Por: Rafael Rojas
Recientemente un conocido director de una connotada encuestadora afirmó que a los pobres “Les molesta más la mirada de desprecio que la falta de dinero”.
De lo anterior se puede deducir que los pobres tienen la certeza de que su situación económica va a mejorar en el futuro inmediato con el actual modelo de gobierno, pero no así el reconocimiento de las personas de los estratos más altos.
Vivimos en una Venezuela con fuertes costumbres medievales, época donde la sociedad estaba signada por las diferencias de clase, la prepotencia y el desprecio. Quien no despreciara al de abajo, era sometido al desprecio de sus pares.
Estas costumbres persisten aún hoy en día, expresadas de distintas maneras. Antiguamente la prepotencia la ejercían la oligarquía contra los plebeyos, los blancos peninsulares contra los criollos. En la actualidad se manifiesta entre varias clases: los de la Clase A desprecian a los de la B, C, D y E; los de la B a los de C, D y E; así sucesivamente, hasta llegar a la clase E (los más pobres) quienes son despreciados por todos los demás y no les queda más remedio que despreciar a toda la sociedad.
El desprecio es producto de la prepotencia, que no es más que la sensación de superioridad, de dominio, de poder sobre otros y que las personas que expresan esto de manera exagerada, tienen la sensación de creerse mejores que el resto y tratan a los demás como “trapos sucios”, suelen mirar por encima del hombro. Son las típicas personas que hablan con maltrato. La realidad es que estas personas tienen una autoestima muy baja y actúan así porque es la única forma de subirla.
Todo ser humano necesita del reconocimiento de una u otra forma y es que se ha comprobado que cuando se reconoce a las personas, se refuerzan las acciones y comportamientos positivos que la sociedad desea ver constantemente entre sus habitantes.
Los venezolanos y venezolanas, en especial los más desposeídos, se sienten tomados en cuenta gracias a las políticas de inclusión del Gobierno Revolucionario que lidera el Comandante Chávez. Pero dada la polarización política producto del enfrentamiento de dos modelos: el capitalismo representado por la burguesía explotadora y el socialismo representado por el pueblo trabajador; el rechazo se manifiesta a través de una actitud prepotente por parte de los simpatizantes del candidato burgués, Henrique Capriles Radonski, frente a las que apoyan a Chávez o simplemente han sido beneficiados por algunas de las misiones sociales del Gobierno Bolivariano.
La cosa ha llegado a tal punto que una de las formas más comunes, que asumen las personas para demostrar el apoyo a Capriles es despreciando abiertamente a los pobres, marcando una brecha lo más grande posible, con la intención de ser reconocido por la clase alta.
La revolución ha despertado la consciencia de clase, los antes olvidados, marginados e invisibilizados por los gobiernos adeco-copeyanos, son tomados en cuenta por la Revolución Socialista del Presidente Chávez y ahora se reconocen entre sí y se han organizado en los barrios para exigirle al resto de la sociedad ser reconocidos, pero sobre todo, ser respetados como ciudadanos y ciudadanas dentro de una sociedad verdaderamente democrática.
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