En la noche de este martes, gracias a los buenos oficios del camarada Mario Silva, llegaron hasta mis oídos las palabras del señor Henry Ramos Allup en un programa de Globovisión. Allí, Ramos Allup se refirió a la supuesta voluntad de mi padre, Willian Lara, de renunciar a su cargo de presidente de la Asamblea Nacional durante el golpe de Estado de abril de 2002, para “facilitar la transición”. No es la primera vez que Ramos Allup dice esto. En su columna del 15 de abril de este año hacía la misma afirmación.
No voy a extenderme narrando el papel que jugó Willian Lara en la restitución del legítimo presidente Hugo Chávez. Cómo arriesgó su vida manteniéndose firme en el Palacio Federal Legislativo o de cómo, desde Miraflores, informó al mundo que el golpe había fracasado y que Chávez venía en camino. Eso ya lo han hecho muchos colegas periodistas en numerosos trabajos audiovisuales y escritos. Es algo que quedó con tinta indeleble en la historia de nuestro país y, sobre todo, en nuestra Revolución.
Más bien prefiero que nos concentremos en lo que es realmente importante en este momento. Siendo que Ramos Allup nunca había dado esta versión de los hechos de abril de 2002 antes de este año, preguntémonos ¿Por qué un dirigente de la oposición venezolana siente hoy, a escasos cuatro meses de las elecciones presidenciales, la necesidad de manchar la memoria de una figura emblemática para el chavismo como lo es la de Willian Lara? Simple. Porque están desesperados.
Willian Lara representa para el chavismo, además de muchas otras cosas, lealtad e integridad, dos valores de los cuales la dirigencia opositora venezolana carece completamente, y Ramos Allup lo sabe. Entonces, no es de extrañarse que intenten hoy desprestigiarlo.
Demostraciones como esta por parte de los personeros de la oposición abundarán durante los próximos meses. Dándose cuenta de que su candidato no es contendiente para Hugo Chávez, buscarán las más bajas y viles estrategias para intentar desmoralizarnos.
Pero no dejemos que nos provoquen. Así como nos hemos crecido y llenado de fuerza cada vez que un opositor, con su acostumbrada necrofilia, se burla de la ya superada enfermedad de nuestro Presidente o de la muerte de alguno de nuestros líderes, de nuestros héroes, si se me permite decirlo, que este nuevo ataque nos llene también de fuerza. Y no fuerza para responder con más ataque, sino para seguir en la batalla diaria por la ratificación del comandante Chávez el 7 de octubre y por la consolidación de nuestra Revolución. Recuerden, camaradas, como dice un colega: hoy es 7 de octubre.
Gisela Lara Toro
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