El Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en el oriente de la Isla, marcó el punto de partida de la lucha armada en esta nación caribeña que concluyó con el triunfo revolucionario del 1º de enero de 1959.
Le habían antecedido décadas de corrupción, entreguismo, dolor, muerte y miseria.
La Mayor de las Antillas presentaba por aquel entonces una tasa de mortalidad infantil de 40 por cada mil nacidos vivos y la esperanza de vida al nacer era de 62 años; el 57 por ciento de la población era analfabeta y cerca del 25 por ciento de los hombres aptos para trabajar estaban desempleados.
Esto, unido a la extracción cada vez más intensa de las riquezas cubanas; la monopolización del mercado; el saqueo de los fondos públicos, la dilapidación de las reservas nacionales, entre otros tantos ejemplos provocaron la deformación de la economía nacional y revelaron una profunda crisis convirtiéndose la Isla en un apéndice del mecanismo productivo de los monopolios norteamericanos.
Ante esta situación Fidel Castro, junto a otros jóvenes revolucionarios, decidió atacar uno de los objetivos militares más importantes del país y así iniciar un nuevo período de lucha.
Conmover la conciencia nacional ante la realidad de injusticia social que padecía la Isla, y obtener armas con las cuales emprender la lucha armada por la verdadera independencia y la soberanía nacionales eran objetivos estratégicos de aquella acción.
Más de un centenar de jóvenes, vestidos con uniformes del Ejército, se alzaron ese día contra el régimen y honraron el centenario del natalicio de José Martí, Héroe Nacional de esta nación caribeña.
El intento de tomar los cuarteles resultó fallido debido a las constantes patrullas policiales que provocaron el inicio de un tiroteo en plena calle y no en las inmediaciones de la fortaleza militar como estaba planificado por Fidel Castro y Abel Santamaría, principales estrategas de la gesta.
Inmediatamente después de estos hechos, la dictadura de Fulgencio Batista reaccionó con una brutal represión. Durante la acción murieron sólo 6 asaltantes, mientras otros 55 revolucionarios fueron asesinados y 18 encarcelados, entre ellos Fidel, Raúl Castro y Juan Almeida.
Sin embargo, el aldabonazo estremeció de un extremo a otra a la Mayor de las Antillas y sembró en terreno fértil la idea de la Revolución necesaria para dar continuidad a la lucha armada que en 1868 emprendieran los patriotas cubanos contra el colonialismo español.
Las conquistas y logros sociales que actualmente exhibe la realidad cubana, tan contrastantes con el entorno opresivo que aún padecen muchas naciones del mundo, son el vivo ejemplo de que la Revolución tuvo su inicio y semilla fundadora en estos asaltos a la historia.
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