La oposición huele a azufre
Se le ha rogado a los santos que el cáncer que padece el presidente Chávez se apiade de la oposición y mantenga al “demonio” fuera de la lucha electoral. Y más, no tan solo fuera de la lucha electoral. La apología de la muerte por encargo –a dios, en este caso, así en la tierra como en el cielo- es distintiva de la desesperación de las clases dominantes. Nunca mejor aquella definición de vieja data: “no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”.
Casi en su totalidad, la oposición trabaja a destajo, carne y uña con la gusanera de Miami, la CIA disfrazada de caperucita en múltiples espacios culturales y con ONGs, inconfundiblemente caritativas y docentes en temas diversos: democracia de mercado, sus bondades; sociedad civil al servicio del derecho individual, por encima de los derechos sociales, y sociedad de consumo diferenciada en “categorías” fácilmente explicables por el cretinismo político: siempre hubieron pobres, hambre y miseria.
Trabaja de prisa la oposición, en la suma de voluntades: personajes pertenecientes a grupos paramilitares colombianos –mercenarios- y la “soldadesca mediática” de los Aznar, en Madrid, los Berlusconi, en Italia, los Murdoch –más sus réplicas guerreristas- por doquier, y la mafia transnacional de los Bush, activa promotora, entre otras, del incendio del planeta, en dependencia del Pentágono y en asociación con pequeñas y ágiles unidades de planificación y ejecución del crimen organizado.
A marcha acelerada trabaja la oposición: el 7 de octubre está a la vuelta de la esquina y nada indica que haya divinidad alguna, ni conjunción astrológica posible, que pueda impedir el triunfo de Chávez: “Corazón del pueblo”, al decir de la canción que cantan millones y millones de venezolanas y venezolanos.
La oposición al presidente Chávez huele a azufre. Como la prensa que, montada en el accidente de la refinería de Amuay, sentencia el final de la Revolución Bolivariana, tras responsabilizar de los hechos al gobierno del presidente Chávez y a Fidel Castro, como mentor ideológico. Eso sí es tomar la historia por los pelos mientras se sangra por la herida, lejos de poder echarle mano –como en otros tiempos- a la caja de PDVSA, sistemáticamente saqueada por la burguesía venezolana y sus mandantes: las compañías del rubro, con sede en EE.UU.
Desparpajos y obscenidades están en el orden del día de la prensa opositora a Chávez. Así como el boca a boca injuriante que, con formato de diálogo, actúan una cocinera y un cocinero en una casa de comidas: ella pregunta, en voz alta, si se sabe en qué lugar de Venezuela se está despareciendo a los niños. “En toda Venezuela”, responde el hombre, deseoso de ser oído más allá del lugar donde conversan. Se trata de la mentira, incesante, con sus variantes autóctonas. Recuérdese que la propaganda nazi-fascista, muy expandida y perfeccionada en EE.UU., nunca dejó de decir que en Cuba “se comen a los niños”.
La oposición carga a sablazos envenenados contra Chávez y su gobierno. La oposición carga contra todo lo que en la República Bolivariana de Venezuela –y en el mundo entero- le oponga dignidad a la barbarie.
Con el 7 de octubre a tiro de piedra, hay que hacer crecer la idea de que habrá fraude. La oposición machaca y machaca. “Fraude” es la divisa que más y mejor agita la burguesía venezolana.
“Fraude” es lo que mandó a gritar el imperialismo, en una campaña que recorre la globalización neoliberal y que, por los cuatro costados, huele a azufre. Tanto o más que aquel día en el que Hugo Chávez denunciara la existencia de “ese olor” en el edificio de la ONU, poco después de que George W. Bush dejara su estela: expresión tácita y explícita del terrorismo de Estado y de mercado.
Juan Carlos Camaño Periodista argentino.
Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
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