lunes, 23 de abril de 2012

El gas y el petróleo son prácticamente inagotables


Gas y petróleo en el Uruguay
Una revisión paradigmática radical: el gas y el petróleo son prácticamente inagotables
Danilo Antón
danton@chasque.net

Una de las noticias más importantes y permanentes en los medios de difusión periodísticos nacionales y mundiales es el aumento incesante de los precios del petróleo. Esta tendencia, que es general y continuada, parece irreversible. Sobre todo cuando se piensa (como veremos, sin mayor fundamento) que las existencias de petróleo y gas son limitadas, y que, por tanto, se van a acabar en las próximas décadas. En esta breve nota procuraremos presentar algunos elementos argumentales que demuestran que esta creencia NO se apoya en los datos de la realidad, que la hipótesis del origen fósil de los hidrocarburos se ha transformado en un presupuesto de tipo dogmático cuya veracidad es, por lo menos, dudosa.

La configuración actual del mercado petrolero y gasífero, los aspectos psicológicos que impulsan la dinámica de los precios, la redistribución económica y monetaria generada por los mismos, se basan en un concepto paradigmático incierto: el origen fósil de los hidrocarburos.

Si el petróleo y el gas fueran de origen fósil, tal como se sostiene generalmente en el mundo científico oficial, sus existencias estarían limitadas a las cuencas sedimentarias. Estas cuencas poseen volúmenes totales relativamente pequeños con espesores ínfimos si se los compara con la masa total de La Tierra. Por esa razón, las cantidades de hidrocarburos disponibles serían relativamente pequeñas. Sin embargo, a la luz de los nuevos datos de la astronomía planetaria, provenientes de las sondas que visitaron gran parte del Sistema Solar, y de la experiencia de la explotación de numerosos yacimientos petroleros y gasíferos, parece cada vez menos probable que esta teoría del origen “fósil” del petróleo y el gas refleje la realidad geológica y astronómica. La hipótesis sustitutiva, que pregona el origen mineral de los hidrocarburos, es muy antigua. A fines del siglo XIX, Dmitri Mendeleev, padre de la química moderna, sostenía que el petróleo y el gas eran de origen mineral y provenían de las profundidades de la tierra. En tiempos posteriores, varios geólogos rusos (particularmente Nikolai Alexandrovitch Kudryavtsev en 1951) y ucranianos (por ejemplo, Emmanuil Chekaliuk en 1967) continuaron desarrollando la hipótesis con datos experimentales orientando las búsquedas petroleras en la Unión Soviética en ese sentido. Basada en esta hipótesis la Unión Soviética se convirtió en el primer productor mundial de hidrocarburos en la década de 1980. Desafortunadamente, durante muchos años los científicos europeos y norteamericanos (que se negaban a leer las revistas científicas rusas) no se enteraron de estas importantísimas experiencias petroleras soviéticas.

En los últimos años, apoyándose en los trabajos antes citados y con los datos recientes de la astronomía, el astrofísico austríaco Thomas Gold, replanteó la teoría incluyendo varios elementos innovativos desarrollando una verdadera revisión paradigmática del tema expresada en su reciente libro “La biosfera profunda y caliente”. Consideramos que este libro podrá representar un jalón trascendental en la evolución del pensamiento geológico universal y recomendamos encarecidamente su lectura.

En base a los autores rusos y ucranianos mencionados y a los trabajos de Thomas Gold, se puede sostener que NO hay suficientes elementos científicos como para seguir afirmando a rajatablas que el petróleo y el gas son de origen fósil. Existen numerosos yacimientos de petróleo contenidos en rocas ígneas y metamórficas inexplicables con la teoría “fósil”. Los yacimientos petroleros no se agotan de acuerdo a las previsiones. Extrañamente, parecería que los reservorios se “recargan” desde las profundidades. La composición química de los hidrocarburos es contradictoria con un origen orgánico (p.ej. su elevado contenido en helio que no existe en los restos biológicos). Hay muchos otros argumentos y datos en el mismo sentido y que podríamos citar pero que consideramos exceden el marco de esta nota.

Todos estos elementos tienden a mostrar que la teoría del origen “fósil” es, por lo menos, insatisfactoria. De acuerdo a la visión de los geólogos rusos y ucranianos antes mencionados y de Thomas Gold, el petróleo y el gas resultan de la desgasificación geológica del planeta que comenzó hace 3,000 millones de años y continúa en la actualidad. Los volúmenes de petróleo y gas existentes constituirían un porcentaje muy elevado de la masa del planeta, con volúmenes muchísimo mayores a los estimados actualmente (tal vez miles de veces mayores). En otras palabras, a todos los efectos de nuestra arrogante civilización humana, las existencias de petróleo y gas serían inagotables.

Esto quiere decir que el gas y el petróleo no se van a acabar (por lo menos en los próximos miles de años) y que las principales limitantes para las sociedades humanas podrían ser sus impactos ambientales en la atmósfera, pero no el agotamiento de las “reservas”. Estos impactos incluirían el aumento del dióxido de carbono (que podría dar lugar a un posible efecto invernadero, cosa que aún no está probada) y la disminución del porcentaje de oxígeno contenido en el aire (hecho mucho más grave aunque sus efectos no parecen inminentes).

Otra consecuencia de la teoría es que pueden ocurrir emanaciones petroleras y gasíferas en TODA la superficie del planeta. Por supuesto que hay zonas donde la presencia de fracturas y trampas estructurales permiten o permitieron la acumulación de grandes volúmenes de hidrocarburos y allí se encuentran los yacimientos más grandes y accesibles. Sin embargo, es dable esperar la surgencia de hidrocarburos en TODAS las zonas fracturadas de la corteza, especialmente en la periferia de las regiones montañosas, en las zonas de fallas, en los bordes continentales, y por supuesto en todas las cuencas sedimentarias que permitieron el entrampamiento de los hidrocarburos ascendentes (por ejemplo, en las cuencas del Golfo en el Medio Oriente).

Esta teoría tiene algunas implicaciones para el Uruguay. Por lo pronto, es probable que existan en el territorio nacional surgencias potenciales de petróleo en varias zonas del país. En primer lugar, seguramente hay hidrocarburos (afloramientos de gas, tal vez también hidrocarburos líquidos) en el borde continental, como está demostrado por las ocurrencias de hidratos de metano en el fondo marino de la plataforma atlántica uruguaya y por la generalizada ocurrencia de emanaciones de gases y petróleo a lo largo de la costa de Brasil, desde Río Grande hasta Bahía.

En segundo lugar, pueden haber ocurrencias explotables en los bordes de las grandes fosas, en particular en el borde occidental de la fosa de la laguna Merín (departamentos de Lavalleja, Cerro Largo, Treinta y Tres y Rocha). También habría que considerar la fosa platense, la fosa del Santa Lucía, el límite oriental de la gran fosa paranaense (Rivera, Tacuarembó), y tal vez, las zonas limítrofes entre los grandes macizos orogenéticos antiguos (líneas de fractura de la Sierra de Animas, Sierra de la Ballena, entre otras). Todas estas especulaciones geológicas deben ser apoyadas por datos provenientes de muestreos de pozos y sondeos (en particular procurando encontrar indicios de metano disueltos en el agua subterránea).

En definitiva, este nuevo enfoque genético del origen de los hidrocarburos puede cambiar radicalmente el panorama energético a nivel mundial y nacional.

No creo que deba aceptarse esta teoría del origen mineral a pie juntillas pero creo que introduce suficientes elementos de incertidumbre como para que se la considere seriamente en el momento de discutir y decidir las políticas energéticas del país.


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