez afronta una deuda externa pública de alrededor de 10.000 millones de euros. Ésta sirvió para enriquecer al clan de Ben Alí, cuya fortuna se estima en 3.500 millones de euros, así como para imponer Planes de Ajuste Estructural que afectan a la población con duras medidas de austeridad.

Esta deuda, en su mayor parte, se califica como odiosa, ya que no benefició a la población, sino que sirvió para fortalecer y enriquecer un régimen despótico. Todo ello con pleno conocimiento de los acreedores, en este caso, verdaderos corruptores. Según el argumento jurídico de la deuda odiosa, elaborado por Alexander Sack en 1927, una deuda contraída no para satisfacer las necesidades y los intereses del pueblo, sino en contra de todo ello, es “una deuda de régimen personal del poder que la contrajo, y, en consecuencia, deja de tener validez cuando ese poder cae”.

En febrero de 2011, en el seno del Foro Social Mundial, la sección tunecina del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) lanzó en Dakar una campaña internacional para la condonación de la deuda contraída por el dictador Ben Alí. Desde entonces, cerca de cien parlamentarios europeos han apoyado la iniciativa de auditar la deuda tunecina |1| . Desde España, el grupo Patas Arriba |2| de Valencia se solidariza con la campaña, al igual que lo hizo la red ¿Quién debe a Quién? a nivel del Estado Español |3|.

En Egipto, desde que Mubarak se convirtió en Presidente en 1981, tras el asesinato de su predecesor, Anwar el-Sadat, el pueblo egipcio ha reembolsado el equivalente a 68.500 millones de dólares en concepto de deuda externa. Sin embargo, durante el mismo periodo, la deuda no cesó de aumentar, pasando de 22.000 a 33.000 millones de dólares. Al igual que pasó en Túnez, la deuda contraída por el régimen de Mubarak es en su mayor parte odiosa, y por lo tanto, conforme al Derecho Internacional, es nula y no tiene validez, por lo que debería simplemente repudiarse.

Del otro lado del Mediterráneo, en Grecia, la comisión independiente para auditar la deuda pública griega ya está en marcha. Ésta se creó como consecuencia de una propuesta llevada a cabo por un grupo de parlamentarios, movimientos sociales y ciudadanos. En Irlanda, las organizaciones Afri[http://www.afri.ie/], Debt and Development Coalition Ireland [http://www.debtireland.org/], junto con el sindicato Unite [http://www.unitetheunion.org/], han impulsado una comisión ciudadana e independiente para una auditoría de la deuda.

Dentro del Estado español, el debate ya está en la calle. Desde diferentes movimientos sociales como el de los indignados se empieza a pensar en impulsar esta herramienta de participación ciudadana. ¿Vamos a aceptar la hemorragia de recursos hacia los acreedores responsables de la crisis que están padeciendo los más humildes? ¿Vamos a seguir pagando una deuda que no nos benefició, que no debemos, pero que sigue recompensando a los que arruinaron al Estado? o más bien ¿vamos a auditar la deuda pública, repudiar la parte ilegítima, odiosa o ilegal y castigar a los responsables de la crisis?

Victorias sociales son posibles

Cuando, en 2002, Argentina decretó la mayor suspensión de pago de la historia—la deuda era de unos 100.000 millones de dólares—, muchos pronosticaron una ola de represalias financieras y comerciales sobre el país. Pero en realidad, Argentina se encontraba en una posición de fuerza con sus acreedores privados y la renegociación de la deuda desembocó en 2005 en una renuncia de más del 55% del valor de los títulos por parte de los tenedores. A partir de ese momento, Argentina creció y demostró que es posible decidir no pagar la deuda externa, o al menos una parte, y mejorar la economía y el nivel de vida de su pueblo, por supuesto siendo conscientes que todavía existen grandes desigualdades sociales en el país. Además, desde la crisis de 2001, Argentina ha dejado de reembolsar su deuda a los países ricos agrupados en el Club de Paris |4|. Este hecho es silenciado e invisibilizado por los medios y el mismo Club, por lo que nos preguntamos ¿Es posible que estas personas tengan miedo de un efecto contagio a otros países endeudados? ¿Temen la idea de Thomas Sankara (asesinado el 15 de octubre de 1987) y de Fidel Castro de fomentar un frente de países endeudados unidos contra el pago de la deuda?

En 2007/2008, Ecuador suspendió el pago de una parte de sus deudas mientras realizó una auditoría oficial con participación ciudadana que permitió al Gobierno renegociar títulos, ya que en gran parte eran ilegítimos. Esto permitió al gobierno ecuatoriano el ahorro de más 2200 millones de dólares del stock, más 300 millones de dólares al año en concepto de intereses y esto durante 20 años. Este dinero se dedica ahora a la mejora de la sanidad y educación pública.

En Islandia, la movilización social logró hacer dimitir al Gobierno a finales de 2008. Después de haber desembolsado centenares de millones de euros para re-nacionalizar los tres principales bancos islandeses (Kaupthing, Landbanski y Glitnir) —totalmente privatizados en 2003— el pueblo islandés se sintió engañado y se movilizó masivamente para que los verdaderos responsables de la crisis pagasen el coste de ésta. Mediante referéndum, las islandesas y los islandeses rechazaron el 9 de abril de 2011, por segunda vez, el reembolso de la deuda ilegítima Icesave, que contemplaba la nacionalización de deudas privadas |5|.

La historia nos enseña muchos otros casos. En 1914 en plena revolución, México (por entonces el país más endeudado del continente) suspendió por completo el pago de su deuda externa y en 1942 los acreedores renunciaron aproximadamente al 80 % del valor de sus créditos.

No satisfaremos la reestructuración de deudas, permitiendo alargar en el tiempo el reembolso, sin cambiar nada de este sutil instrumento de dominación. No podemos aceptar tampoco una moratoria sólo de reembolso de capital, ya que incluso en estos casos, muchas veces los intereses continúan vigentes. Para conseguir la justicia real, tenemos que exigir una moratoria del pago de la deuda con congelación de intereses, y facilitar así la realización de una auditoría independiente y ciudadana de la deuda pública de España |6|. Como se dice en Grecia: ¡No debemos, no pagamos!

En consecuencia, seria para todo el beneficio del pueblo, averiguar quiénes contrajeron esas deudas y a quiénes beneficiaron los créditos; difundir los resultados a la ciudadanía y ver qué parte sirvió para enriquecer las elites corruptas, para comprar armamento ilegítimo o para estafar al tesoro público. Los resultados de una auditoría ciudadana empoderarían al pueblo para que éste luchase por su soberanía y sus derechos. La auditoria, si se realiza con participación ciudadanía, puede ser una herramienta útil para la emancipación de los pueblos.

¡Basta de imponernos recortes sociales para reducir un déficit consecuencia de políticas fiscales injustas y de salvamento a la banca!
¡No reembolsaremos deudas ilegitimas!

"Si existe un movimiento social en Libia, debe estar luchando contra la OTAN"

"Si existe un movimiento social en Libia, debe estar luchando contra la OTAN"
x Alberto Pradilla


Entrevista con Luis Britto :: "Una izquierda que aplauda a la OTAN y a su intento de destruir un país petrolero es una posición que es difícil llamarla de izquierdas"



Nacido en Caracas, Venezuela, en 1940, Luis Britto es uno de los escritores progresistas más prolíficos del país sudamericano. Autor, entre otras obras, de «Rajatabla», que le valió recibir el Premio Casa de las Américas en 1970, ha estado recientemente en Euskal Herria participando en un coloquio bajo el título «Caso Libia, Caso Venezuela», que fue organizado por el Consulado bolivariano.

«La cuestión es compleja», señala el escritor Luis Britto instantes después de la entrevista. La legitimidad de los insurgentes, la injerencia y los interses de la OTAN, las víctimas civiles, la cohesión social en torno a la figura de Muamar Gaddafi, el petróleo o el riesgo de que los ataques se extiendan a otros países como Siria son algunos de los elementos que han marcado un debate especialmente virulento en el campo progresista.

En los últimos tiempos, usted viene advirtiendo de que el modelo libio puede afectar a otras partes del mundo, especialmente a Venezuela. ¿Por qué?

Obama presentó la experiencia libia como un modelo para las relaciones internacionales. Ha pasado el pico de la producción de hidrocarburos. Las reservas podrían durar, quizás, medio siglo más. Esto implicaría un colapso del estilo de civilización que conocemos. Frente a esto existen dos posibilidades: un intento para crear sistemas de energías renovables o un modelo predatorio, es decir, que trate de confiscar la energía fósil del planeta a través de una serie de conflictos cuyos ejemplos más notables son Irak, Afganistán y Libia. Si un grupo de potencias arrebata la mayor parte de las reservas energéticas del planeta, va a prohibir al resto que dispongan de ella. Y esto implicaría un bloqueo energético tan grave que podría conducir a una guerra mundial.

¿Las reservas de petróleo son el elemento en común entre Libia y Venezuela?

Las experiencias son sumamente parecidas. En primer lugar, en ambas se ha mantenido la nacionalización de la industria petrolera, aunque Libia ejerció una privatización parcial. Libia tiene unos 40.000 millones de barriles y Venezuela, 90.000 probados. En Venezuela se están realizando intentos de unidad latinoamericana. En Libia se trató de consolidar la unión árabe y africana. Una de las razones que se aducen para justificar la agresión contra Libia es que estaba intentando crear una especie de moneda o unidad de pago para todo África usando sus grandes reservas de divisas y de oro. 

Venezuela ha lanzado el llamado Sucre, que sería el Sistema Unificado Compensatorio de Reserva para crear una unidad monetaria independiente del Fondo Monetario. Además, Venezuela ha sido difamada por los medios internacionales, del mismo modo que lo fue Libia.

En esta ecuación, queda fuera la existencia de un movimiento social previo a los bombardeos de la OTAN y que nació por el contagio de las revueltas de Túnez y Egipto.

Hubo movimientos sociales muy importantes en Túnez y Egipto. Pero no hay pruebas de que hubiese una movilización social importante en Libia. Es probable que la haya habido. Lo curioso es que, teniendo todos los sistemas informativos abiertos, no existen pruebas sustanciales ni de manifestaciones ni de una represión contra esas manifestaciones que haya incluido bombardeos.
¿Las protestas de Bengasi fueron dirigidas para forzar una intervención ya decidida?

Usualmente, un movimiento social derroca al gobierno por sí mismo, no necesita la ayuda de la OTAN; está formado por un liderazgo nuevo, no como el Consejo Nacional de Transción, que está formado por viejos ministros de Gaddafi, monárquicos idristas (y no he visto ningún movimiento social en el mundo que esté integrado por defensores de la Monarquía) y, según reportaron periodistas sobre el terreno, personas vinculadas con Al Qaeda. Un movimiento social no opera con tanques de guerra ni armamento de última generación. Es sumamente extraño. Aparentemente, algunos periodistas han denunciado también la injerencia de tropas de Qatar y de mercenarios de otra cantidad de fuerzas que son enteramente distintas a un movimiento social. Si hay un movimiento social en Libia debe de estar luchando contra las fuerzas de la OTAN. Ahora, yo no he estado sobre el terreno, pero por la diversidad de informes que han circulado...

El debate entre defensores de los insurgentes y quienes ponen en duda sus motivaciones ha provocado una ruptura en la izquierda internacional.

Una de las grandes pasiones de la izquierda es dividirse, y no siempre es nocivo. Pero una izquierda que aplauda a la OTAN y a su intento de destruir un país petrolero es una posición que es difícil llamarla de izquierdas. Me parece un dislate, algo insostenible. En Latinoamérica no ha existido este debate. En febrero, la Red de Defensa de la Humanidad ya señaló su solidaridad con movimientos democráticos como el de Egipto o Túnez y denunció la intervención de la OTAN y de las potencias europeas y de EEUU en Libia. Los países del ALBA ratificaron esta postura. La izquierda latinoamericana, en líneas generales, ha condenado la invasión de la OTAN, ha dicho que la solución de los problemas internos de Libia le corresponde a Libia, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas. Hemos sido objeto de tantas intervenciones extranjeras que vemos con desconfianza todas las injerencias. En este caso, en un país como éste, que había adoptado distintas medidas de afianzamiento de la soberanía y de mejora de la población. Que una parte de la izquierda europea confunda una intervención con un movimiento social obedece a que... ¿hace cuánto que no han hecho una revolución?

La izquierda árabe, la más afectada por el conflicto, no coincide con esta versión.

Yo lo que conozco es un comunicado de uno de los partidos comunistas argelinos en el cual dice, sin la menor duda, que esto es una intervención de la OTAN y que manifiesta solidaridad con el pueblo libio.
El PCOT tunecino o el FPLP palestino han mostrado su satisfacción por la caída de Gaddafi y denunciaron la represión contra las protestas.

Pero no en defensa de la OTAN. Yo añadiría a esa postulación de la izquierda que, obviamente, solucionar los problemas de Libia les corresponde a los libios. Me parece magnífico que haya un movimiento social. En América Latina, nuestro actual proceso bolivariano viene de un movimiento social que fue el «caracazo». Ahora, en el caso de que hubiera habido una intervención externa, todo Venezuela se hubiese unido sin distingo. No concibo a alguien en Libia que no esté combatiendo contra la intervención de la OTAN. Ni en el mundo árabe, ni islámico, ni en el mundo en general.

En Argentina hubo un problema con las islas Malvinas y con Inglaterra. Había una dictadura militar e Inglaterra contestó con todo el poder de su flota, destruyó la Marina argentina y causó innumerables bajas. Ciertamente, uno podía tener reparos a quien estaba en el poder en Argentina, pero no podía decir que estaba con Inglaterra o que Inglaterra era un movimiento de liberación. Hay que distinguir bien los términos.

Pero esto no invalida la existencia de una oposición a Gaddafi y que se movilizó el 17 de febrero en Bengasi y en otras localidades libias.

Habría que demostrar que el levantamiento popular existió. Si es así, debería de estar luchando contra la OTAN. Todas las intervenciones extranjeras en los movimientos nacionales han sido nocivas. Nos sentimos muy sorprendidos cuando escuchamos que una potencia lucha desinteresadamente por la democracia. Sobre todo, cuando tiene todos los visos de una rebatiña. Ya se ha publicado que Sarkozy se reserva el 35% del petróleo de Libia, hubo un reparto de las potencias en una conferencia internacional, entre Merkel, Cameron, Sarkozy y Berlusconi... Honestamente, no creo que Berlusconi sea dirigente de un movimiento social, ni Merkel, ni Cameron. En Venezuela hemos tenido manifestaciones importantes. El golpe de Estado de 2002 fue seguido de una marcha de 50.000 personas. Pero hablamos de un país de 30 millones de habitantes. ¿Qué representa eso? No es imposible que las haya habido. Ahora, ¿cuál es la realidad de esas manifestaciones? Mucha gente dice que detrás de esto está la idea de instalar el Africom en Libia. Si hubiera sido verdaderamente la mayoría, hubiera sido una marejada popular como la de Egipto, que hizo que Mubarak se marchase. Aparentemente, o no las hubo o fueron muy pequeñas.

Ha hecho referencia a los líderes occidentales. ¿No fueron estos aliados del líder libio hasta instantes antes de decidir comenzar con el bombardeo?

Sí, es lo trágico y lo patético. Durante mucho tiempo fueron los más acérrimos enemigos de Gaddafi. En los últimos cinco o seis años, éste hizo concesiones. Pagó unas indemnizaciones a las que le condenó un tribunal internacional y aplicó un paquete del Fondo Montetario no teniendo necesidad. Libia tiene un plus de 200.000 millones de dólares de reservas más 70.000 millones de la autoridad de inversiones extranjeras. Y una deuda pública de 5.000 millones de dólares que, frente a esas enormes reservas, es casi una propina. Sin embargo aplicó un paquete del FMI, privatizó una serie de industrias, quitó la gratuidad a algunas ramas de la educación y retiró los subsidios a los alimentos básicos. Posiblemente estos elementos ayudaron a la constestación social. Pero, en realidad, fueron medidas de apaciguamiento de las potencias externas. Además, entregó una serie de cohetes que tenía y que se ha demostrado que fue una decisión fatal, ya que lo agarraron sin nada con lo que defenderse. Hubo un intento de entendimiento que finalmente se rompió. Parece ser que estaba dispuesto a retornar el control de algunas empresas y eso cayó sumamente mal.

Ha mencionado las similitudes entre Libia y Venezuela pero, ¿cree que estos paralelismos también son ampliables a Muamar Gaddafi y Hugo Chávez? El proceso bolivariano llega después de un abrumador apoyo en las urnas...

Chávez ha ganado más de una docena de elecciones y perdió un referendo que lo reconoció sin ningún problema. Un dictador no pierde elecciones y Chávez perdió una. En este conflicto, Chávez ha llamado al diálogo entre las partes. Y ha dicho que ese diálogo lo debería de promover la Unión Africana o la Liga Árabe, y ha llamado a la no intervención. Esa es la posición venezolana y no es para ganarse la aclamación de los medios europeos, que lapidan a Chávez con todos los epítetos.

Sin embargo, ¿no podía haberse evitado el conflicto con una apertura de las libertades civiles en febrero?

La única solución previa era que Libia le regalara el petróleo a la OTAN. La OTAN no está detrás de la democracia, sino del petróleo, las aguas subterráneas y las reservas de divisas. Si estuviese a favor de la democracia bombardearía la ONU, que es la institución más antidemocrática del mundo.

Actualmente, los mandos de la OTAN dan por hecha la victoria militar de los rebeldes. ¿Cuál cree que es el futuro inmediato?

La victoria de la OTAN ha sido tan resonante como en Afganistán, que después de diez años de desangramiento tienen que salir corriendo. O como en Irak. La OTAN pensaba tener una victoria en seis horas, han pasado seis meses y no lo han logrado. Probablemente vayamos a un terrible desangramiento de un país que no tiene la culpa de tener petróleo y que se prolongará quién sabe cuánto tiempo.

Tras siete meses de campaña en Libia, las miradas se centran ahora en Siria, donde se están registrando manifestaciones y enfrentamientos. ¿Cree que la intervención podría extenderse al país árabe?

Existe un veto de Rusia y China. Esto plantearía un interdicto de acciones contra Siria. Ojalá. Mi preocupación fundamental es que hay una operación por parte de Occidente para apropiarse de las reservas energéticas del mundo y eso puede llevar a un conflicto con las potencias emergentes. En algún momento, estas potencias tienen que poner un límite. Y ese límite es Siria.

Si es sobrepasado, vamos hacia un conflicto mundial. Pero habrá que ver si obedecen. El permiso de la ONU era el establecimiento de una zona de exclusión aérea y eso se convirtió en una operación de bombardeos masivos. Ojalá fuera eficaz para establecer un equilibrio que permitiera negociar. Si no, vamos a tener una guerra mundial por el saqueo definitivo del petróleo y va a ser espantosa para toda la humanidad.

La pobreza leída desde el ecologismo


La pobreza leída desde el ecologismo
Marta Pascual


La lucha contra la pobreza es un objetivo recurrente en muchas declaraciones públicas. Reducir drásticamente la cantidad de personas que viven con menos de un dólar al día o que no tienen acceso a agua potable o electricidad figuran entre las concreciones de este objetivo. En estas declaraciones sin embargo se olvida que los recursos del planeta –un planeta limitado en materiales– no sólo están desigualmente distribuidos, sino que actualmente sufren daños quizá irreversibles. En un planeta saturado que ha superado su capacidad de carga hace décadas, cada vez es más cierto que los consumos desmedidos de una parte de la población restringen necesariamente los consumos básicos del resto. Las reflexiones sobre la pobreza y las estrategias para hacerle frente no pueden pasar por alto este hecho.

La limitación y el riesgo de carencia han sido y son las condiciones naturales de la vida humana. Por regla general las culturas de subsistencia, conocedoras de los procesos de la vida, asumían, manejaban y optimizaban estos límites de modo que aseguraran su supervivencia y la de las generaciones futuras. Así ha transcurrido la vida durante siglos.


Las poblaciones más primitivas del mundo tenían escasas posesiones, sin embargo no se consideraban pobres [1]. Siendo la escasez una relación entre los fines que perseguimos y los medios de que disponemos para conseguirlos, poblaciones con fines humildes y escaso interés en la acumulación pudieron vivir con lo suficiente, e incluso en periodos de abundancia.

La pobreza voluntaria, la vida humilde o la sobriedad en los consumos, no fueron en tiempos situaciones despreciadas o temidas, antes bien, podrían considerarse en ciertas culturas y religiones como un estado de equilibrio o de virtud. No queda lejos la época en que la pobreza no se consideraba una situación degradante, aunque sí la miseria, es decir, la carencia de lo imprescindible.

Cierto que la ambición y el deseo de acumulación también han sido comunes a lo largo de la historia, pero nunca gozaron como ahora de una valoración ética tan positiva. Las culturas tribales acumulaban con el fin de afrontar periodos de escasez. Para muchas de ellas la autoridad moral del jefe se fundamentaba en la generosidad con su pueblo y la acumulación para éste era un modo de mantener su estatus.

Caminos hacia la escasez

La situación hoy es bien distinta. El mundo rico y una parte del que no lo es vive a caballo entre la insatisfacción crónica y el sueño del despilfarro. Cargado de propiedades –en algunos casos– pero más cargado aún de deseos de consumo, está más próximo a la percepción de escasez que lo estuvieron sus antepasados lejanos. Simultáneamente otra parte enorme y creciente de la humanidad sufre una escasez material que pone en riesgo su salud y su vida con una intensidad nunca vista. La escasez, tanto la relativa como la absoluta, es un resultado al que se llega por caminos diversos.

Uno de ellos es el acaparamiento, mecanismo por el que algunas personas se apropian de un bien que antes era colectivo en una proporción mayor a la que les corresponde, haciéndolo más inaccesible a otra parte de la población. La privatización de bienes comunales es uno de los mecanismos más antiguos de acaparamiento y, por tanto, creador de escasez.

Otro procedimiento para la institucionalización de la escasez consiste en recortar el acceso a determinados recursos por alguna vía. El mercado es la vía objetiva que se coloca entre los recursos y las personas dificultando el acceso a ciertos bienes. La creciente monetarización de bienes y servicios es una herramienta creadora de escasez.

Un tercer mecanismo, no nuevo pero sí generalizado en el capitalismo de la posguerra, consiste en asignar un valor distintivo, creador de estatus, a ciertos consumos a condición de que sean escasos (ciertas ropas, automóviles, viajes...). En el momento en que estos consumos se generalizan, pierden el valor distintivo y otros nuevos se colocan en su lugar produciendo una nueva insatisfacción. Este sistema permite que el aumento de la producción nunca elimine la escasez, en este caso subjetiva. De esta forma el umbral de la pobreza percibida se eleva de forma constante, lo que no impide que lo haga también la objetiva, aumentando la dificultad de acceso a consumos de primera necesidad, mientras se facilitan los superfluos.
Antes pobre y necesitado eran sinónimos. Hoy la sociedad de consumo nos ha convertido a todos en necesitados [2]. Y seguimos persiguiendo consumos distintivos, actuando como si el camino hacia arriba pudiera ser ilimitado.

A estos mecanismos de creación de la escasez se suma actualmente uno nuevo: el deterioro de los recursos naturales, necesarios para la vida, y la creciente dificultad para acceder a bienes esenciales como el agua potable, el alimento, las tierras fértiles o el aire limpio. Esta dificultad conduce en el límite a la expulsión de las poblaciones de los territorios que habitaban. Este fenómeno se había producido anteriormente por otras vías: apropiación por parte de grandes propietarios de terrenos productivos o con un subsuelo rico, mecanización del campo... Hoy se añaden a estos nuevos mecanismos de empobrecimiento: la prohibición de plantar semillas autóctonas, la deforestación y consecuente erosión, la desecación de acuíferos, el envenenamiento de tierras por pesticidas, la eliminación de biodiversidad, el uso de territorios como sumideros, el cambio climático... El deterioro ambiental provoca una escasez esencial que hace difícil la permanencia en el territorio. Las migraciones responden con frecuencia a esa dificultad para la vida, unida en alguna medida a la búsqueda de los niveles de consumo que se exhiben desde el escaparate de los países ricos.

En las grandes urbes, destino de esa avalancha de gentes expulsadas y migrantes, la economía de mercado es la única vía para resolver muchas de las necesidades básicas. La pobreza urbana, especialmente la de las llamadas ciudades miseria, es más desoladora por la cercanía del espectáculo del sobre-consumo y la inaccesibilidad de los recursos básicos y las redes sociales de apoyo. Desarmados los sistemas de ayuda mutua y eliminado el acceso a una tierra productiva, crece la dependencia del sistema económico y el riesgo de indigencia. Pero conviene no olvidar que “la gente no muere por falta de dinero, sino por falta de recursos” [3]. En el caso de las mujeres, a menudo excluidas de trabajos monetarizados y separadas de la tierra, responsabilizadas de la crianza y la atención a los miembros más débiles de la familia, la escasez, si cabe, se multiplica.

Este último mecanismo de creación de escasez, el deterioro de los recursos para la vida, a diferencia de los anteriores, no aumenta la abundancia absoluta en el grupo más poderoso, pero si la relativa. En todo caso reduce –a diferentes velocidades según los colectivos– las posibilidades de futuro de toda la especie humana.

La pobreza es pobreza del planeta

Si preguntáramos a la Tierra qué significa la palabra pobreza no hablaría de indicadores monetarios ni haría recuento de quienes viven con menos de un dólar al día. Probablemente nos mostraría vastos territorios deforestados, animales huyendo, cauces secos, especies extinguidas, poblaciones humanas desplazándose tras fuentes de agua o escapando de riadas, culturas que han perdido el sentido en urbes en las que sobran... un mundo en el que enormes poblaciones humanas han sido separadas de los recursos que les permitían la supervivencia y desplazadas a espacios urbanos superpoblados, donde ese acceso a los recursos básicos exige la mediación del mercado y en consecuencia del dinero. Un mundo en el que las economías de subsistencia van siendo progresivamente arrinconadas, expulsadas, deslegitimadas o ilegalizadas.

La Tierra nos ofrecería probablemente una imagen de pobrezas encadenadas: la pobreza vegetal, arrastrando tras de sí pobrezas animales y humanas, atmósfera, suelos y aguas empobrecidas. Hablaría del olvido de la interdependencia y de la ruptura de los ecosistemas vivos y señalaría a los seres humanos –algunos seres humanos– como primera causa de devastación.

Dada la complejidad del concepto, quizá conviene distinguir entre dos términos cercanos pero significativamente diferentes: pobreza y miseria (3). El primero se refiere a la dificultad de acceso a consumos superfluos, aunque manteniendo el abastecimiento de productos básicos. En las economías de subsistencia, integradas en el territorio, la pobreza no es una desgracia, sino un modo de vida sencillo en un mundo que tiene sus reglas. Los planes de desarrollo y de lucha contra la pobreza, dice Vandana Shiva, eliminaron la pobreza en el Sur, enviando a poblaciones enteras a la miseria, es decir, a modos de vida que simultanean consumos superfluos con carencias básicas para la supervivencia. Esta distinción entre pobreza (vida sencilla) y miseria (carencia de lo fundamental) es clave pues discrimina entre la vida sobria, aunque suficiente y sostenible para el planeta, de la éticamente insostenible.

Desde esta mirada más global podemos aventurar una posible definición de la pobreza (quizá sería mejor llamarle ya miseria): la consecuencia del hurto de los recursos naturales que permiten la supervivencia autónoma de una comunidad en su territorio. Tanto en el norte como en el sur miseria significa desposesión y falta de control sobre los recursos para organizar y mantener la vida de forma comunitaria.

Estamos indisolublemente ligados a nuestro planeta. Los problemas ambientales son problemas socio-ecológicos. Los problemas sociales son también socio-ambientales [4]. Deuda ecológica, ecología de los pobres, justicia ambiental, refugiados ecológicos, conflictos ecológico-distributivos, son algunos nombres de las luchas que comprenden la interdependencia entre los seres humanos y el medio vivo del que forman parte. Estas luchas muestran que nuestras miserias, las humanas y las del resto de la biosfera, están encadenadas.
Si observamos la naturaleza, ejemplo de empresa de amplio éxito en el tiempo, veremos cómo los ecosistemas no se han dedicado a sobreacumular de forma desigual para lograr su supervivencia, sino a mantener una diversidad y un equilibrio que les permitiera enfrentarse de forma colectiva a ciertas alteraciones del medio. El funcionamiento de la naturaleza practica la virtud del equilibrio. Sabe que por encima de cierto umbral, más es menos y por debajo de éste, menos es más. El principio cuanto más mejor que subyace a las prácticas de acumulación de la economía de mercado, se manifiesta no sólo inviable en un sistema limitado, sino radicalmente desajustado y torpe.

La lucha contra la riqueza

Curiosamente las reflexiones sobre la reducción de la pobreza no suelen relacionarse con las reflexiones sobre la riqueza. Las medidas comparativas para definir la primera (menos del 50% o del 25% de la renta nacional) no conducen en ningún caso a propuestas interdependientes. ONG, programas locales u organismos internacionales mantienen la pretensión de realizar intervenciones para reducir la pobreza, sin alterar los niveles de riqueza monetaria. Ésta ha sido la fórmula propuesta por los Estados del Bienestar.
Desde este particular modo de igualación que sólo contempla el camino hacia arriba, la lucha contra la pobreza ha adoptado estrategias de mínimos (salario mínimo, rentas mínimas, cobertura sanitaria, pensiones mínimas) con la pretensión de hacer escalar a la población por encima de la línea de determinado umbral de consumos.

Esta pretensión eternamente incumplida de extender la riqueza implica la presunción de vivir en un mundo de recursos infinitos, con una tecnología omnipotente –sólo hay que esperar que encuentre la solución– y cargado de buena voluntad, en el que todos los seres humanos podremos alcanzar niveles altos en los consumos que nos satisfacen.

Sin embargo en un mundo lleno en el que la capacidad de carga del planeta ha sido superada hace ya años [5], en el que no está asegurada la soberanía alimentaria de una mayoría, en el que los recursos más elementales como el aire o el agua limpios empiezan a escasear y está en duda la supervivencia de las próximas generaciones, no es admisible mantener esta pretensión de enriquecimiento.

Parece obvio que la eliminación de la pobreza no es posible sin atajar drásticamente los altos niveles de devastación y de consumo de buena parte de la población del norte. La lucha contra la riqueza en el sentido económico de la palabra, que presupone hurto y despilfarro, será mucho más urgente y más eficaz que la supuesta y siempre fracasada lucha contra la pobreza.

Desde un análisis ecologista y desde la consideración de un planeta limitado en materiales que ha tocado techo, es irresponsable pretender un aumento de consumos necesarios en una parte de la población, sin abordar una disminución radical de consumos en aquella otra parte que extiende su huella ecológica mucho más allá de sus fronteras. Dicho de otro modo, en la lucha contra la pobreza es necesario incorporar a las estrategias de mínimos, las estrategias de máximos. Imaginemos unas políticas que asuman la limitación y definan un umbral máximo en el uso de determinados recursos, unas políticas de máximos que fijen límites por arriba: consumos máximos de agua, de energía, rentas máximas... No es fácil imaginar estas prácticas en un mundo gobernado por la economía de mercado y el capitalismo que contempla con horror cualquier regulación del consumo. Y, sin embargo, puede ser la única propuesta honrada con quienes sufren, con quienes sufrirán la miseria y con todos los y las habitantes del planeta.

lunes, 17 de octubre de 2011

Los transgénicos llevan al suicidió a 216.000 campesinos de la India

Los transgénicos llevan al suicidió a 216.000 campesinos de la India
Fuente Greenpeace Argentina http://www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/graphics/hubs/transgenicos.jpg
 Vaishnavi es una niña que se quedó huérfana hace un año: su padre, como han hecho decenas de miles de campesinos indios, se suicidó desesperado por una deuda acuciante y una crisis agrícola que dura ya una década sin visos de solución.

Tras dos años de sequía, su padre, Hanuman Chaudhry, tuvo que pedir 900 euros para la cosecha a un prestamista, “un pariente”, según cuenta un tío de la niña, Ramdas, sentado en el zaguán de su casa del pueblo de Waifad, en el corazón geográfico de la India.
En septiembre del año pasado, al acercarse la temporada de cosecha del algodón, una lluvia torrencial anegó sus dos hectáreas de tierra y echó a perder por completo el cultivo, y Hanuman, tras ver el destrozo, se sentó desesperado en el bordillo de un pozo.
“Parecía que se había sentado a pensar o lavarse… pero se lanzó dentro del pozo”, cuenta el tío de Vaishnavi.
Hanuman dejó viuda y dos hijas, Kamchan y Vaishnavi, y esta, la más pequeña, se pasa el día sola en casa mientras su madre y su hermana -pronto en edad casadera- van a trabajar al campo para ganarse la vida por un jornal que ronda los dos euros al día.
“Desde 2005, cada día se matan tres campesinos en nuestra región, Vidarbha. La economía agraria, basada en el algodón, se ha arruinado. Se matan porque están desesperados”, dice a Efe el político Kishor Tiwari, del movimiento Vidarbha Jan Andolan Samiti.
“Es la desesperación, la pena. El medio hostil creado por el Estado. No soportan ver la inanición de su familia, ni la deuda que arrastran, ni su incapacidad para casar a sus hijas en edad, ni sus gastos en sanidad… sus ingresos se han venido abajo”, apostilla.
Vidarbha es un borrón en el desarrollismo indio: en la región se han matado -según datos oficiales- más de 8.000 campesinos empujados por un cóctel de deudas, cosechas fracasadas, políticas equivocadas y, dicen los activistas, una acción abusiva de la empresa Monsanto.
“El Gobierno regional abandonó los subsidios en 2003 y se abrió el mercado del algodón, pero se ha impuesto un monopolio auspiciado por las multinacionales de semillas transgénicas, que son de alto coste”, afirma el líder sindical Vijay Jawandhia.
Según su versión, esta semilla de algodón, “BT”, requiere inversiones muy altas que no siempre se ven correspondidas con su rendimiento, porque el 90 por ciento de los campos de Vidarbha no cuentan con irrigaciones y dependen en exclusiva del agua de lluvia.
“Si no llueve de aquí a dos semanas, la cosecha se reducirá a la mitad. Lo peor es que la India no tiene un plan para los campesinos, se tienen que conformar con arroz o trigo a precios baratos”, cuenta Jawandhia.
Waifad, el pueblo donde se mató Hanuman Chaudhry, recibió en 2006 la visita del primer ministro indio, Manmohan Singh, cuyo Gobierno aprobó una compensación para aliviar los créditos que, dicen los activistas, no llega a las víctimas.
La familia de Hanuman Chaudhry, cuenta Ramdas, recibió a su muerte una ayuda de 1.500 euros: emplearon los 900 en pagar al prestamista, y los otros 600 para sembrar esta cosecha; ahora vuelven a deber 200 euros en un nuevo préstamo para la escuela.
Atrapados en su espiral, algunos campesinos con más suerte financian la cosecha siguiente con créditos del banco, pero no todos los consiguen, y los rechazados se ven obligados a acudir a prestamistas que les cargan intereses a veces superiores al 60 por ciento.
“Con los prestamistas se endeudó mi marido. Ningún banco le ofreció ayuda. Dejó de sentirse apoyado. La cosecha no funcionó y se mató con pesticidas. Me quedé sola con dos niños chicos”, conviene la campesina Ujjwala Petkar, que perdió a su esposo en 2002.
Según datos oficiales, en la India se han matado 216.000 campesinos desde 1997, en un cinturón que recorre el centro y el sur del país; en Vidarbha hay aldeas de mil casas con 35 suicidas, “al menos”, repiten los lugareños, “un suicida en cada dos pueblos”.
En Nueva Delhi, la versión de los economistas y analistas del Gobierno es que la única salida para el desarrollo de la India -con tasas de crecimiento superiores al 7 por ciento en los últimos años-, pasa por el masivo paso a las fábricas de quienes trabajan la tierra.
“El modelo indio refleja una nueva política colonial de dos países: 250 millones de personas vivirán bien en las ciudades. Los otros 900 vivirán como esclavos. La India de la clase urbana será Superindia. La India rural, Somalia”, asegura Jawandhia.
Vaishnavi, bajo los retratos de su padre y sus abuelos ya muertos, escucha en penumbra a sus pequeños primos decir que ellos no sueñan con ser nada de mayores y que no esperan nada aparte de “ir a la escuela un rato antes de marcharse a trabajar al campo”.
No lejos, en este pueblo donde los cobertizos se mezclan con las casas y las cabras pastan por ahí, otras familias de campesinos festejan arrojándose polvos de colores y entre bailes y redobles de tambor la fiesta hindú de dashera y la llegada de la nueva cosecha.
“Necesitamos ayuda”, murmura entre el ruido al despedirse el tío Ramdas.
Y al tiempo Vaishnavi, ante la pregunta de si echa en falta a su padre, se limita a agachar la cabeza en el umbral de la entrada a su modesta casa pintada de azul.


Transgénicos amargan el futuro de la miel mexicana


Transgénicos amargan el futuro de la miel mexicana


Mérida, Yuc.- Luego de que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación autorizó la siembra de 30 mil hectáreas de soya transgénica en la península de Yucatán, la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas (Unorca), Greenpeace México, investigadores y apicultores denunciaron que la producción de miel de Yucatán y su comercialización está amenazada por la presencia de soya transgénica en la región.



En el marco del Día mundial de la alimentación, alertaron que el número de hectáreas destinadas a las siembras de semillas transgénicas de maíz, algodón, trigo y soya autorizadas por el gobierno federal avanza silenciosamente poniendo en riesgo de contaminación no sólo las cosechas de estas plantas sino otros productos relacionados con nuestra alimentación.
Los productos que llevamos a nuestra mesa están en alto riesgo de contener transgénicos, lo que implica además de riesgos para la salud de los consumidores, la imposibilidad de acceder a los mercados donde se exige la certificación de que los productos sean totalmente libres de organismos genéticamente modificados (OGM).
El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), dependencia de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), otorgó a la empresa Monsanto un permiso para la liberación en programa piloto de 30,000 hectáreas de soya genéticamente modificada amenazando la producción y comercialización de la miel de la península de Yucatán, de la que dependen mas de 16,000 apicultores campesinos: miel que por sus características, origen floral y calidad tiene como mercado preferente a la comunidad económica europea”, señaló Pablo Duarte Sánchez, coordinador de la UNORCA en Yucatán.

El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), dependencia de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), otorgó a la empresa Monsanto un permiso para la liberación en programa piloto de 30,000 hectáreas de soya genéticamente modificada amenazando la producción y comercialización de la miel de la península de Yucatán, de la que dependen mas de 16,000 apicultores campesinos: miel que por sus características, origen floral y calidad tiene como mercado preferente a la comunidad económica europea”, señaló Pablo Duarte Sánchez, coordinador de la UNORCA en Yucatán.
México es el sexto productor y tercer exportador mundial de miel de abeja. El destino principal de estas exportaciones, de la cual dependen más de 40,000 apicultores, es la Unión Europea. Pero esta posición envidiable se está viendo amenazada por cultivos de maíz transgénico y soya transgénica.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea prohibió la comercialización de mieles que contengan polen de origen transgénico no autorizado (maíz MON 810 de la empresa Monsanto).
“Del pronunciamiento del Tribunal se desprenden dos situaciones: si se trata de polen de plantas transgénicas no autorizadas para la alimentación, la miel sencillamente no puede comercializarse (principio de tolerancia cero); si se trata de polen de plantas transgénicas autorizadas para la alimentación, es posible comercializar la miel, indicando en una etiqueta la leyenda “Contiene ingredientes modificados genéticamente” cuando su contenido sobrepasa el 0.9 por ciento. Sin embargo, la comercialización de miel con este etiquetado parece casi imposible, cualquiera que sea su origen, dado que la gran mayoría de los consumidores europeos rechazan los alimentos transgénicos”, alertó Ernesto Ladrón de Guevara, representante de la UNORCA.
Los principales comercializadores de miel de la región han comenzado a recibir avisos de sus compradores respecto a la necesidad de garantizar que la miel producida en la región se encuentra libre de polen de plantas transgénicas.
En el caso de la península yucateca, que es extremadamente plana, no hay forma de evitar que el polen de las plantaciones transgénicas contamine todas las demás plantaciones. La autorización de transgénicos resulta incongruente con los programas que el gobierno federal ha venido impulsando desde el sexenio anterior para garantizar la inocuidad de la miel producida en la región.
“La experimentación a campo abierto en nuestro país únicamente busca probar resistencia a insectos y a herbicidas, no el flujo génico que inminentemente contaminará cultivos de maíz nativo, así como la producción de miel, perjudicando tanto a productores como a consumidores por tratarse de organismos que no han sido correctamente evaluados y que no ha descartado afectaciones para la salud humana. Es urgente que las autoridades reinstalen la moratoria a cultivos transgénicos, tal como lo ha recomendado el Relator Especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier De Shutter”, demandó, Aleira Lara, coordinadora de la campaña de Agricultura sustentable y transgénicos de Greenpeace México.
“No podemos dejar de subrayar que la adopción de transgénicos representa una amenaza para la soberanía alimentaria, ya que las semillas y su contenido genético son propiedad de las empresas que los generan, no de los campesinos. Más que por ventajas tecnológicas productivas, la expansión de los transgénicos se viene dando como un negocio de mutua conveniencia y connivencia entre corporaciones transnacionales y alta burocracia gubernamental del sector agropecuario y financiero (SAGARPA, FINANCIERA RURAL, FIRA, FIRCO BANCA). Ante esta situación, la sociedad civil tiene que tomar acciones y hacer presentes sus demandas, intereses y presencia”, concluyeron los participantes.

“No, no pagaremos tu crisis”

La cosa más importante del mundo
x Naomi Klein 


El 99 por ciento está tomando las calles, desde Madison hasta Madrid, para decir: “No, no pagaremos tu crisis”



Si algo sé, es que el uno por ciento ama una crisis. Cuando la gente entra en pánico y está desesperada, y parece que nadie sabe qué hacer, es el momento ideal para lograr que se apruebe su lista de deseos de políticas pro empresariales: privatizar la educación y la seguridad social, recortar los servicios públicos, deshacerse de las últimas restricciones al poder empresarial. En medio de la crisis económica, esto es lo que actualmente sucede en todo el mundo. Sólo hay una cosa que puede bloquear esta táctica, y, afortunadamente, es grande: el 99 por ciento. Y ese 99 por ciento está tomando las calles, desde Madison hasta Madrid, para decir: “No, no pagaremos tu crisis”.

Esa consigna comenzó en Italia, en 2008. Rebotó en Grecia y Francia e Irlanda, y finalmente llegó a la milla cuadrada en la que la crisis empezó.

“¿Por qué protestan?”, preguntan los perplejos expertos en la televisión. Mientras, el resto del mundo pregunta: “¿Por qué se tardaron tanto?”, “Nos preguntábamos cuándo iban a aparecer”. Y, sobre todo dice: “Bienvenidos”.

Mucha gente hace paralelismos entre Ocupa Wall Street y las llamadas protestas contra la globalización, en Seattle, en 1999, que atrajeron la atención mundial. Esa fue la última vez que un movimiento descentralizado, global y encabezado por jóvenes, apuntó directamente contra el poder empresarial. Y me enorgullece haber sido parte de lo que llamamos “el movimiento de movimientos”.

Pero también hay importantes diferencias. Por ejemplo, elegimos a las cumbres como nuestros blancos: la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el G-8. Las cumbres son transitorias por naturaleza, sólo duran una semana. Eso hizo que nosotros también fuéramos transitorios. Aparecíamos, llegábamos a los titulares mundiales, y luego desapareceríamos. Y, en el frenesí del hiperpatriotismo y militarismo posterior a los ataques del 9/11, fue fácil borrarnos del mapa, al menos en Norteamérica.

En cambio, Ocupa Wall Street eligió un blanco fijo. Y no ha puesto fecha límite a su presencia en este lugar. Eso es sabio. Sólo cuando te mantienes fijo puedes echar raíces. Esto es crucial. Es un hecho, en la era de la información, que demasiados movimientos brotan, como hermosas flores, pero rápidamente mueren. Es porque no tienen raíces. Y no tienen planes de largo plazo de cómo se van a sostener. Cuando llegan las tormentas, el agua se las lleva.

Ser horizontal y profundamente democrático es maravilloso. Estos principios son compatibles con el duro trabajo de construir estructuras e instituciones que sean lo suficientemente robustas para que puedan sobrellevar las tormentas que vienen. Tengo mucha fe en que esto pasará.

Algo más que este movimiento hace bien: se comprometieron con la no violencia. Se rehúsan a darle a los medios las imágenes de ventanas rotas y luchas callejeras, que tanto anhelan. Y esa tremenda disciplina ha implicado que, una y otra vez, la historia sea la deplorable y no provocada brutalidad policiaca. De la cual vimos más todavía el miércoles (día 5) por la noche. Mientras, el apoyo a este movimiento crece y crece. Más sabiduría.

Pero la gran diferencia, tras una década, es que en 1999 nos enfrentábamos al capitalismo en la cúspide de un frenético auge económico. La tasa de desempleo era baja, las carteras de acciones tenían un alto valor. Los medios estaban borrachos de dinero fácil. En aquel entonces se trataba de comenzar negocios, no cerrarlos.

Hicimos notar que la desregulación detrás del frenesí tenía un precio. Era dañino a los estándares laborales. Era dañino a los estándares medioambientales. Las empresas se volvían más poderosas que los gobiernos y eso era dañino para nuestras democracias. Pero, para ser honesta con ustedes, mientras fueran buenos tiempos, enfrentarse a un sistema económico basado en el egoísmo era una tarea difícil, al menos en los países ricos.

Diez años más tarde, parece que ya no hay países ricos. Sólo un montón de gente rica. Gente que se enriqueció saqueando la riqueza pública y agotando los recursos naturales en el mundo.

El punto es que hoy, todos pueden ver que el sistema es profundamente injusto y se sale de control a toda velocidad. El egoísmo sin restricciones ha destrozado la economía global. Y también está destrozando al mundo natural. Sobrepescamos nuestros océanos, contaminamos nuestra agua con la fracturación hidráulica y las perforaciones en aguas profundas, nos enfocamos en las formas más sucias de energía en el planeta, como las arenas bituminosas de Alberta. La atmósfera no puede absorber la cantidad de carbono que le metemos, con lo cual creamos un peligroso calentamiento. El nuevo modelo de lo normal son los desastres en serie: económico y ecológico.

Estos son los hechos. Son tan evidentes, tan obvios, que es mucho más fácil conectarse con la gente de lo que era en 1999, y construir rápido el movimiento.
Todos sabemos, o al menos intuimos, que el mundo está de cabeza: actuamos como si no tuviera fin lo que en realidad es finito: los combustibles fósiles y el espacio en la atmósfera para absorber sus emisiones. Y actuamos como si hubiera estrictos e inamovibles límites a lo que abunda: los recursos financieros para construir el tipo de sociedad que necesitamos.

La tarea de nuestro tiempo es darle la vuelta a esto: retar esta falsa escasez. Insistir en que tenemos los recursos como para construir una sociedad incluyente y decente, y al mismo tiempo respetar los verdaderos límites que la Tierra puede aguantar.

El cambio climático implica que tenemos una fecha límite para hacerlo. Esta vez, nuestro movimiento no puede distraerse, dividirse, agotarse y ser borrado del mapa por los acontecimientos. Esta vez tenemos que triunfar. Y no hablo de regular los bancos e incrementar los impuestos a los ricos, aunque eso es importante.

Me refiero a cambiar los valores subyacentes que gobiernan nuestra sociedad. Eso es difícil de acomodar en una sola demanda, amigable para los medios. Y también es difícil resolver cómo hacerlo. Pero, no por ser difícil se vuelve menos urgente.

Eso es lo que veo que ocurre en esta plaza. En la manera en que se alimentan unos a otros, se dan calor unos a otros, comparten información libremente y se proveen de servicios de salud, clases de meditación y talleres. Mi letrero favorito aquí es: “Me importas”. En una cultura que entrena a la gente a evitar la mirada del otro, a decir, “deja que se muera”, eso es una declaración profundamente radical.

Peleamos contra las más poderosas fuerzas económicas y políticas del planeta. Eso asusta. Y conforme este movimiento crezca, de fortaleza en fortaleza, asustará cada vez más. Siempre estén concientes de que habrá la tentación de cambiar de blanco, a uno más chico, como, por ejemplo, la persona a tu lado. No caigas en la tentación. Esta vez, tratémonos como si planeáramos trabajar uno al lado del otro, en la lucha, durante muchos, muchos años. Porque la labor que tenemos ante nosotros demanda nada menos que eso.

Tratemos a este hermoso movimiento como si fuera la cosa más importante en el mundo. Porque lo es. Realmente lo es.