Una de las maneras en las que erróneamente se presenta los conflictos del mundo musulmán es como si fueran una lucha entre dictadores y demócratas, cuando la situación es mucho más compleja. Es cierto que desde inicios del 2011 se han sucedido una serie de protestas populares, las mismas que han tumbado a dictaduras que duraban tres o más décadas en Túnez, Egipto y Libia mientras que han jaqueado a otras como las de Yemen, Bahrein y Siria.
Sin embargo, las fuerzas anti-dictatoriales no son siempre garantía de democracia. En Túnez y Egipto el poder ha pasado a nacionalistas musulmanes sunitas, dentro de los cuales hay quienes trabajan por disminuir los derechos y libertades parciales que había conseguido el sexo mayoritario (el femenino) y retornar a un conservadurismo social y religioso donde a las mujeres se les obligue a priorizar su rol doméstico o que siempre lleven el velo. La primera medida que tomó el nuevo gobierno libio post-Gadafi fue restablecer la poligamia (una forma de esclavitud sexual) mientras que la bandera e himno nacional que adquirió Libia es la de su antiguo rey Idris.
Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Arabes han estado dando armas, dinero u hombres a la oposición militar Siria tal y cual antes lo hicieron para apoyar a los que luego remplazarían a Gadafi en Libia. Estas son monarquías teocráticas y absolutistas donde nunca jamás han habido elecciones generales y el poder total está en manos de una o más familias. Los Saud son la única casa real que ha impuesto su apellido como parte del nombre nacional de su reino, en tanto que en sus dominios se castiga a la mujer que anda o conduce sola, a quien va a una iglesia o quien pida una república.
Todas las monarquías del Golfo Pérsico han apoyado o participado en la invasión a Bahrein, el país donde más la gente ha participado en marchas pacíficas por democracia en relación a su número de habitantes. Turquía sirve de base para el Ejército Libre Sirio, el mismo que ha estado envuelto en matanzas de civiles y en limpiezas étnicas de cristianos y otras minorías. A Turquía se le obstaculiza su ingreso a la Unión Europea en parte por que esta república sigue negando el genocidio de mas de un millón de armenios y cristianos durante la I guerra mundial y por la expresión que hace contra los derechos, la lengua y la autonomía de más de doce millones de kurdos que viven en su país.
- Isaac Bigio es analista internacional. Ha enseñado ciencias políticas en la London School of Economics & Political Sciences. www.bigio.org
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