JOSÉ VICENTE RANGEL
Paso a paso la oposición -obviamente, no toda- monta la trampa. Objetivo: cuestionar, no sólo el actual proceso comicial y colocar una bomba de tiempo en la inexorable victoria de Hugo Chávez el próximo 7 de octubre, sino deslegitimar el sistema electoral venezolano, espina dorsal de la democracia bolivariana. El propósito no es nuevo. La oposición ya lo intentó en las elecciones parlamentarias de 2005, cuando decidió abstenerse.
José Vicente Rangel – Últimas Noticias
1. Paso a paso la oposición -obviamente, no toda- monta la trampa. Objetivo: cuestionar, no sólo el actual proceso comicial y colocar una bomba de tiempo en la inexorable victoria de Hugo Chávez el próximo 7 de octubre, sino deslegitimar el sistema electoral venezolano, espina dorsal de la democracia bolivariana. El propósito no es nuevo. La oposición ya lo intentó en las elecciones parlamentarias de 2005, cuando decidió abstenerse. La carta que jugó tenía la intención de trasmitirle, al país y al mundo, el mensaje de que el sistema electoral venezolano estaba viciado. Que no era confiable. Lo cual, supuestamente, abriría las puertas a la desestabilización total. Pero como siempre ocurre con la estrategia balurda de los ideólogos y politólogos opositores, el tiro les salió por la culata: el argumento no cuajó, se frustró la aventura, y tuvieron que calarse cinco años sin representación en la Asamblea Nacional. Ahora se repite la historia en el marco de un juego dual consistente en aprovechar las características democráticas y de libertad -incluso para conspirar- del proceso bolivariano para socavarlo con denuncias irrelevantes. Con temerarias acusaciones contra las instituciones y de los que las dirigen. A lo cual se agrega un elemento que extrema ese comportamiento diario, dada la peculiaridad de estas elecciones: la subliminal repetición de la conducta que llevó a la oposición, diez años atrás, a la demencial aventura del 11 de abril y el golpe petrolero.
2. Por eso es que lo que sucede hay que examinarlo en el contexto de un proceso electoral atípico, en el que se confrontan dos proyectos políticos, sociales, económicos y culturales diametralmente opuestos. Es obvio que los contendores están conscientes de ello. Con la diferencia de que uno, el chavismo, respeta al árbitro y las reglas de juego; mientras el otro, el caprilismo, no lo hace. Éste puede decir lo que quiera, pero resulta cuesta arriba negar que en la historia de nuestros procesos electorales la oposición jamás contó con tanto respeto como el que ha tenido a partir de 1999. Así como el chavismo muestra, de nuevo, su condición democrática, Capriles -y asesores- reproduce pasadas actuaciones antidemocráticas. El chavismo respeta la legalidad democrática, en tanto que el caprilismo no pierde ocasión para quebrantarla. Uno es celoso guardián de la Constitución bolivariana, el otro la usa, y, en el fondo, la desprecia, como lo demostró cuando votó contra ella y luego la violó el 11 de abril de 2002.
3. La trampa -de eso se trata- la montan cuidadosamente -con escalamiento y nocturnidad-, los sectores ultras de la oposición ante la pasividad de los demócratas que en su seno se inhiben, como ya ocurrió con los planes golpistas del Fede-carmonismo en 2002 y cuando adoptaron la decisión suicida de abstenerse en las elecciones parlamentarias. ¿De qué manera lo hacen? De muchas. Las más venenosas y agresivas son: A) Prédica constante, tanto en escenarios nacionales como internacionales, de que en Venezuela gobierna una dictadura, argumento que globalmente descalifica la existencia de democracia en el país y, por consiguiente, la legitimidad de los poderes públicos. B) El sistema electoral no es confiable porque su tecnología facilita el empleo de tácticas de amedrentamiento, discriminación de los ciudadanos y control del voto. C) Ofensiva brutal contra el CNE, orientada a presentarlo como dócil instrumento del Gobierno, o como lo califica un columnista al que hay pararle por el peso que tiene en la campaña de Capriles, que “el CNE es el brazo armado electoral del chavismo”. Esta campaña -hasta ahora inédita en el país-, es un disparo al corazón del sistema electoral. Desde todo punto de vista es temeraria, ya que si algo caracteriza al actual árbitro es la manera como ha garantizado la victoria del sector que sea, y la oposición lo sabe de sobra. D) En la actualidad la campaña se centra en atacar a Chávez utilizando la acusación del ventajismo. Argumento deleznable pero que, extremado, sirve para avalar cualquier reacción ante el resultado final. Lo cual constituye un objetivo estratégico de ese sector.
4. Reseño lo que trasciende del plan. Hay un trasfondo logístico que garantiza el montaje: ayuda exterior como nunca se vio en el país y empleo a fondo de los medios. Y existe otro aspecto oculto: articulación de una política militar destinada a desestabilizar a la institución y la preparación de grupos de acción para operar en la calle al conocerse resultados adversos. En fin, una trama subversiva global, tradicionalmente concebida y aplicada en la región, que se reactiva en el caso venezolano. Advertirlo es obligante para quienes estamos en la acera de enfrente, dispuestos a actuar ante la amenaza que se cierne sobre la democracia venezolana y el Estado de derecho.
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