sábado, 4 de febrero de 2012

“La mayor osadía de Chávez fue concebir una revolución en un país corrompido”

“La mayor osadía de Chávez fue concebir una revolución en un país corrompido”

Lo peor que le hizo el Pacto de Punto Fijo a Venezuela “fue envenenarle el alma, comprarle el alma”, sostiene quien era capitán el 4-F de 1992 

Ronald Blanco La Cruz tenía 32 años de edad cuando, junto a otros oficiales del Ejército, se sumó a la rebelión militar del 4 de febrero de 1992. Era capitán e instructor en la Escuela de Infantería. Su misión fue la toma del Palacio de Miraflores. Recuerda que el origen del alzamiento se remonta a la construcción del movimiento bolivariano, que comenzó a finales de 1982 e inicios de 1983. En un principio, se denominó Ejército Bolivariano Revolucionario 200.

“Allí conocí al capitán Felipe Antonio Acosta Carlez, quien me comentó sobre la necesidad de moralizar a la Fuerza Armada, de unirnos los oficiales con conciencia patriótica y con amor a la patria; de cada día hacer mejor las cosas”, rememora.

El 27 de febrero de 1989 Blanco La Cruz estaba en Mérida. “Se dio la situación conocida por todos: la violación de una oferta electoral, porque era una burla: uno votaba por una persona y esa persona no se sentía obligada a cumplir con lo que decía. El 27 de febrero el pueblo se rebela por la burla, y lo que recibió fue la muerte”.

“Las atrocidades más grandes se cometieron con la represión; se sacó al Ejército y a la Guardia Nacional para reprimir al pueblo. Dicen que murieron unas 300 personas; hay organizaciones no gubernamentales que dicen que llegan a 1.000. Son cientos de muertos por sostener un paquete económico que es igualito al de Grecia; todo lo que está sucediendo en Europa nosotros lo vivimos ese año con Carlos Andrés Pérez”, subrayó.

Eso creó un grave problema interno, “porque tú oías a los compañeros en los cuarteles: ‘Nos tuvimos que ir al barrio tal y allí murieron no sé cuántas personas, y tuvimos que ir a no sé dónde y esas personas estaban vivas y después aparecieron muertas’. Eso, pienso yo, aceleró la rebelión”. Después del 27 de febrero de 1989 “surgió la necesidad de acompañar al pueblo al que habían reprimido tras la rebelión popular.
SE ORGANIZA EL PLAN

La dirección del 4-F la tenía el comandante Hugo Chávez, quien siempre fue el ideólogo, relata Blanco La Cruz. “Yo lo conocí en la Academia Militar cuando era oficial, en el año 1981. Él era muy destacado, sobre todo en la parte cultural y en el conocimiento de la historia. Daba clases de historia y aprovechaba ese conocimiento para confrontarnos”.

Al exgobernador de Táchira le sucede que escucha a Chávez, retrocede 30 años y lo ve como cuando estaba en la Academia.

“Siempre ha sido así, siempre defendió el ideal del Libertador, siempre defendió su legado y decía que ellos habían sido los visionarios del país y que nosotros teníamos que tratar de continuar su obra, que se había perdido en el tiempo”, reitera.

Por supuesto, admite, “no es igual organizar un movimiento militar, una operación militar con unidades que sabes que van a ir; a contar con unidades que no sabes si ese día dicen que no. En el caso de Caracas la operación fue delatada y tuvimos que salir a defender la palabra empeñada que habíamos dado”.

A su juicio, “muchas de las delaciones ocurrieron por gente a quien le dieron una información y no estaba preparada; eran buenos oficiales, eran muy trabajadores, pero no les importaba el país. Sencillamente pensaban: ‘yo estoy bien, yo gano un sueldo, voy a ser general, yo nací en una zona rica, no me preocupa lo que pasa en el país, a mí lo que me preocupa es tener un carro. Cuando te acercas a personas como esas, vas a encontrar rechazo”.

Chávez, asevera, “tenía un gran plan nacional y nosotros teníamos asignados objetivos. En mi caso, era Miraflores. Yo estaba en la Escuela de Infantería; era instructor. Era capitán y no tenía comando de tropa”.

En la elaboración de un plan como ese se cuenta con unidades que, el día de los hechos, no pueden salir, y deben ser reemplazadas por otras sobre la marcha, admite.

En ese momento “no había comunicación. Tú estás concentrado en que te están disparando y no vas a decir ‘búscame un radiecito para oír las noticias’. No hay chance de nada de eso; todo es muy rápido”.

La idea era que, a la medianoche, se desarrollaran las operaciones. “De hecho, nosotros llegamos a Miraflores como a las 12:00 m”, refiere. “Nosotros estábamos en la Escuela de Infantería y, como todas las unidades de Fuerte Tiuna, estaban en conocimiento de que había una insurrección. Por supuesto, cuando íbamos al cuartel Bolívar o a cualquier otra unidad, no nos dejaban entrar; más bien decían ‘éstos son los alzados”.
EL TRAYECTO

“Salimos por la alcabala 3 de Fuerte Tiuna; seguimos por la autopista Valle Coche, llegamos a Plaza Venezuela, bajamos por el Paseo Colón, subimos por la Libertador, salimos a la avenida Andrés Bello y llegamos a Miraflores. Íbamos en unos tanques”, narra Blanco La Cruz.

“Llegamos y entramos a la fuerza, tumbamos las puertas y comenzó la plomamentazón que no nos dejó otra alternativa que meternos dentro de los tanques. Cuando pasó un poco el fuego empezamos a salir de los tanques para entrar. Cuando nos bajamos seguían los tiros; pegaron los tiros de los tanques, y a mí me hirieron en la cabeza”, enfatizó.

“Me imagino que quedé inconsciente con el golpe, desmayado. Nadie se imaginó que había sido el roce de una bala; todo el mundo pensaba que me habían dado un tiro en la cabeza. Decían: ‘Mataron al capitán Blanco’; era lo que yo oía. Y me imaginaba que cuando uno está muerto deber ser así, que uno no puede hablar; nadie lo oye, como en las películas”.

“A los heridos nos llevaron a Pagüita; se me pasó la postración nerviosa y entré en mí. Volví a recuperarme. Luego salimos. Yo vivía en Cútira, en Catia, detrás de la estación de Gato Negro, y habían unos compañeros que cuando uno hablaba con ellos, decían ‘ustedes están acomodados’. Yo les respondía que cuando fuera a hacer algo los iba a buscar y esperaba que salieran”.

Pero, precisa, “cuando subimos con esos tanques por esos barrios, la gente estaba asustada; ni siquiera los malandros nos acompañaron, nadie. Tuvimos que devolvernos a Pagüita.

Quedó como responsable de la operación el capitán Carlos Aguilera Borges. Él nunca asistía a las reuniones, él decía ‘ustedes hablan mucho, el día que vayan me dicen y yo voy’, y de verdad ese día cumplió y se quedó como responsable de la operación, porque estábamos heridos Rojas y yo, que éramos los responsables”.
“VAMOS A RENDIRNOS”

“Cuando Aguilera nos vio, dijo: ‘vamos a rendirnos, aquí no salió más nadie, nosotros somos los únicos que estamos en el Palacio de Miraflores y no creo que debamos seguir derramando sangre, pero váyase usted que no lo ha visto casi nadie’. Yo le respondí: ‘no compañero, yo te convoqué a esto y yo voy a estar contigo”, confía Ronald Blanco La Cruz.

“Él me lo decía para seguir desde afuera. Yo le dije: ‘más seguros estamos adentro, más seguros estamos en prisión que afuera, porque ahora comienza la represión”.

Carlos Andrés Pérez era “un artista de la represión”, puntualiza. “Era preferible, ya derrotado, estar bajo las órdenes de ellos, porque si nos pasaba algo, ellos eran responsables”.

Luego de ello “nos llevaron a los sótanos de la DIM, donde nos interrogaron. Después vi en la televisión que están pasando el por ahora, y me alegré. Les dije a mis compañeros: ‘Chávez se está rindiendo’. Nos dio mucha alegría en el sentido de que no habíamos estado solos. Con el tiempo he pensado que fue mejor así”.

“Vivimos el afecto en la cárcel, porque al día siguiente y los días siguientes las encuestas decían que la rebelión había tenido 80% o más de aceptación de la población”, subrayó.

“Siento que la mayor osadía de Chávez fue concebir una revolución en un país corrompido, porque lo peor que le hizo el Pacto de Punto Fijo a Venezuela fue envenenarle el alma, comprarle el alma”.
MÁS QUE LA VIDA, EL COMPROMISO

“Había un compromiso, una palabra empeñada. A mí me tocó dejar a mi esposa y a mi hijo en el Aeropuerto de Maiquetía para que se fueran, porque estaba al tanto de todo lo que podía ocurrir. ¿Ganamos? Chévere. ¿Perdemos? Nos matan. Pensé en todos los escenarios, era bien difícil. Pero yo siento que era más el compromiso, el hacer algo por el país”, rememora Ronald Blanco La Cruz.

“Uno se acostumbra. En la Academia Militar uno se forma para defender al país; hay unos valores éticos que se logra desarrollar. Yo siento que esa formación que recibimos nos permitió tener ese comportamiento”, sostiene.

“Yo siempre resalto el comportamiento del capitán Antonio Rojas Suárez; reconozco su valentía. El 4 de febrero de 1992, me dijo: ‘Ronald, vete tú a Miraflores porque la parte más difícil es la Guardia de Honor y yo tengo más experiencia, yo soy del equipo de tiro, tengo más destreza con las armas”.


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