Comprender la guerra de Libia (3/3)
En cada guerra siempre es lo mismo. Al principio, es casi imposible oponerse. El machaqueo mediático es tal que inmediatamente se te cataloga como cómplice de un monstruo. Después de un tiempo, cuando llegan los ‘errores’, los muertos civiles, los fracasos militares y las revelaciones sobre ‘nuestros amigos’, el debate termina al final por abrirse. Pero al principio es muy duro.
3ª Parte : Pistas para actuar
Para desbloquear este debate, la batalla de la información, como decíamos aun hace una semana[1], es la clave. Y esta batalla no puede llevarse a cabo más que por cada uno de nosotros, donde estemos, en función de las personas con las que nos encontremos, escuchando bien lo que les influencia, verificando la información con ellos, pacientemente… Para llevar eficazmente este debate, es muy importante estudiar la experiencia de la desinformación en las guerras precedentes.
Los 5 principios de la propaganda de guerra aplicados a Libia
Esta experiencia, lo hemos resumido en los « cinco principios de la propaganda de guerra », expuestos en nuestro libro Israel, parlons-en ! En cada guerra, los medios quieren persuadirnos de que nuestros gobiernos está obrando bien y para ello aplican estos cinco principios : 1. Ocultar los intereses económicos. 2. Invertir la víctima y el agresor. 3. Ocultar la historia. 4. Demonizar. 5. Monopolizar la información.
Estos cinco principios se han vuelto a aplicar contra Libia ; ya nos dimos cuenta en las páginas precedentes. Para terminar, llamamos la atención sobre el cuarto : la demonización del adversario. Los guerreristas siempre tienen que persuadir a la opinión de que ellos no actúan para obtener ventajas económicas o estratégicas, sino para eliminar una grave amenaza. En cada guerra, dese hace decenios, el dirigente contrario ha sido siempre presentado como cruel, inmoral y peligroso, con las peores descripciones de sus atrocidades. Más tarde, muchos de esos relatos, a veces todos, se van deshinchando ; pero no importa, ya hicieron su labor : manipular la emoción del público para impedirle analizar los intereses que están realmente en juego. Imposible ya volver atrás.
No hemos tenido los medios para estar presentes en Libia. Pero estuvimos en Yugoslavia, bajo las bombas de la OTAN, y pudimos constatar, y probar, que la OTAN había mentido sistemáticamente [2]. Lo constatamos también en Iraq. En cuanto a Libia, la cosa se parece mucho, pero hasta ahora no hemos tenido los medios para proceder a contrastar las informaciones presentadas. Nuestro equipo de Investig’Acttion no tiene los medios necesarios. Pero varios observadores ya han detectado muchos indicios de desinformación. Por ejemplo, los “seis mil muertos supuestamente víctimas de los bombardeos de Gadafi sobre la población civil”. ¿Dónde están las imágenes ? ¿No había ninguna cámara, ningún teléfono móvil allí ,como los hubo en Gaza, en la plaza Tahrir, en Túnez o en Bahréin ? Ninguna prueba, ningún testimonio fiable, desmentidos de los satélites rusos o de los observadores de la UE, y sin embargo, la información se cerró en banda incansablemente y ya nadie se atreve a contradecirla so pena de ser tachado de ‘complicidad’.
En una guerra civil no es hacer filtiré, y esto es cierto por ambas partes. Una información parcial siempre intentará hacernos creer que las atrocidades se cometen de solo un lado y por tanto hay que apoyar al otro. Pero conviene ser prudentes sobre este tipo de relatos.
¿Quién nos informa ?
Una cosa que hay que mostrar…. Es que la demonización no cae del cielo. Es difundida por medios que toman partido, a menudo sin decirlo. Sin embargo, es la primera pregunta que debería hacerse en una guerra ¿me han dejado escuchar a la otra parte ?
¿Por qué en Europa y en EE UU los medios están todos de acuerdo sobre Gadafi ? Y ¿por qué en América latina, en África, en Rusia, se denuncia por el contrario una nueva cruzada imperialista ? ¿Se equivocan todos estos ? ¿Son los occidentales los que saben mejor todo lo que pasa ? ¿O es más bien que cada cual está influenciado por sus medios ? Entonces ¿debemos seguir ciegamente a nuestros medios, o contrastarlos ?
Estamos siendo abundantemente saturados sobre los aspectos negativos de Gadafi. Pero ¿se nos ha informado de sus aspectos positivos ? ¿Quién nos ha informado de su ayuda a los proyectos de desarrollo africano ? ¿Quién nos ha dicho que Libia conoce, según las instituciones internacionales, el más alto ‘índice de desarrollo humano’ de toda África, muy lejos de los favoritos del Oeste como Egipto o Túnez ? Esperanza de vida, 74 años ; analfabetismo reducido al 5% ; presupuesto en educación, el 2% del PIB y el de defensa, el 1,1%.
Distinguir dos cuestiones diferentes
Hay mucha intimidación intelectual en el debate sobre Libia. Si denuncias la guerra contra Libia, se te acusa de todo lo que ha hecho Gadafi. Pues no. Hay que distinguir dos problemas muy distintos.
Por una parte, los libios tienen absolutamente el derecho de elegir a sus dirigentes y de cambiarlos por los medios que ellos consideren necesarios. ¡Los libios ! No Obama, ni Sarkozy. Después de hacer una separación de las acusaciones contra Gadafi, lo que está verdaderamente atestiguado y lo que es más bien propaganda interesada, un progresista puede perfectamente desear que los libios tengan un dirigente mejor.
Por otra parte, cuando Libia es atacada porque unos piratas quieren dar un golpe de mano en su petróleo, sus reservas financieras y su posición estratégica, entonces hay que decir que el pueblo libio va a sufrir aun más bajo el poder de estos piratas y sus marionetas. Libia perderá su petróleo, sus empresas, las reservas de su banco nacional, sus servicios sociales y su dignidad. El neoliberalismo le aplicará sus sucias recetas que han hundido ya a tantos otros pueblos en la miseria.
Ahora bien, un ‘buen dirigente’ nunca llega sino en las maletas de los invasores y a golpe de bombas. Es lo que EE UU llevó a Iraq, un Al-Maliki y un pequeño grupo de corruptos que venden su país a las multinacionales. En Iraq ya tienen la democracia, pero además han perdido el petróleo, la electricidad, el agua, las escuelas y todo lo que permite una vida digna. Es lo que EE UU llevó a Afganistán, un Karzai que reina sobre nada, si acaso sobre un barrio de Kabul, mientras que las bombas USA machacan aldeas, fiestas de bodas, escuelas y el comercio de la droga está más boyante que nunca.
Los dirigentes que se impusieran en Libia mediante las bombas occidentales, serán aun peores que Gadafi. Por lo tanto, hay que apoyar al gobierno legal libio cuando se resiste a lo que es una auténtica agresión neocolonial. Porque todas las soluciones previstas por Washington y sus aliados son malas : sea el derrocamiento o el asesinato de Gadafi, sea la escisión del país en dos o la ‘somalización’, es decir, una guerra civil de baja intensidad y larga duración. Todas estas soluciones traerán sufrimiento a las poblaciones.
La única solución de interés para los libios es la negociación, con mediadores internacionales desinteresados que no sean parte del conflicto, como Lula. Un buen acuerdo implica el respeto de la soberanía libia, el mantenimiento de la unidad del país, la preparación de las reformas para la democracia y poner fin a las discriminaciones regionales.
Hacer respetar el derecho, lo contrario al ‘derecho de injerencia’
Este delicado debate político hay que intentar traerlo siempre a los principios de base de la vida internacional : soberanía de los estados, coexistencia pacífica entre los diferentes sistemas, no injerencia en los asuntos internos. A las potencias occidentales les gusta presentarse como que buscan hacer respetar el derecho. Es totalmente falso.
Se nos dice que EE UU es hoy mucho más respetuoso del derecho internacional de lo que era cuando el cow-boy Bush, y que esta vez ha habido una resolución de la ONU. No es aquí el sitio de discutir si la ONU representa verdaderamente la voluntad democrática de los pueblos y si los votos de numerosos estados no son objeto de compra o de presiones.
Simplemente detallar que esta resolución 1973 viola el derecho internacional y, en primer lugar, la Carta Fundamental… de la misma ONU.
Efectivamente, su artículo 2 § 7, estipula : “Ninguna disposición de la presente Carta autoriza a las naciones Unidas a intervenir en los asuntos que pertenecen esencialmente a la jurisdicción interna de un Estado”. Reprimir la insurrección armada es competencia de un Estado, aun si hubiera que lamentar las consecuencias. De todos modo, si bombardear a rebeldes armados es considerado como un crimen intolerable, entonces hay que juzgar de urgencia a Bush y a Obama por lo que han hecho en Iraq y en Afganistán.
Igualmente, el artículo 39 limita los casos en que la coerción militar es autorizada : “La existencia de una amenaza contra la paz, de una ruptura de la paz o de un acto de agresión”. Hay que señalar, aunque solamente sea por reírnos, que incluso el tratado de la OTAN precisa en su artículo 1 : “Las partes se comprometen, tal y como está estipulado en la Carta de la Naciones Unidas, a reglar por medios pacíficos todos los diferendos internacionales en los que pueda verse implicados”.
Se nos presenta este “derecho de injerencia humanitaria” como una novedad y un gran progreso. En realidad, el derecho de injerencia ha venido siendo practicado durante siglos por las potencias coloniales contra los países de África, de Asia y de América latina. Por los fuertes contra los débiles. Y es precisamente para poner fin a esta política de la cañonera por lo que fueron adoptadas en 1945 nuevas reglas del derecho internacional. Concretamente la Carta de Naciones Unidas ha prohibido a los países fuertes invadir a los países débiles y este principio de la soberanía de los Estados constituye un progreso en la Historia. Anular esta conquista de 1945 y volver al derecho de injerencia, es volver al tiempo de las colonias.
Entonces, para hacer que se apruebe una guerra muy interesada, se toca la cuerda sensible : el derecho de injerencia sería necesario para salvar a las poblaciones en peligro. Tales pretextos también eran utilizados en su tiempo por las colonialistas Francia, Inglaterra y Bélgica. Y todas las guerras imperiales de EE UU se han hecho con este tipo de justificaciones.
Con EE UU y sus aliados como gendarmes del mundo, el derecho de injerencia pertenecerá evidentemente a los fuertes contra los débiles, nunca al revés. ¿Tiene acaso Irán el derecho de injerencia para salvar a los palestinos ? ¿Tiene Venezuela el derecho de injerencia para poner fin al sangriento golpe de Estado en Honduras ? ¿Tiene Rusia el derecho de injerencia para proteger a los bahreinís ?
En realidad, la guerra contra Libia es un precedente que abre la vía a la intervención armada de EE UU o de sus aliados en no importa qué país árabe, africano o latino-americano. Hoy se va a matar a miles de libios “para protegerles” y mañana se irá a matar a civiles sirios o iraníes o venezolanos o eritreos “para protegerles”, en tanto que los palestinos y todas las demás víctimas de los “fuertes” continuarán sufriendo dictaduras y masacres…
Mostrar que la intervención occidental viola el derecho y nos vuelve al tiempo de las colonias, me parece que es un tema que hay que poner en el centro del debate.
¿Qué hacer ?
EE UU bautizó la guerra contra Libia de « Aurora de la Odisea ». Ahora bien, sus nombres codificados contienen siempre un mensaje dirigido a nuestro inconsciente. La Odisea, el gran clásico de la literatura griega, relata el viaje durante veinte años emprendido por Ulises a través del universo. Con medias palabras se nos está diciendo que Libia hoy es el primer acto de un largo viaje de EE UU para (re)conquistar África.
Intentan así parar su declive. Pero al final, será en vano. EE UU perderá inevitablemente su trono. Porque este declive no es debido al azar o a circunstancias particulares, es debido a su mismo modo de funcionamiento. En 1865, el célebre teórico del capitalismo, Adam Smith, apoyó al presidente USA, Abram Lincoln, en la abolición de la esclavitud : “La economía de cualquier país que practique la esclavitud está iniciando un descenso hacia el infierno que será muy duro el día que otras naciones se despierten”.
De hecho EE UU ha remplazado una esclavitud por otra. En el siglo XX levantó su prosperidad sobre la dominación y el pillaje de países enteros, vivió como parásito y por lo mismo debilitó sus capacidades económicas internas. La humanidad tiene gran interés en que ese sistema se acabe definitivamente. La misma población de EE UU tiene interés en ello. Para que se deje de cerrar fábricas, de destruir empleo y de confiscar sus casas para pagar bonos de banqueros y gastos de guerra. La población europea tiene también interés en una economía no al servicio de las multinacionales y sus guerras, sino al servicio de la gente.
Estamos pues en una encrucijada. ¿Qué ‘albar’ queremos elegir ? ¿La anunciada por EE UU que nos llevará durante veinte o treinta años por guerras incesantes en todos los continentes ? ¿O más bien un ‘alba’ verdadera, otro sistema de relaciones internacionales en las que nadie imponga a nadie sus intereses por la fuerza y donde cada pueblo pueda elegir libremente su camino ?
Como en cada guerra de los últimos veinte años, una gran confusión reina en la izquierda europea. Los discursos seudo-humanitarios difundidos por los medios ciegan porque nos olvidamos de escuchar la otra versión, de estudiar las guerras precedentes, de contrastar la información.
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