MARC BASSETS | WASHINGTON
Corresponsal
De Europa a Asia. De guerras prolongadas a operaciones relámpago. De unas fuerzas armadas caras y lentas a otras más ágiles y baratas pero con un presupuesto militar que seguirá siendo superior al de las potencias competidoras sumadas.
El presidente Barack Obama presentó ayer en el Pentágono una estrategia de defensa deEstados Unidos adaptada a la era de austeridad presupuestaria, al escaso apetito bélico que ha dejado en los estadounidenses una década de guerras irresueltas, y a la realidad de un mundo en el que Europa ha dejado de representar una amenaza bélica. Lo que preocupa en Washington es la emergencia de China y la nuclearización de potencias regionales com Irán.
"Siempre que sea posible, desarrollaremos enfoques innovadores, low-cost (de bajo coste) y con poca presencia humana para alcanzar nuestros objetivos de seguridad", se lee en el informe estratégico.
Las fuerzas armadas que prevé la nueva estrategia de defensa de Washington "no tendrán el volumen para realizar operaciones de estabilidad a gran escala y prolongadas". La frase del informe indica que en la próxima década guerras y ocupaciones estériles como la de Afganistán –más de diez años– y la de Iraq –nueve años– quedan descartadas. Esto no significa que EE.UU. pierda la capacidad de lanzar dos guerras en paralelo, como hizo en el 2003 al invadir Iraq cuando todavía estaba en guerra en Afganistán.
"Incluso cuando las fuerzas de EE.UU. estén comprometidas en una operación de gran escala en una región, serán capaces de frustrar los objetivos de (...) un agresor oportunista en una segunda región", se lee en el informe. Pero si hubiese dos guerras al mismo tiempo, estas deberían ser rápidas y no podrían entrañar ocupaciones prolongadas ni incluir objetivos ambiciosos como la construcción de un estado de derecho o una democracia.
El nuevo documento estratégico refleja los cambios en la política exterior y de seguridad que el presidente Barack Obama ha puesto en marcha desde que llegó a la Casa Blanca en el 2009. Los objetivos son más modestos que los de su antecesor, George W. Bush, como mínimo en los primeros años de su presidencia. El uso de a fuerza, más contenido.
Y a esto se añade la deuda desbocada que obliga a recortar –también– el presupuesto militar, lo que ha abierto otra querella política en Washington. La oposición republicana, que ha elevado a dogma el recorte del gasto, se opone al recorte cuando afecta a las fuerzas armadas. Mientras, en las filas demócratas, muchos ponen como condición para recortar el gasto social que el Pentágono también asuma su parte en los sacrificios.
No está claro hasta qué punto la estrategia de unas fuerzas armadas más limitadas y ágiles viene forzada o si Estados Unidos la habría asumido igualmente para afrontar unas amenazas que hoy son tan distintas de las del 11-S y aún más de las de 1989, cuando cayó el muro de Berlín.
Al final de la guerra fría ya se evidenció que Europa perdería el papel central para EE.UU. que tuvo desde 1945. Pero el documento presentado ayer ratifica esta realidad y señala la senda del repliegue estadounidense.
El Pentágono parte de una doble constatación. "Ahora la mayoría de países europeos son productores más que consumidores de seguridad", dice el documento. Es decir, no necesitan la protección de EE.UU. ante agresiones externas sino que participan ellos en operaciones extranjeras, desde Afganistán a Libia.
"Combinado este hecho con el repliegue en Iraq y Afganistán, se ha creado la opertunidad estratégica de reequilibrar las inversión de las fuerzas armadas de EE.UU. en Europa", añade.
El documento alude también al "reparto y puesta en común y especialización de capacidades". En una comparencia en el Pentágono Obama puso la operación Libia del 2011 –Francia y Gran Bretaña tomaron la delantera mientras Estados Unidos lideraba "desde atrás", en palabras de un colaborador de Obama– como ejemplo de las guerras del futuro.
Los recortes en Europa equilibrarán la inversión en la región Asia-Pacífico, donde EE.UU. quiere contener el ascenso económico y naval de China con una presencia militar más robusta. "Nuestros desafíos estratégicos emanarán en gran parte de la región del Pacífico", dijo el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor, en la rueda de prensa en la que también participaron Obama y el secretario de Defensa, Leon Panetta. La presencia de un presidente en la sede del Departamento de Defensa es inusual, y pretendía simbolizar el aval de la Casa Blanca a la nueva estrategia.
Las guerras terrestres de la última década son cosa del pasado. La contrainsurgencia, que exigía decenas de miles de soldados y marines para proteger civiles y crear las infraestructuras de un estado, también. La prioridad está ahora en otro tipo de guerra. Las fuerzas aéreas y navales adquirirán mayor relevancia. Las operaciones especiales –como la que acabó con Osama bin Laden–, los drones –los aviones sin piloto– y la ciberguerra ocupan un lugar destacado.
Nada de esto es del todo nuevo. El documento codifica el curso que la Administración Obama ha emprendido en los últimos años. Acabada la presencia en Iraq e iniciado el repliegue de Afganistán, las guerras secretas, lejos del escrutinio público, están al orden del día. Y el desplazamiento geográfico hacia Asia también ha comenzado.
"Sí, nuestras fuerzas armadas serán más reducidas –admitió Obama–. Pero el mundo debe saber que Estados Unidos mantendrá la superioridad militar con unas fuerzas armadas ágiles, flexibles y preparadas para todo el abanico de contigencias y amenazas".
Ajustes presupuestarios
En los próximos diez años el Pentágono deberá reducir su presupuesto en 480.000 millones de dólares. Esta enorme cifra se doblará si antes de fin de año demócratas y republicanos no son capaces en el Congreso de encontrar recortes de gasto alternativos. De momento, está prevista una reducción del Ejército de Tierra de 570.000 a 490.000 soldados.
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