Es la estrategia más antigua del poder para perpetuarse y quizás la más potente. No por conocida deja de serle útil en el corto plazo como esquema de “huída hacia adelante”. El mecanismo de Ingeniería social, sustentado en el aún insuficiente nivel de desarrollo del periodismo libre de investigación,
ya ha sido explicado en innumerables ocasiones por gente como Chomsky y otros muchos, pero nunca está de más volver a repasarlo: Se crea un problema, una “situación” prevista para causar determinda reacción en el público, a fin de que éste sea el demandante de las medidas que se desea hacer aceptar, y que en otro escenario hubiesen sido masivamente rechazadas. Ejemplos:
1. Dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados, a fin de que el público sea el que pida leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. Aunque no siempre con los resultados esperados, su puesta en escena pudo verse recientemente en
Egipto,
Inglaterra, en las
manifestaciones italianas del 15O, en
Marruecos y
muchos otros lugares. La infiltración de manifestaciones pacíficas con grupos de hooligans mercenarios y/o
elementos policiales violentos camuflados, como los ocurridos en Barcelona en el mes de Junio también son conocidos.
2. Generar una crisis de deuda (mediante la concesión disparatada de créditos privados) y niveles crecientes de paro (mediante fusiones, privatizaciones y quiebras controladas) para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos laborales y el desmantelamiento de los servicios públicos. Algunos analistas económicos nos ilustran sobre este hecho al comentarnos que el IBEX-35 está encantado con un índice del 25% de paro o superior. Nada como eso para disciplinar a la fuerza laboral, amordazar a los sindicatos y crear nuevas expectativas de acumulación de dividendos en las grandes compañías, mediante la fácil imposición de mayores cotas de explotación a la masa activa de trabajadores. De todos es sabido, además, que las reducciones de personal suelen traducirse, por si mismas, en una mejora en la cotización de las acciones de la compañía en bolsa. ¿Qué incentivo, entonces, pueden tener las grandes corporaciones financieras e industriales para hacer descender los alarmantes niveles de paro en Europa cuando, para ellos, todo son ventajas?.
3. Provocar crisis alimentarias, mediante la especulación con materias primas, para crear un ambiente social favorable a la introducción de cultivos transgénicos que servirían, a su vez, de solución para aumentar la producción mundial de alimentos.
4. Desatar alarmas de infecciones pandémicas que posibilitan a las farmaceúticas la venta de fabulosas cantidades de vacunas y medicamentos inservibles (que serán pagados con dinero público) a gobiernos, incapaces de desmontar la maniobra de márketing criminal. No hacer nada por controlar las causas del cáncer, posibilitando así que el negocio del diagnóstico precoz y las terapias siga creciendo.
5. Provocar guerras para vender armas. (Afganistán, Iraq, Libia, México, África…)
6. Dejar que los servicios públicos eductivos o sanitarios pierdan calidad, mediante el estrangulamiento de su financiación, para que la gente termine aceptando su desmantelamiento y sustitución por otros aparentemente mejores. Margaret Thatcher implementó esta estrategia en el Reino Unido durante los años 80.
Existen numerosos ejemplos que demuestran este “modus operandi” una y otra vez. Un periodismo independiente (y en muchos casos no profesional), liberado del control del capital, puede revertir esta situación. No cabe duda de que la desinformación es un objetivo estratégico del poder. Con lo que el sistema no cuenta es con un movimiento de resistencia e insumisión que ha encontrado en las redes sociales un buen cauce de distribución de información contrastada y, sobre todo, con el ahogamiento del modelo en sus propias e insalvables contradicciones estructurales.