x Ángel Guerra Cabrera
Todavía estamos esperando la primera evidencia gráfica de los ataques a civiles libios, en estos tiempos en que las imágenes se difunden en cuestión de minutos
En los últimos días han ocurrido hechos muy importantes que me han decidido a dedicar esta entrega no a uno de ellos sino a algunos de los más destacados. Comenzaré por el bárbaro linchamiento y asesinato de Muamar Gaddafi una vez capturado en descarada violación de la Convención de Ginebra, expuestos sus restos en un circo macabro que vulnera la ley islámica, de la que se dicen portadores los ilustres mercenarios del Consejo Nacional de Transición, y es una burla a la decencia elemental.
Qué preocupados Obama, Sarkozy y Cameron por la justicia. Campeones de los derechos humanos, el premio Nobel de la paz y sus socios galo y británico no dudaron en apoderarse de las reservas internacionales y el petróleo de Libia, ahora que sus economías están en terapia intensiva, con el argumento de proteger a su población civil de los ataques aéreos de Gaddafi.
Todavía estamos esperando la primera evidencia gráfica de esos ataques, en estos tiempos en que las imágenes se difunden en cuestión de minutos. Los masivos bombardeos de la OTAN a la residencia del líder libio, las reiteradas afirmaciones del trío de que “el tirano debe irse” y la desagradable sonrisa de la señora Clinton al hacer su obsceno comentario de “llegamos, vimos y él murió” muestran que el final del líder libio estaba escrito en el guión desde un principio.
La intervención de la OTAN en Libia creó el modelo que puede aplicarse ahora a cualquier nación incómoda para el imperio, especialmente si como Venezuela posee las primeras reservas probadas y probables de petróleo del mundo y enormes reservas de oro, un mineral que se ha convertido en presa codiciada por los imperialistas. Puede alegarse que en ese país, Cuba, Bolivia o Ecuador el gobierno reprime a la población y hay que protegerla como en Libia. De Cuba, por ejemplo, hace meses algunos en esa mafia intentan crear una matriz de opinión sobre protestas reprimidas por el gobierno que sólo ocurren en su enferma imaginación.
Horas después del asesinato de Gaddafi, en Argentina se producía un hecho totalmente distinto. Cristina Fernández de Kirchner conservó la presidencia con asistencia a las urnas y votación arrolladora, en una de las victorias más sonadas de los movimientos populares latinoamericanos en los últimos tiempos. Dato elocuentísimo, el copioso sufragio juvenil que recibió, subrayado por la festiva concentración de cientos de miles de jóvenes, mujeres, trabajadores e indígenas que aclamaron su gestión en la histórica Plaza de Mayo. Entre los méritos de Cristina y su desaparecido compañero resalta el haber devuelto a los jóvenes la confianza en la política, que los ha estimulado a su fervorosa y consciente participación en el proyecto kirchnerista.
Con el relámpago del país austral se refuerza el rumbo de una mayoría de países latinoamericanos hacia la independencia, la soberanía, la unidad y la integración, que pronto se verá coronada en Caracas, con la fundación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, virtual sepultura de la OEA. Mientras, al otro lado de los Andes, en Chile, continúa firme y combativo el ejemplar movimiento de los estudiantes y profesores chilenos por la educación pública, gratuita y de calidad, devenido ya en movimiento popular que cuestiona de frente al neoliberalismo.
Otro relámpago, este en el edificio de la ONU en Nueva York, la clamorosa y unánime condena al inamovible bloqueo contra Cuba, sólo objetada por Estados Unidos y su aliado sionista. Con 186 votos de 192 posibles, los Estados miembros, por encima de diferencias ideológicas y políticas, censuraron este acto de guerra no sólo contra Cuba sino nada menos que contra la libertad de comercio, de la que el imperio se jacta de ser su apóstol. Para escarnio del gobierno de Obama, mientras finge la prometida flexibilización del acto punitivo, como le recordaron varios embajadores latinoamericanos, resulta que se ha destacado más que el de Bush –algo que se antojaba imposible de superar- en la persecución de las operaciones financieras de Cuba en el mundo entero.
El bloqueo ha costado ya a la isla más de 975 mil millones de dólares, la priva de préstamos de los organismos internacionales de crédito y cada vez son más las empresas no estadunidenses que sanciona por comerciar con Cuba y, por lo tanto, mayor el daño a la economía cubana. Como dijo Fidel, no es sólo al bloqueo al que hay que poner fin sino al sistema que lo genera.
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