x Manuel Gusmao
Culminando las insurrecciones obreras que marcaron el siglo XIX europeo, la Comuna de París, en 1871, es la última insurrección del siglo y la primera en triunfar
El ideal comunista es un proyecto de transformación del mundo y de la vida, que se alimenta de la experiencia revolucionaria y de las tradiciones de lucha del proletariado y de los pueblos oprimidos. Transportando consigo aspiraciones y sueños casi milenarios e ideales modernos, el ideal comunista convierte en esperanza revolucionaria los fracasos y los éxitos de la lucha del movimiento obrero. Es un largo proyecto cuyo triunfo es una posibilidad real en la larga duración de la historia. No traicionar la memoria es condición de fidelidad en el presente y en el futuro.
Culminando las insurrecciones obreras que marcaron el siglo XIX europeo - 1830 y 1848, la Comuna de París, en 1871, es la última insurrección del siglo y la primera en triunfar, aunque fuera por escasas semanas (dura, concretamente, del 26 de marzo al 27 de mayo).
Levantando barricadas y resistiendo de forma heroica en combates callejeros, la Comuna será ahogada en sangre. Decenas de miles de hombres y mujeres fueron fusilados y las ejecuciones masivas se prolongaron a lo largo del mes de junio. Entre el 26 de mayo del 1871 y el 31 de diciembre del 1874, los 24 consejos de Guerra creados por el Gobierno de Versalles juzgaron a 80 niñas y niños, 132 mujeres y 9.950 hombres de la Comuna, sin contar con los “contumaces”. Se pronunciaron 13.450 condenas.
El día 30 de mayo, Marx presentaba al Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores un documento en el que analizaba la Comuna de París, La Guerra Civil en Francia: 1871 (se conocen dos redacciones anteriores).
Dirigido a la totalidad de miembros de la Asociación en Europa y en los EEUU, el texto del llamamiento que se aprobó por unanimidad es un admirable análisis histórico contemporáneo, del cual se extraen, desde la experiencia concreta del movimiento de masas obreras, consecuencias teóricas fundamentales para el futuro del mismo.
El estudio de la experiencia de los revolucionarios de la Comuna tendrá un papel relevante en la elaboración, por parte de Marx, Engels y Lenin, de la teoría revolucionaria.
* Ponencia presentada en el Congreso Marx en Maio, Lisboa 2 al 6 de mayo de 2012
1. No basta con apoderarse del Estado
Como destaca Lenin en "El Estado y la Revolución", la única “corrección” que Marx consideró necesario explicitar en el prefacio del 24 de junio del 1872 a una nueva edición alemana del Manifiesto Comunista, está relacionada con la cuestión del Estado, tal como resulta de la experiencia de la Comuna de París.
“La clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la maquinaria del Estado y servirse de ella para sus propios fines”
1.1 El primer decreto de la Comuna fue la supresión del ejército regular y su sustitución por el pueblo armado.
1.2 La Comuna se conformó por consejeros municipales, electos por sufragio universal (N. del T.: sufragio universal masculino) en los diversos barrios de la ciudad. Eran responsables frente a sus electores y revocables por los mismos, es decir, ser destituidos por ellos en cualquier momento. La mayoría de sus miembros eran obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no debería ser un organismo parlamentario, sino un cuerpo actuante; a la vez ejecutivo y legislativo.
1.3 Para que dejara de formar parte del aparato del gobierno central, a la policía se le retiró su carácter político y fue reconvertida en un instrumento de la Comuna.
1.4. Lo mismo sucedió con otras ramas de la Administración. Desde los miembros de la Comuna hasta las bases, el funcionariado debería mantenerse con salarios de obreros, y sus cargos y diferentes funciones, incluyendo los de jueces y magistrados, eran elegibles y revocables.
1.5. Los servicios públicos dejaron de ser propiedad privada del gobierno central. No sólo la Administración Municipal, sino toda la iniciativa hasta entonces ejercida por el Estado se colocó en manos de la Comuna.
1.6. Una vez abolidos el ejército regular y la policía, instrumentos materiales del poder del anterior gobierno, la Comuna se propuso la tarea de romper con el aparato espiritual de la opresión, el poder de los curas. Decretó la separación entre la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias en la medida que constituían corporaciones poderosas pudientes […] La totalidad de los establecimientos de enseñanza fueron abiertos de forma gratuita al pueblo y, simultáneamente, desvinculados de toda injerencia de la Iglesia y del Estado. […] Los funcionarios de la justicia fueron desposeídos de esa falsa independencia que apenas había servido para enmascarar su vil sumisión a los sucesivos gobiernos.
2. “Republica social” y gobierno obrero
La multiplicidad de interpretaciones a las cuales la Comuna ha sido sometida y la multiplicidad de intereses que se identifican con ella demuestran que fue una forma política susceptible de expansión mientras todas las otras formas de gobernar hasta entonces se sostuvieron en base a la represión. Su verdadero secreto fue el siguiente:
2.1. La “República social” era fundamentalmente un gobierno de la clase obrera, el resultado de la lucha de clases de los productores contra la de los expropiadores, era la forma política que finalmente permitía realizar la emancipación económica del trabajo.
2.2. Una vez emancipado el trabajo, cualquier persona se convierte en trabajador y el trabajo productivo deja de ser un atributo de clase.
2.3. La Comuna fue la forma positiva de esa “República social” que no debería abolir simplemente la forma monárquica de dominación de clase, sino la propia dominación de clase.
3. Gobierno obrero y alianzas sociales
Por primera vez, simples obreros se atrevieron a tocar el privilegio gubernamental de sus “superiores naturales”, es decir, osaron formar, con sus iguales, su propio gobierno.
3.1. La Comuna fue la primera revolución en la que se reconoció claramente a la clase obrera como la única capaz de iniciativa social, opinión compartida incluso por la gran masa de la clase media parisina – tenderos y demás comerciantes y negociantes - con la única excepción de los capitalistas adinerados. Esa misma parte de la clase media había participado en el aplastamiento de la insurrección obrera en junio del 1848 siendo a continuación sacrificada a sus acreedores. Sin embargo, ese no era el único motivo para aliarse ahora a la clase obrera. Sentían que solamente se les presentaba una alternativa: La Comuna o el Imperio – con cualquier nombre con el que reapareciera - era la única opción.
3.2. La Comuna estaba en lo cierto al decir a los campesinos: “nuestra victoria es vuestra única esperanza”.
3.3. Si la Comuna era, de este modo, la verdadera representante de todos los elementos sanos de la sociedad francesa era, a la vez, un gobierno obrero y, a ese título, un campeón audaz de la emancipación internacional del trabajo; Es por eso que, apelando a la solidaridad internacional con la Comuna de París, Marx insiste en la cuestión de la Comuna como una cuestión internacional, una cuestión de interés universal para la clase obrera.
4. La crítica al parlamentarismo
Lenin también destaca en el texto de Marx una notable crítica al parlamentarismo que, soterrada por los comentarios del oportunismo socialdemócrata, pertenecía en el momento en el que escribía, así como a día de hoy, al tesoro de las palabras “olvidadas” del marxismo.
4.1. Marx crítica el modo en el Sufragio Universal es pervertido y sirve para elegir cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante han de “representar” y aplastar al pueblo en el parlamento.
4.2. La más democrática de las repúblicas basadas en la representación o la más amplia democracia representativa no conseguirán nunca librarse de la limitación devastadora que es la separación entre representados y representantes. Separación, de naturaleza económica y social, que permite a los representantes manipular a los representados y construir su mandato según sus propios intereses y no desde el de los que les han elegido como sus representantes.
5. El “Asalto a los cielos”
Marx, en el otoño de 1870, había advertido solemnemente a la clase obrera francesa en contra de cualquier tipo de acción prematura. En su análisis sobre la Comuna de París no ocultó sus equivocaciones y fragilidades, sin embargo, su análisis se hizo desde un enorme entusiasmo. Aunque pudiera parecerlo, esto no contiene ningún tipo de contradicción, es más bien una manifestación de la elevadísima conciencia revolucionaria de Marx. Este temía que cualquier acción precipitada comprometiera el destino de la clase obrera, pero supo reconocer de inmediato el alcance histórico de la acción de la Comuna de París y clarificar su profundo significado para todo el movimiento internacional.
La actitud de Marx es un ejemplo de la firmeza y el coraje intelectual y político que se espera de un revolucionario. Permite fundamentar la crítica al oportunismo y a la cobardía política, incluso de aquellos que, por ejemplo, a día de hoy critican a Lenin y a los Bolcheviques por haber tenido la iniciativa de tomar el poder aún no estando todavía reunidas todas las garantías de que luego lo pudieran mantener con éxito.
En una carta del 12 de abril a Kugelmann, Marx se refiere a la acción de los obreros parisinos como un “asalto a los cielos”. Y en la contestación a su corresponsal, escribió:
“Sería, sin duda, muy cómodo hacer historia si solamente hubiera que luchar en condiciones infaliblemente favorables […]. Gracias al combate librado por París, la lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado en una nueva etapa. Sea cual sea la manera en la que sucedan los acontecimiento en lo inmediato, el resultado será un nuevo punto de partida de una importancia histórica mundial”.
Lenin, en el prefacio a la traducción rusa de las cartas de Marx a Kugelmann (15 de febrero del 1907) escribe:
“Marx ha sabido ver que, en determinados momentos de la historia, una lucha sin tregua de las masas, aún siendo por una causa desesperada, es indispensable para la educación ulterior de esas propias masas, para prepararlas para su lucha futura. […] Los canallas burgueses de Versalles, escribe Marx, colocaron a los parisinos frente a una alternativa – O respondían al reto o sucumbían sin combate. En el último caso, la desmoralización de la clase obrera hubiera sido una desgracia mucho mayor que la pérdida de cualquier numero de sus jefes” (90).
Y Lenin prosigue:
“Marx no se conformó con admirar la heroicidad de los comuneros asaltando los cielos” Ha visto en el movimiento revolucionario de masas, aún sin haber alcanzado su objetivo, un experimento histórico de una transcendencia inmensa, un paso adelante de la revolución obrera universal, un paso real, mucho más relevante que centenas de programas y razonamientos.” (315)
En el VII Congreso Extraordinario realizado del 6 al 8 de marzo del 1918, Lenin presentó una resolución sobre la propuesta de cambio de nombre del Partido y de modificación de su programa. La relación con la Comuna de París es, en ambos casos, destacable:
“El congreso decide que en el futuro nuestro Partido (el Partido Obrero Socialdemócrata Bolchevique de Rusia) se llamará el Partido Comunista de Rusia, con la palabra “Bolchevique” entre paréntesis agregada.
La modificación de la parte política de nuestro programa […] debe consistir en la definición, lo más precisa y completa posible, del Estado de nuevo tipo , la Republica de los Soviets, como forma de dictadura del proletariado y continuación de las conquistas de la revolución obrera internacional, inaugurada por la Comuna de París.” (II: 630)
Traducción de Inés Míguez para Red Roja
El ideal comunista es un proyecto de transformación del mundo y de la vida, que se alimenta de la experiencia revolucionaria y de las tradiciones de lucha del proletariado y de los pueblos oprimidos. Transportando consigo aspiraciones y sueños casi milenarios e ideales modernos, el ideal comunista convierte en esperanza revolucionaria los fracasos y los éxitos de la lucha del movimiento obrero. Es un largo proyecto cuyo triunfo es una posibilidad real en la larga duración de la historia. No traicionar la memoria es condición de fidelidad en el presente y en el futuro.
Culminando las insurrecciones obreras que marcaron el siglo XIX europeo - 1830 y 1848, la Comuna de París, en 1871, es la última insurrección del siglo y la primera en triunfar, aunque fuera por escasas semanas (dura, concretamente, del 26 de marzo al 27 de mayo).
Levantando barricadas y resistiendo de forma heroica en combates callejeros, la Comuna será ahogada en sangre. Decenas de miles de hombres y mujeres fueron fusilados y las ejecuciones masivas se prolongaron a lo largo del mes de junio. Entre el 26 de mayo del 1871 y el 31 de diciembre del 1874, los 24 consejos de Guerra creados por el Gobierno de Versalles juzgaron a 80 niñas y niños, 132 mujeres y 9.950 hombres de la Comuna, sin contar con los “contumaces”. Se pronunciaron 13.450 condenas.
El día 30 de mayo, Marx presentaba al Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores un documento en el que analizaba la Comuna de París, La Guerra Civil en Francia: 1871 (se conocen dos redacciones anteriores).
Dirigido a la totalidad de miembros de la Asociación en Europa y en los EEUU, el texto del llamamiento que se aprobó por unanimidad es un admirable análisis histórico contemporáneo, del cual se extraen, desde la experiencia concreta del movimiento de masas obreras, consecuencias teóricas fundamentales para el futuro del mismo.
El estudio de la experiencia de los revolucionarios de la Comuna tendrá un papel relevante en la elaboración, por parte de Marx, Engels y Lenin, de la teoría revolucionaria.
* Ponencia presentada en el Congreso Marx en Maio, Lisboa 2 al 6 de mayo de 2012
1. No basta con apoderarse del Estado
Como destaca Lenin en "El Estado y la Revolución", la única “corrección” que Marx consideró necesario explicitar en el prefacio del 24 de junio del 1872 a una nueva edición alemana del Manifiesto Comunista, está relacionada con la cuestión del Estado, tal como resulta de la experiencia de la Comuna de París.
“La clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la maquinaria del Estado y servirse de ella para sus propios fines”
1.1 El primer decreto de la Comuna fue la supresión del ejército regular y su sustitución por el pueblo armado.
1.2 La Comuna se conformó por consejeros municipales, electos por sufragio universal (N. del T.: sufragio universal masculino) en los diversos barrios de la ciudad. Eran responsables frente a sus electores y revocables por los mismos, es decir, ser destituidos por ellos en cualquier momento. La mayoría de sus miembros eran obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no debería ser un organismo parlamentario, sino un cuerpo actuante; a la vez ejecutivo y legislativo.
1.3 Para que dejara de formar parte del aparato del gobierno central, a la policía se le retiró su carácter político y fue reconvertida en un instrumento de la Comuna.
1.4. Lo mismo sucedió con otras ramas de la Administración. Desde los miembros de la Comuna hasta las bases, el funcionariado debería mantenerse con salarios de obreros, y sus cargos y diferentes funciones, incluyendo los de jueces y magistrados, eran elegibles y revocables.
1.5. Los servicios públicos dejaron de ser propiedad privada del gobierno central. No sólo la Administración Municipal, sino toda la iniciativa hasta entonces ejercida por el Estado se colocó en manos de la Comuna.
1.6. Una vez abolidos el ejército regular y la policía, instrumentos materiales del poder del anterior gobierno, la Comuna se propuso la tarea de romper con el aparato espiritual de la opresión, el poder de los curas. Decretó la separación entre la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias en la medida que constituían corporaciones poderosas pudientes […] La totalidad de los establecimientos de enseñanza fueron abiertos de forma gratuita al pueblo y, simultáneamente, desvinculados de toda injerencia de la Iglesia y del Estado. […] Los funcionarios de la justicia fueron desposeídos de esa falsa independencia que apenas había servido para enmascarar su vil sumisión a los sucesivos gobiernos.
2. “Republica social” y gobierno obrero
La multiplicidad de interpretaciones a las cuales la Comuna ha sido sometida y la multiplicidad de intereses que se identifican con ella demuestran que fue una forma política susceptible de expansión mientras todas las otras formas de gobernar hasta entonces se sostuvieron en base a la represión. Su verdadero secreto fue el siguiente:
2.1. La “República social” era fundamentalmente un gobierno de la clase obrera, el resultado de la lucha de clases de los productores contra la de los expropiadores, era la forma política que finalmente permitía realizar la emancipación económica del trabajo.
2.2. Una vez emancipado el trabajo, cualquier persona se convierte en trabajador y el trabajo productivo deja de ser un atributo de clase.
2.3. La Comuna fue la forma positiva de esa “República social” que no debería abolir simplemente la forma monárquica de dominación de clase, sino la propia dominación de clase.
3. Gobierno obrero y alianzas sociales
Por primera vez, simples obreros se atrevieron a tocar el privilegio gubernamental de sus “superiores naturales”, es decir, osaron formar, con sus iguales, su propio gobierno.
3.1. La Comuna fue la primera revolución en la que se reconoció claramente a la clase obrera como la única capaz de iniciativa social, opinión compartida incluso por la gran masa de la clase media parisina – tenderos y demás comerciantes y negociantes - con la única excepción de los capitalistas adinerados. Esa misma parte de la clase media había participado en el aplastamiento de la insurrección obrera en junio del 1848 siendo a continuación sacrificada a sus acreedores. Sin embargo, ese no era el único motivo para aliarse ahora a la clase obrera. Sentían que solamente se les presentaba una alternativa: La Comuna o el Imperio – con cualquier nombre con el que reapareciera - era la única opción.
3.2. La Comuna estaba en lo cierto al decir a los campesinos: “nuestra victoria es vuestra única esperanza”.
3.3. Si la Comuna era, de este modo, la verdadera representante de todos los elementos sanos de la sociedad francesa era, a la vez, un gobierno obrero y, a ese título, un campeón audaz de la emancipación internacional del trabajo; Es por eso que, apelando a la solidaridad internacional con la Comuna de París, Marx insiste en la cuestión de la Comuna como una cuestión internacional, una cuestión de interés universal para la clase obrera.
4. La crítica al parlamentarismo
Lenin también destaca en el texto de Marx una notable crítica al parlamentarismo que, soterrada por los comentarios del oportunismo socialdemócrata, pertenecía en el momento en el que escribía, así como a día de hoy, al tesoro de las palabras “olvidadas” del marxismo.
4.1. Marx crítica el modo en el Sufragio Universal es pervertido y sirve para elegir cada tres o seis años qué miembros de la clase dominante han de “representar” y aplastar al pueblo en el parlamento.
4.2. La más democrática de las repúblicas basadas en la representación o la más amplia democracia representativa no conseguirán nunca librarse de la limitación devastadora que es la separación entre representados y representantes. Separación, de naturaleza económica y social, que permite a los representantes manipular a los representados y construir su mandato según sus propios intereses y no desde el de los que les han elegido como sus representantes.
5. El “Asalto a los cielos”
Marx, en el otoño de 1870, había advertido solemnemente a la clase obrera francesa en contra de cualquier tipo de acción prematura. En su análisis sobre la Comuna de París no ocultó sus equivocaciones y fragilidades, sin embargo, su análisis se hizo desde un enorme entusiasmo. Aunque pudiera parecerlo, esto no contiene ningún tipo de contradicción, es más bien una manifestación de la elevadísima conciencia revolucionaria de Marx. Este temía que cualquier acción precipitada comprometiera el destino de la clase obrera, pero supo reconocer de inmediato el alcance histórico de la acción de la Comuna de París y clarificar su profundo significado para todo el movimiento internacional.
La actitud de Marx es un ejemplo de la firmeza y el coraje intelectual y político que se espera de un revolucionario. Permite fundamentar la crítica al oportunismo y a la cobardía política, incluso de aquellos que, por ejemplo, a día de hoy critican a Lenin y a los Bolcheviques por haber tenido la iniciativa de tomar el poder aún no estando todavía reunidas todas las garantías de que luego lo pudieran mantener con éxito.
En una carta del 12 de abril a Kugelmann, Marx se refiere a la acción de los obreros parisinos como un “asalto a los cielos”. Y en la contestación a su corresponsal, escribió:
“Sería, sin duda, muy cómodo hacer historia si solamente hubiera que luchar en condiciones infaliblemente favorables […]. Gracias al combate librado por París, la lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado en una nueva etapa. Sea cual sea la manera en la que sucedan los acontecimiento en lo inmediato, el resultado será un nuevo punto de partida de una importancia histórica mundial”.
Lenin, en el prefacio a la traducción rusa de las cartas de Marx a Kugelmann (15 de febrero del 1907) escribe:
“Marx ha sabido ver que, en determinados momentos de la historia, una lucha sin tregua de las masas, aún siendo por una causa desesperada, es indispensable para la educación ulterior de esas propias masas, para prepararlas para su lucha futura. […] Los canallas burgueses de Versalles, escribe Marx, colocaron a los parisinos frente a una alternativa – O respondían al reto o sucumbían sin combate. En el último caso, la desmoralización de la clase obrera hubiera sido una desgracia mucho mayor que la pérdida de cualquier numero de sus jefes” (90).
Y Lenin prosigue:
“Marx no se conformó con admirar la heroicidad de los comuneros asaltando los cielos” Ha visto en el movimiento revolucionario de masas, aún sin haber alcanzado su objetivo, un experimento histórico de una transcendencia inmensa, un paso adelante de la revolución obrera universal, un paso real, mucho más relevante que centenas de programas y razonamientos.” (315)
En el VII Congreso Extraordinario realizado del 6 al 8 de marzo del 1918, Lenin presentó una resolución sobre la propuesta de cambio de nombre del Partido y de modificación de su programa. La relación con la Comuna de París es, en ambos casos, destacable:
“El congreso decide que en el futuro nuestro Partido (el Partido Obrero Socialdemócrata Bolchevique de Rusia) se llamará el Partido Comunista de Rusia, con la palabra “Bolchevique” entre paréntesis agregada.
La modificación de la parte política de nuestro programa […] debe consistir en la definición, lo más precisa y completa posible, del Estado de nuevo tipo , la Republica de los Soviets, como forma de dictadura del proletariado y continuación de las conquistas de la revolución obrera internacional, inaugurada por la Comuna de París.” (II: 630)
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