Autor: Clodovaldo Hernández
En estos días, los medios públicos mostraban un video en el que militantes de Primero Justicia (o al menos eso parecían, por su asifrinada juventud y sus camisetas amarillas y negras), bajaron a pescozones a un militante de Acción Democrática (al menos eso parecía, por su edad provecta, su franela y una gorrita blanca) de una tarima en la que iba a montarse el candidato de la Unidad Democrática, aunque, lógicamente, ese tipo de actitudes no suenan ni muy unitarias ni muy democráticas.
La cosa no fue con uno, pero aun así resultó indignante porque el señor adeco era un desconocido, uno de esos ejemplares romuleros resistentes a la extinción a los que hay que cuidar tanto (por razones de paleontología política) como a un oso frontino, a una tortuguita arrau, a un pez diamante del lago de Valencia o, para ponerlo en un plano más planetario, como a un dragón de Komodo. El gesto hubiese sido muy distinto si el sacado a cogotazos hubiese sido, por decir un ejemplo, Henry Ramos Allup o su fiel “Toro”, Bernabé Gutiérrez. En ese caso, la cuestión hasta habría lucido reivindicadora y habría sido justo subir el video a Youtube con el título: La venganza de los lechuguinos.
Pero, claro, los adecos de la cúpula no se exponen a esos desaires de “la derecha ultramontana y repugnante”, como bien la llamó Ramos Allup en uno de sus discursos antológicos. Saber pasar agachados es una de las virtudes más notables de esta camada de dirigentes que surgió –y sobrevivió- a la sombra del egregio caudillo Luis Alfaro Ucero.
Pues bien, el incidente del adulto mayor adeco expulsado de la tarima por los jóvenes “justicieros” es una nueva prueba de que la alianza opositora es un matrimonio por conveniencia, de esos que solo lucen bien en las fotos de las crónicas de alta sociedad. Y es otra advertencia de que si al antichavismo llegara a ganar las elecciones, una de las primeras acciones del núcleo ultraderechista que allí manda sería una escena muy parecida a la del mitin referido: bajar a pescozadas del incipiente gobierno ya no solo a los adecos, sino también a copeyanos, masistas, causaerristas, banderas, saltatalanqueras y demás raros especímenes que por allí han pululado, cubiertos por el ala amplia del odio a Hugo Chávez.
De todos modos, el maltrato se presenta como especialmente humillante para el partido blanco, que hasta no hace nada –al menos en términos de tiempo histórico- ostentaba la indiscutible paternidad de los helados en nuestra arena política. Que un anónimo activista de Primero Justicia se considere con derecho a patear a un militante adeco públicamente y, sobre todo, que lo haga y todo siga como si nada (salvo un lloriqueo con sordina del fiel “Toro”) es una demostración de que a AD –valga decirlo con palabras muy adecas- se la llevó quien la trajo.
Tomado de la Iguana TV
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