Osvaldo León
Venezuela amaneció el sábado 25 de agosto conmocionada por la explosión registrada en la Refinería de Amuay. Por este hecho, la autoridad electoral suspendió el simulacro previsto para el día siguiente de cara a las votaciones que tendrán lugar el 7 de octubre para elegir de entre siete postulantes al próximo mandatario (período 2013-2019).
El presidente Hugo Chávez Frías registra una significativa ventaja en las intenciones de voto, pero reiteradamente ha pedido a sus seguidores no caer en el triunfalismo y, por el contrario, redoblar esfuerzos para alcanzar una votación contundente que contrarreste el “Plan B” de la oposición: la deslegitimación del proceso electoral y el posterior escenario de desestabilización.
Esta es la tercera contienda presidencial de Chávez, aunque durante su administración ha enfrentado 13 citas en las urnas de las cuales tan solo ha perdido una. En esta ocasión, su candidatura tiene el respaldo del Gran Polo Patriótico (GPP) que congrega a movimientos sociales y partidos políticos. Según la mayoría de las encuestas supera en torno a los 20 puntos porcentuales a su inmediato contendor, Henrique Capriles Radonski, candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) conformada por una amalgama de fuerzas opositoras.
El último informe de Monitor País de la encuestadora Hinterlaces, con los resultados del trabajo de campo realizado entre el 28 de Julio y el 5 de Agosto, establece una diferencia de 18 puntos favorable al candidato del GPP, quien recibiría el respaldo del 48% de los votos frente al 30% de su opositor. El estudio indica también que existe un incremento de la percepción positiva sobre el rumbo del país y sobre la gestión del presidente Chávez con una cifra que llega al 67% de las personas consultadas.
Para ir más allá de las cifras, días atrás ALAI conversó con el presidente de Hinterlaces, Oscar Schemel, para quien el telón de fondo tiene que ver con la existencia de “un proceso de cambio cultural muy acentuado, un proceso de empoderamiento en los sectores populares muy profundo que comienza porque el discurso presidencial reivindicó la condición popular, que otorgó protagonismo a los sectores populares que se sentían excluidos, humillados. Sin embargo la oposición no solo que no logra entender esta nueva realidad, sino que la rechaza: está perdida”.
A su entender esto se debe a que hay una crisis en los sectores de la intelectualidad del campo opositor, ya que en lugar de estar analizando, proponiendo paradigmas, “se han convertido más en agitadores que en intérpretes y eso ha dificultado la comprensión de lo que está ocurriendo en Venezuela por parte de las élites y de la élite política en particular. Ellos se mueven en un país que ya no existe, por eso, si bien recogen el descontento y el rechazo al gobierno, no logran convertirse en una alternativa y mucho menos en los sectores populares. Eso es lo que explica un poco que el Presidente mantiene niveles altos de popularidad y que a pesar de las fallas en la gestión pública hoy sigue siendo la primera opción electoral”.
Además que se han cambiado las significaciones del acontecer nacional, acota Schemel, “hay un proceso de madurez ciudadana y democrática que ha empoderado a los sectores populares que no solo implica estar involucrados en la agenda pública, sino que se están organizando y están haciendo un ejercicio de la democracia distinto al tradicional y por eso comienzan a cambiar el perfil de las demandas. Esto es, ya el modelo de inclusión está establecido y ahora las demandas tienen que ver con la gestión, con la eficiencia”.
Ante estos nuevos parámetros, preguntamos, cómo responde el candidato de la oposición: “con una estrategia de marketing que no logra incidir dada la mayor complejidad de lo que está pasando. ¿Qué deben haber descubierto? seguramente que la gente no quiere un cambio, que el deseo de cambio tiene que ver más con la rectificación, con que el modelo funcione. Entonces diseñaron una estrategia débil porque subestima el papel de la comunicación en un proceso donde la cultura ha sido un factor fundamental de cambio. Quizá lo más importante que descubrieron es que no había que acentuar la percepción de que la oposición era un potencial restaurador de la exclusión, entonces tienen un candidato que dice respaldar los programas sociales pero que no le agrega mayor significado. Como han subestimado el papel de la comunicación, el discurso del candidato se ha quedado en lo básico, en denunciar los problemas de gestión que tienen que ver con la ineficiencia pero no propone alternativas, de ahí que no ha tenido impacto”.
Además de un discurso muy básico, para el presidente de Hinterlaces las propuestas del candidato opositor “son muy simples, muy racionales, muy técnicas, que no llegan a impactar emocionalmente a la población. Cuando habla de empleo se refiere a la confianza, a la inversión, siendo que para los sectores populares el empleo es familia, futuro de los hijos, dignidad, respeto, buena remuneración; tiene otro significado. En el discurso de la oposición ese significado no existe, es un discurso más tecnócrata que no sintoniza con la nueva cultura política, que está muy cargada de emocionabilidad”.
“Las élites siguen pensando que la confrontación política es electoral básicamente –precisa-, y no se dan cuenta que es una confrontación cultural entre una visión de país y otra que está ya en la nueva cultura política, incluso todavía piensan que el respaldo al presidente Chávez tiene que ver fundamentalmente con la relación clientelar y no con una identificación con el discurso, la visión, los valores, el modelo. Es más no ven que es un proceso que ha acentuado el liderazgo del presidente Chávez hasta niveles casi religiosos. En la calificación positiva de gestión hay un soporte afectivo, hay una relación casi pasional entre Chávez y los sectores populares, sus discursos más allá de que han creado una nueva cultura política, también han creado una comunidad emocional que ha servido de soporte al proceso bolivariano, de ahí que el proceso no tiene vuelta”.
Por otro lado, añade, “en varias investigaciones que hemos hecho después del anuncio de la enfermedad del presidente Chávez, hemos preguntado si el proceso sobreviviría y la gente respondía que sí, que el proceso iba a continuar, que eso no tenía marcha atrás. Y en una medición electoral registramos que otro candidato del oficialismo no estaría en desventaja. Incluso en las encuestas que favorecen a Enrique Carriles la diferencia es pequeña, lo que te da una señal inequívoca de que el proceso pareciera ya estar sembrado, porque son cambios culturales. Y esto también se puede apreciar cuando la gente coincide en señalar que el principal logro de este proceso es la politización de la sociedad, el involucramiento, la participación, que va más allá de lo simbólico, de lo electoral”.
¿Qué podría alterar las tendencias en curso? “Solo un hecho excepcional”, responde, para luego añadir: “hechos como los apagones, sabotajes, generan el caos que los medios precisan para exacerbar la angustia. Eso puede ayudar no a que Chávez no gane sino a que se reduzca la brecha y poder hablar de resultados reñidos, que es lo que están intentando colocar, para desplegar un escenario de desestabilización, movilizaciones, protestas, denuncias de fraude”. Queda por ver si el accidente de Amuay resulta ser “un hecho excepcional”.
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