Por: Victor Hugo Majano
Como ocurrió el 11 de marzo de 2004 en los trenes de cercanías de Madrid, la “tragedia de Amuay” puede ser el evento esperado (¿o buscado?) para modificar el previsible (hasta ayer) resultado electoral de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en 41 días.
Y por supuesto que el efecto es similar a un “pistoleros en Puente Llaguno”. Con varias decenas de fallecidos, centenares de heridos, viviendas destruidas, no hay racionalidad que valga. No tienen cabida explicaciones técnicas que “expliquen” semejante horror.
Adicionalmente el “accidente” ocurre en la “joya de la Corona” de la industria petrolera, una de las más grandes refinerías del mundo. El impacto sobre la producción será pues otras de las aspectos que se expondrán en los próximos días.
La combinación es perfecta: muertos y destrucción y exacerbación de la matriz sobre la incapacidad del gobierno (o sea de Chávez) de manejar la “industria” y el país.
Me imagino a esta hora como voceros de la oposición se preparan para arremeter contra el gobierno y contra Chávez, al tiempo que tratan de mantener una compostura que disimule su alegría por un evento al cual le sacarán el máximo provecho electoral.
Podría ser muy cómodo, simplemente, apuntar con emocionalidad al sabotaje, al accidente provocado. Pero esa emocionalidad no se puede contraponer sin más, al impacto del fuego sobre la refinería y a las cifras de víctimas y construcciones destruidas.
Esto no significa que no estemos convencidos que lo ocurrido fue un atentado, una acto del más vulgar terrorismo. Sin elementos (que se que aparecerán en las próximas horas) yo no dudo que la explosión inicial fue provocada. En una instalación industrial donde los procesos son cíclicos y previsibles, no es nada difícil introducir un elemento que cause una alteración y a la hora y momento previsto rompa con esa rutina.
Puede ser que no se calculara un daño tan grande, y que quien planificó el evento no conociera información sobre el comportamiento de algún dispositivo no vinculado directamente con la instalación y el proceso donde se inició el fuego. Pero no hay duda de que fue deliberado.
Los voceros oficiales no pueden decir que “la situación está controlada” hasta tanto no se sepa con más a o menos precisión, que fue lo que pasó. La sola explosión no prevista es la prueba de que el control lo tenía (y lo tiene) otro. Un “otro” que puede ser cualquiera, quizá el menos esperado. Pero es el “Otro”, aunque creamos que es “Nosotros”.
Las malas noticia son noticia, aunque no nos gusten. La noticia es y será el horror y no la pretensión de que algunas estructuras burocráticas lo están haciendo muy bien. Ojala la noticia no se invierta con titulares como “Gobierno atiende con diligencia tragedia de Amuay”, mientras los hechos perforan la carne y los corazones de las víctimas y del país en general. Hubo una tragedia y hay que registrarla. Nos toca hacer el trabajo sucio.
Si es necesario alertar sobre la capacidad del gobierno y del propio comandante Chávez de asumir culpas que no le corresponden. Hasta ayer casi que se pudiera pensar que la tormenta Isaac fue causada desde el Palacio de MIraflores. En la refinería hay una estructura de dirección que controla y supervisa su operación y hay un personal a cargo de cada proceso. Es necesario individualizar las responsabilidades porque será la única manera de determinar como y quien introdujo el elemento modificatorio del ciclo de operación.
Por supuesto parece oportuno recordar que estamos en guerra, y esa guerra se llama lucha de clase. Y los sectores de la burguesía comercial importadora que aspiran tomar el control del aparato del Estado, saben que el 7-O se juegan su propia existencia como clase (o segmento de la burguesía) y quiza como individuos.
Por eso el golpe de 2002, el sabotaje petrolero, la masacre de Plaza Altamira, los atentados con explosivos a las embajadas. Por eso la bomba contra Danilo Anderson. Y más recientemente los crímenes, sistemáticos, articulados con el discurso sobre la inseguridad, contra agentes de los cuerpos policiales.
Si fuera por sus antecedentes los representantes de esta burguesía ya debería estar “colgados de un farol”, como mínimo.
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