Autor: Luis Britto García
1 Según Maquiavelo, el Príncipe puede y debe cometer infamias útiles, pero en público debe parecer la moral, la religión y las buenas costumbres encarnadas. Nada de Príncipe tiene quien confiesa la intención de una infamia, no haber tenido tiempo o valor para cometerla, y lo hace cuando ya no puede llevarla a cabo. “No invadí Venezuela porque no tuve tiempo”, confiesa Álvaro Uribe, quien contó con diez años de poder y el apoyo u ocupación militar de Estados Unidos para ello. ¿Por qué confiesa?
2 El plan maestro de Estados Unidos es suscitar una guerra entre Colombia y Venezuela para quedarse con las ruinas. El presupuesto de Defensa de la Hermana República alberga más de medio millón de personas; Estados Unidos apoya ese armamentismo con los raudales de dólares del Plan Colombia y tres bases militares que aspiraba a elevar a nueve; en 2004 fueron detenidos más de un centenar de paramilitares que preparaban un magnicidio en Venezuela; en 2008 el ejército colombiano con logística e inteligencia estadounidense atacó a Ecuador; y ambos hechos fueron rodeados de persistente campaña para incriminar a nuestro país como narcotraficante, dominado por la guerrilla colombiana y violador de los Derechos Humanos. A confesión de Uribe, relevo de pruebas: durante una década el presidente de un país vecino estuvo planeando invadirnos.
3 Contesta Hugo Chávez Frías que tiempo no le faltó, sino cojones. También, lógica. No es minucia ponerse en guerra con una República hermana sin haber ganado la que libra en su propio territorio. No es menudencia querer acabar con un mandatario vecino sin tener asegurada la propia supervivencia. Santos es el más acérrimo enemigo de la reelección de Uribe. Un pijama rojo aguarda a quien Estados Unidos cataloga como el narco número 84. Todo el que sirvió a los yankis, desde Rafael Leonidas Trujillo hasta Sadam Hussein en su guerra con Irán, ha sido luego destruido por ellos.
4 No son excepción los incursos en masivo terrorismo de Estado, como el japonés peruano o peruano japonés Fujimori. El Imperio y las oligarquías locales los usan, para desecharlos cuando se vuelven inútiles. En 2007, durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena, vi a Uribe congraciarse con Juan Carlos de Borbón, clamando mano en el pecho que los neogranadinos siempre fueron “los más fieles súbditos de la Corona”. La supervivencia de Uribe depende de presentarse como el más fiel súbdito de Estados Unidos, aunque ello implique la eternización del conflicto interno y la promoción de un todavía más insensato conflicto con toda América Latina y el Caribe.
5 Pocas veces la carrera de un solo hombre exigió tan atroces sacrificios a tantos. Esto debe ser evidente para sus oligarquías locales, que probaron los resultados de una suspensión de relaciones comerciales con Venezuela. Para ellas, Uribe es un advenedizo, útil para ejercer el terrorismo de Estado y para cargar con las culpas concluida su gestión, pero no para eternizarse como supremo árbitro de vidas y fortunas. Ya se sirvieron de él; no están dispuestas a que él se sirva de ellas.
6 Por su posición estratégica, su abundante población, su producción agrícola, sus desarrolladas industrias, su activo comercio, Colombia puede ejercer una razonable hegemonía regional sin necesidad de inmolarse en conflictos externos que la enfrentarían con el Alba, Unasur, Celac, Mercosur y el Bric, y facilitarían a la oposición interna tomar el poder. Esta política suicida no conviene a oligarquías que saben lo que pueden perder, sino a un político que lo ha perdido todo. Perro que ladra no muerde, sobre todo si no mordió cuando pudo.
7 ¿Y la oposición venezolana, cuyo jefe de campaña Leopoldo se entrevistó con Uribe? ¿Están con él, o con Venezuela? Que se dejen de hipocresías, recomendó Oswaldo Álvarez Paz. Veremos si se atreven.
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