Claudia Korol
El 7 de octubre se juega una nueva pulseada en Nuestra América. El voto a Chávez, en esta oportunidad, se constituirá como un plebiscito popular sobre la continuidad de un proyecto democrático popular de transformaciones, cuya dimensión es continental. Para poder sostener ese proyecto, Chávez no sólo debe ganar… sino ganar con un margen de votos suficiente como para poder asegurar el rumbo de su gobierno, frente a una derecha que no quiere seguir esperando su caída, sino que la busca por todos los medios, contando con el apoyo activo del establishment de los EE.UU..
Hay una paradoja latente en este evento: las elecciones -el sistema electoral reconocido por la ideología liberal como el medio privilegiado para ejercer la democracia-, se vuelve un arma en las manos de un pueblo que en sus franjas más concientes apunta los votos contra la ideología que lo promueve. Es así como las fuerzas que sustentan política e ideológicamente al sistema capitalista y a sus democracias de baja intensidad, conspiran contra el resultado que surja de las elecciones, sabiendo que Chávez tiene el triunfo asegurado por esa vía. Porque el resultado previsible el 7 de octubre -de acuerdo con los datos de prácticamente todas las encuestas y de la mayoría de los analistas-, el triunfo de Chávez, es un verdadero desafío a las políticas neoliberales del necrocapitalismo del siglo 21, a sus guerras de alta y de baja intensidad, a sus invasiones, al genocidio sistemático de los pueblos originarios y al ecocidio –propios del colonialismo reciclado-. La conspiración de la derecha está en marcha, con acusaciones de fraude, y con maniobras tendientes a crear un clima desestabilizador alrededor de esa fecha.
Es por eso que estamos ante una pulseada de carácter estratégico que tiene su epicentro en Venezuela, y que no se limita –aunque es parte fundamental de los intereses en juego- a la batalla mundial por el petróleo, por el agua, por la biodiversidad del Amazonas, por las riquezas que existen en esas tierras o bajo las mismas… Es también una batalla por nuestros sentidos de humanidad. Por demostrar que desde un poder popular es posible insubordinarse frente a las políticas imperialistas de prepotencia basadas en la ley del más fuerte. Es demostrar que hay otro mundo posible que el capitalista, vencedor de la contienda ideológica, política, económica y militar del siglo 20. Y que ese otro mundo puede ser nombrado… que no es necesario seguir realizando ejercicios semánticos, porque entre tantas recuperaciones que los pueblos del continente estamos realizando: recuperación de memoria histórica, de dignidad, de experiencias de resistencia… también estamos recuperando el sentido propio para palabras como antiimperialismo, unidad, poder popular, y socialismo.
Nuestro apoyo a la revolución bolivariana no se sustenta entonces en ningún fanatismo. Hay numerosas críticas que en diferentes momentos hemos realizado fraternalmente al compañero Hugo Chávez desde algunos movimientos sociales, y desde colectivos de intelectuales, incluso en espacios de diálogo que él mismo ha organizado y convocado para escuchar estas opiniones, como son los Encuentros en Defensa de la Humanidad. Hay muchos debates posibles que seguirán abiertos: sobre el modelo de desarrollo, sobre las concepciones y la metodología de construcción de la unidad latinoamericana, sobre la solidaridad necesaria con quienes sufren la sistemática persecución en Colombia, sobre el golpe que ha significado el apoyo y la legitimación otorgadas al gobierno de Porfirio Lobo -continuista del golpe de estado en Honduras- para su ingreso en la OEA y en otras instancias internacionales. Los debates continuarán, porque es parte de las batallas por el socialismo el cultivo del pensamiento crítico y el esfuerzo de que el mismo no sea clausurado en el contexto de las experiencias revolucionarias.
Pero quisiera señalar un aporte fundamental que la revolución bolivariana nos ha dado a los latinoamericanos y latinoamericanas. En plena crisis ideológica de las izquierdas, Hugo Chávez ha desafiado con coraje al orden hegemónico mundial, a su pensamiento único, atreviéndose a inscribir nuevamente en la historia el nombre del socialismo como opción, como desafío a los modelos de muerte del capitalismo. Ha desafiado al mismo tiempo al conservadorismo de algunas izquierdas, al culto al equilibrio, a una exagerada domesticación y subordinación a las relaciones de fuerzas que consagran la hegemonía mundial…
El factor Chávez se ha vuelto un factor de desequilibrio de las relaciones de fuerzas tanto en su país como en el continente, y con su iniciativa ha logrado reforzar las nociones de solidaridad entre pueblos, ejerciendo acciones concretas de apoyo a la Revolución Cubana, y también gestos materiales de solidaridad frente a crisis humanitarias que afectaron a nuestros países en diferentes momentos, provocando un gran debate político pedagógico sobre el valor de la unidad latinoamericana, del antiimperialismo y del humanismo. Una solidaridad material que más que proclamada fue ejercida.
La pulseada del 7 de octubre, excede la simpatía o no por el líder de la revolución bolivariana… va más allá incluso de los debates intensos que se generan sobre muchos aspectos del modelo político, económico y social en curso.
Nuestro apoyo a Chávez no es solamente un gesto de solidaridad hacia un pueblo que intenta un camino propio, que no se subordina a la violencia imperialista. Es también un compromiso con los proyectos populares en nuestro país, en el continente y en el mundo.
Es asumir que la Revolución Bolivariana hoy es una fortaleza de todos nosotros y nosotras. Un lugar desde el cual podemos, en principio, resistir las políticas guerreristas gringas, sus bases militares, sus esfuerzos de multiplicar la bota sobre nuestras poblaciones, para que toda América vuelva a ser su disciplinado patio trasero, lugar de saqueo, de rapiña de nuestros bienes, de superexplotación y de genocidio. Un lugar desde el cual podemos, si resistimos, ganarnos el derecho a ensayar nuevas formas de vida, de buen vivir, en las que el pueblo vaya creando las bases de un poder popular.
Es conocido que entre los aspectos que más sostén ha dado a la revolución bolivariana están las políticas sociales, que benefician a grandes sectores de la población más humilde, y de manera especial a las mujeres pobres, a las mujeres trabajadoras. Las distintas Misiones creadas por la revolución dan respuestas a problemas como la salud, la alfabetización y la educación, vivienda, trabajo, agricultura, seguridad social, nutrición, entre otras. De 1999 al 2011, el gasto social del gobierno ocupó más del 60% de los ingresos fiscales. En ese período, la inversión social se ubica en el 20% del PBI, mientras que en la década anterior alcanzó el 8%. Según el Banco Mundial, la pobreza disminuyó del 70% en 1996 al 23.9% en 2009, y la pobreza extrema se redujo del 40% al 5.9%. Éstas son sólo algunas de las cifras de un vasto movimiento social que modifica las condiciones de vida de millones de personas, que promueven su participación política, y que constituyen el cimiento de la revolución bolivariana.
Las Misiones –aun con sus complejidades- son ejercicios concretos de poder popular. Para las mujeres, especialmente, no sólo significan un alivio en las tareas cotidianas –que siguen recayendo sobre ellas, a pesar de los debates sobre la igualdad de oportunidades-. Son también caminos para integrarse en la vida política, para formarse políticamente, para ejercer el derecho a salir de la casa hacia el país y el mundo. Los derechos de las mujeres han sido consagrados en un conjunto de leyes, e incluso en la Constitución se ha dado un avance significativo al reconocer el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar.
En estos años, es mucho lo que ha crecido la presencia de las mujeres en los movimientos sociales, en la gestión pública, y en el propio gobierno… aunque éste sigue siendo un reto fundamental. La idea de que sin feminismo no hay socialismo atraviesa los debates actuales de Venezuela –incluso desde algunas intervenciones del propio Chávez- desafiando a un machismo muy arraigado en la cultura patriarcal latinoamericana.
En esta perspectiva, más allá de los debates imprescindibles sobre cómo defender y profundizar el proceso en curso, de cómo enfrentar los obstáculos burocráticos, de cómo hacer más colectivas las formas de gobierno y de poder popular, la suerte de la revolución bolivariana que se pulsará en las próximas elecciones, significa la posibilidad de sostener los avances que los movimientos populares logramos en nuestro continente en las primeras décadas del siglo 21.
Luego del golpe de Estado en Honduras y en Paraguay, sabemos que el imperialismo concentra las energías en revertir el entusiasmo popular en Nuestra América, esforzándose por voltear de una manera u otra al gobierno bolivariano, eje de las políticas de unidad continental como el ALBA, UNASUR, CELAC y ahora MERCOSUR.
Es por esto que no podemos dudar a la hora de pararnos frente al imperialismo.
Tenemos que declararnos en estado de alerta frente a las campañas de confusión, de descrédito, de desestabilización de la revolución bolivariana. Tenemos que fortalecer el espacio de movimientos sociales del ALBA, en su capítulo argentino y en su carácter continental. Tenemos que reforzar las redes de comunicación alternativas, para desarmar los golpes mediáticos que se van a multiplicar en estos días. Tenemos que evitar que Venezuela, y con Venezuela toda Nuestra América, se vuelva un territorio de guerra. Tenemos que hacer del continente un lugar para la paz… como condición para que cada pueblo pueda decidir sus propios caminos de buen vivir.
Un 8 de octubre, hace 45 años, el Che era capturado por las fuerzas gringas en Bolivia. Che estaba combatiendo por hacer de Nuestra América un solo territorio rebelde frente al imperialismo. El 9 de octubre, el Che era asesinado y luego desaparecido.
Pero el 7 de octubre todavía estaba combatiendo. La solidaridad más importante, la más necesaria, es la que llega al cuerpo que todavía puede combatir.
Hagamos un frente de defensa de la Revolución Bolivariana, que se multiplique más allá de las elecciones, proyectando los sueños de todas y todos los que cayeron en nuestro continente. Y de todas y todos los que entregaron sus vidas, cada día de sus vidas, a las luchas por la liberación, por la emancipación, por el poder popular, por el feminismo y por el socialismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario