x Marc Gavaldà
La multinacional española, que en seis años ha provocado ocho vertidos de petróleo en el mediterráneo, impulsa un plan que afecta a la población y al medio ambiente
En el último lustro la estampa de Antoni Brufau, presidente de Repsol-YPF, abrazado a presidentes de diferentes países de América Latina, se ha hecho familiar. No en vano, la compañía petrolera ha apostado millonarias inversiones en la exploración de nuevas áreas y el desarrollo de campos productivos. Otra estrategia ha sido formar sociedades mixtas con las empresas nacionales, para conseguir áreas prioritarias y superar las resistencias gubernamentales. De este modo, los países productores, que a la vez son consumidores, abren sus puertas a la compañía, entregando unos combustibles para que la compañía los exporte, o los venda al propio país con un gran margen de ganancias. Mientras la compañía anuncia en las bolsas sus fabulosos hallazgos en zonas no tradicionales, los habitantes de estas regiones sufren los daños ambientales del avance de la frontera extractiva.
BRASIL. Repsol materializó a finales del pasado año un acuerdo con la empresa china Sinopec para desarrollar conjuntamente los proyectos de exploración y producción que posee en las cuencas de Santos, Campos y Espírito Santo (Brasil), donde participa en 14 bloques, de los cuales opera siete. En las últimas semanas, el consorcio Repsol Sinopec Brasil anunció descubrimientos de importantes reservas en varios pozos en la costa de Vitoria y Sao Paulo a profundidades entre dos y cinco kilómetros. Estos hallazgos se añaden a otros mega yacimientos que Repsol ya contabilizó en los pasados años y que le posicionaron en una de las empresas líderes en descubrimientos en aguas profundas. Pero entre la detección de reservas ubicadas a kilómetros bajo la superficie y su posterior extracción, existen riesgos e impedimentos tecnológicos que –sirva el desastre del golfo de México de 2010 como precedente– conviene no subestimar.
COLOMBIA. En aguas colombianas, Repsol se propone realizar exploraciones y explotaciones petroleras en los Cayos delNorte, parte del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. El proyecto ha levantado la oposición del pueblo indígena raizal y de organizaciones ambientalistas en defensa de los sistemas coralinosdel conocidoMar de los Siete Colores.
BOLIVIA. Repsol se asoció a YPFB para formar la empresa Petro- Andina SAM y conseguir nuevas áreas de exploración en la Amazonía boliviana. Más al sur, en el Chaco, la compañía sigue perforando pozos exitosos en el interior de territorios indígenas. En el Bloque Caipipendi, de 123.000 hectáreas que se superponen a los territorios comunitarios de Orígen Itika Guasu, Tentayapi, y al Parque Nacional Aguaragüe, ya se han puesto en marcha cinco pozos a profundidades de hasta 6.000metros.
En 2010 Cristina Fernández y Evo Morales inauguraron un nuevo gasoducto de 40 km para unir este bloque con la red de gasoductos argentinos y asegurar mayores flujos de exportación hacia el mercado argentino, deficitario de este combustible –a pesar de que este país permite a las empresas exportar el gas a Chile y otros países. En octubre, Repsol anunció la inversión, junto a su socia Pan American Energy, de 1.400 millones de dólares para seguir perforando nuevos pozos con el horizonte de aumentar la producción de tres a 14 millones de metros cúbicos diarios de gas en los próximos tres años. Con este repunte productivo “se garantizarán los contratos de exportación a Argentina y por supuesto satisfacer el mercado interno”, que todavía es mínimo ya que no cuenta con una red de suministro domiciliario. Amenazada por el bloque Caipipendi, la comunidad guaraní de Tentayape, declarada como Patrimonio Histórico Cultural de los guaraníes en 2006, ha defendido una posición de rechazo a cualquier entrada de la compañía en su territorio. La empresa acorrala su territorio implantando cada vez más infraestructuras.
PERÚ. Repsol opera en varios lotes en la Amazonía del Perú. Al norte, en el controvertido Lote 39, se discute la existencia o invención de pueblos en aislamiento voluntario. Mientras las organizaciones indígenas piden la creación de una reserva territorial que los proteja, Repsol niega su existencia.
Mientras tanto, la francesa Perenco ha obtenido la licencia para la construcción de un oleoducto en el vecino Lote 67, también en territorios de posible presencia de pueblos aislados. Al sur del país, Repsol es socia del consorcio Camisea, que opera al interior de la reserva Nahua Kugakapori Nantis. Aparte, el descubrimiento de enormes bolsas de gas en el vecino Lote 57 ha empujado a Repsol a iniciar un ambicioso proyecto de industrialización de la selva. Para este año, peinará sus bosques con un proyecto de sísmica 3D que afectará a 2.360 km de la Reserva Comunitaria Machiguenga, así como a su área de amortiguamiento y la del Parque Nacional Otuqui. También proyecta la construcción de 22 pozos más, que se añadirán al ya perforado Kinteroni I y una conexión de gasoductos.
Repsol obtuvo un beneficio neto de 1.901 millones de euros en los nueve primeros meses de 2011, un 6,4% superior al año anterior. Buenas noticias para la bolsa, malas para los pueblos que cobijan el filón hidrocarburífero.
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